14.07.2023 Views

El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

visual. Estoy sudando frío. Emocionado pero nervioso. ¿Es esto todo?

El viento golpea mis oídos. No escucho nada, pero puedo ver el borde, donde

la roca se funde con el olvido. Me detengo y permanezco de pie por un

momento, a varios metros de distancia. Abajo puedo ver el océano, que resbala y

produce espuma contra los acantilados que se extienden por kilómetros a cada

lado. La marea pega con furia contra las paredes impenetrables. Más al fondo,

hay una escarpada caída de al menos 50 metros.

A mi derecha, los turistas se alinean por todo el paisaje inferior; toman fotos

y desde aquí parecen una larga fila de hormigas. A mi izquierda se ubica Asia.

Frente a mí se encuentra el cielo y detrás mío está todo lo que alguna vez soñé y

que traigo conmigo.

¿Qué tal que esto es todo? ¿Qué tal que esto es todo lo que hay?

Miro a mi alrededor. Estoy solo. Doy el primer paso hacia la orilla del

acantilado.

El cuerpo humano parece venir equipado con un radar natural contra

situaciones que pueden conducirte a la muerte. Por ejemplo, cuando te acercas a

tres metros de distancia en el acantilado, que no tiene una barandilla protectora,

te invade una cierta tensión en el cuerpo. Se te endurece la espalda, la piel se te

eriza. Tus ojos se hiperenfocan en cada detalle que te rodea. Sientes los pies

hechos de concreto. Como si un imán invisible y gigante atrajera con suavidad tu

corpulencia para ponerla a salvo.

Pero lucho contra el imán. Arrastro mi pie hecho piedra más cerca de la

orilla.

A metro y medio, tu mente se une a la fiesta. Ahora puedes ver no sólo la

orilla del acantilado sino también hacia abajo de él, lo que induce una serie de

visiones indeseadas de caer y seguir cayendo hasta llegar a una muerte acuática.

Como si tu mente estuviera diciéndote: “Estás peligrosamente cerca. Amigo,

¿qué estás haciendo? Deja de moverte. Detente”.

Le ordeno a mi mente que se calle y continúo acercándome con lentitud.

A un metro, tu cuerpo se pone en alerta roja máxima. Ahora estás a un

trastabilleo de acabar con tu vida. Sientes que una ráfaga fuerte de viento podría

lanzarte hacia la eternidad azul que forman el cielo y el agua. Te tiemblan las

piernas, igual que las manos. Igual que tu voz, en caso de que necesites

recordarte que no estás a punto de caer en picada hacia tu muerte.

Ese metro de distancia es el límite absoluto para la mayoría de la gente. Estás

suficientemente cerca como para inclinarte hacia adelante y ver el fondo, pero

aún estás suficientemente lejos como para sentir que no te expones a un riesgo

real de matarte. Pararse tan cerca del borde de un acantilado, incluso de uno tan

hermoso e hipnotizante como el Cabo de Buena Esperanza, induce una

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!