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fue en el cometa Halley, dijo: “El temor a la muerte deriva del temor a la vida.
Un hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier
momento”.
De vuelta al acantilado, me agacho y echo la espalda hacia atrás. Pongo las
manos por detrás en el suelo y lentamente me voy sentando. Deslizo una pierna
de manera gradual sobre el borde del acantilado. Hay una pequeña roca que
sobresale, descanso ahí mi pie. Luego deslizo mi otro pie hacia el borde y lo
detengo en la misma roca. Permanezco sentado ahí un rato, recargado sobre las
palmas, dejando que el viento despeine mi cabello. La ansiedad ahora es
soportable, siempre y cuando me mantenga enfocado en el horizonte.
Después me siento derecho y de nuevo miro hacia abajo del acantilado. El
miedo vuelve a recorrerme la columna, electrifica mis extremidades y me
proporciona con precisión de láser las coordenadas exactas de cada centímetro
de mi cuerpo. En algunos momentos el miedo se torna sofocante, pero cada que
sucede, aclaro mis pensamientos, enfoco mi atención en el fondo del acantilado
debajo de mí, me obligo a considerar mi destino potencial y luego simplemente
percibo su existencia.
Estaba ahora sentado en la orilla del mundo, en el punto meridional de la
esperanza, en la puerta al Este. La sensación resulta impresionante. Puedo sentir
la adrenalina que bombea a través de mi organismo. Permanecer tan quieto y tan
consciente nunca se sintió tan emocionante. Escucho el viento, veo el océano y
miro hacia los confines de la Tierra, luego sonrío con la luz, todo lo que toca es
bueno.
Es importante enfrentar la realidad de nuestra propia mortalidad porque
elimina por completo todos los valores frágiles, superficiales y mediocres de la
vida. Mientras a muchas personas se les va la vida intentando ganar un dólar más
o un poco más de fama y atención o un poco más de certeza sobre si estarán en
lo correcto o si las aman, la muerte nos enfrenta a todos con una pregunta mucho
más dolorosa y trascendente: “¿Cuál es tu legado?”
¿Cómo será diferente y mejor el mundo cuando nos hayamos ido? ¿Qué
huella habrás dejado? ¿Qué influencia habrás causado? Dicen que una mariposa
que bate sus alas en África puede causar un huracán en Florida; luego entonces,
¿qué huracanes dejarás en tu velorio?
Como Becker lo señalaba, ésta es sin duda la única pregunta de verdad
importante en tu vida. Y, aun así, evitamos pensar en ella. Primero, porque es
difícil. Segundo, porque genera miedo. Tercero, porque no tenemos un carajo de
idea de lo que estamos haciendo.
Cuando evitamos esta pregunta, dejamos que los valores triviales y odiosos
tomen como rehenes a nuestros cerebros y que asuman el control de nuestros