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El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

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su vida”. Las personas que descubrían la falsedad en sus ideas de negocio eran

“demasiado ignorantes o no tenían experiencia” para entender su genialidad.

Quienes señalaban su vida de vago lo hacían “por celos” u “odiaban que tuviera

éxito porque lo envidiaban”.

Jimmy hizo algo de dinero, a pesar de que usualmente lo obtenía de manera

fraudulenta al plagiar las ideas de alguien más y vendiéndolas como si fueran

suyas, al obtener préstamos o, peor aún, al convencer a un incauto de que le

cediera acciones en su negocio. Incluso, de manera ocasional conseguía que lo

contrataran para hablar en público (¿sobre qué?, no me puedo imaginar) y recibir

remuneración.

Lo peor es que Jimmy se creía sus propias historias. Su delirio era a prueba

de balas, tanto, que era honestamente difícil enojarse con él, verlo en acción

resultaba sorprendente.

En algún momento de los años sesenta, “desarrollar una alta autoestima” —

tener pensamientos y sentimientos positivos sobre uno mismo— se convirtió en

el furor de la psicología. Las investigaciones arrojaron que la gente que se

pensaba con alta autoestima por lo general se desenvolvía mejor y causaba

menos problemas. Muchos investigadores y responsables políticos de aquella

época comenzaron a creer que elevar el autoestima de una población podía

desencadenar beneficios sociales tangibles como una menor tasa de crímenes,

mejores resultados académicos, mayor empleo, un menor déficit de

presupuesto . . . Como resultado de lo anterior, a principios de la siguiente

década —los setenta—, las prácticas de autoestima empezaron a ser enseñadas a

los padres, las enfatizaron terapistas, políticos y maestros, y se adoptaron como

política educativa. Las calificaciones infladas, por ejemplo, se implementaron

para conseguir que los chicos que no eran tan brillantes se sintieran mejor sobre

su bajo aprovechamiento. Se inventaron certificados de participación y trofeos

falsos para actividades mundanas y rutinarias; los niños recibían tareas tontas,

como escribir todas las razones por las que creían ser especiales o las cinco cosas

que les gustaban más de sí mismos. Los pastores y ministros predicaban en sus

congregaciones que cada uno era único y especial a los ojos de Dios, y que

estaban destinados a sobresalir de la medianía. Surgieron seminarios de negocios

y motivacionales, se coreó el mismo mantra paradójico: cada uno de nosotros

puede ser excepcional y masivamente exitoso.

Una generación después, ya tenemos la información. No todos somos

excepcionales. Resulta que el simple hecho de sentirse bien con uno mismo en

realidad no significa nada a menos que tengas una buena razón para sentirte bien

contigo mismo. Resulta también que la adversidad y el fracaso son, de hecho,

útiles e incluso necesarios para desarrollar adultos exitosos y fuertes en términos

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