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ya realizaron su trabajo y el cheque de la manutención aparece en el correo,
dicen: “¿Por qué . . . ?”. Si no hubiera sido por sus bajas expectativas y sus
estándares de los 20 años anteriores, no habrían llegado a ese ¿por qué?
Porque la felicidad requiere lucha, porque nace y crece de los problemas. La
dicha no simplemente brota de la tierra como las margaritas y los arcoíris. La
plenitud real, seria, duradera y el significado deben ganarse a través de elegir y
controlar nuestras luchas. Ya sea que sufras ansiedad o soledad, o un desorden
obsesivo-compulsivo, o un jefe insoportable que te arruina la mitad del día, la
solución se basa en la aceptación y en el involucramiento activo con la
experiencia negativa, no de evadirse ni de buscar salvarse de ella.
La gente desea tener un cuerpo impresionante; pero no logras uno a menos
que legítimamente aprecies el dolor y el estrés físico que conlleva vivir dentro de
un gimnasio hora tras hora; a menos que ames calcular y calibrar la comida que
comes, planeando tu vida en minúsculas porciones.
La gente quiere iniciar su propio negocio; pero no serás un exitoso
empresario a menos que encuentres un modo de apreciar el riesgo, la
incertidumbre, los repetidos fracasos y las miles de horas dedicadas a algo que
podría no hacerte ganar un centavo.
La gente desea una pareja, un cónyuge; pero no logras atraer a alguien
asombroso sin apreciar la turbulencia emocional que implica ir capoteando los
rechazos, crear esa tensión sexual que nunca se libera y quedarte mirando
perdidamente a un teléfono que nunca suena. Es parte del juego del amor. No
puedes ganar si no juegas.
Lo que determina tu éxito no es qué quieres disfrutar. La pregunta relevante
es qué dolor quieres continuar. El camino a la felicidad está lleno de montones
de suciedad y humillación.
Debes escoger algo. No puedes tener una vida libre de dolor. No todo puede
ser rosas y unicornios todo el tiempo. El placer es una pregunta fácil y casi todos
tenemos una respuesta similar.
La cuestión más interesante es el dolor. ¿Cuál es el dolor que quieres
mantener? Ésa es la pregunta difícil, la que importa, la pregunta que en verdad te
llevará a algo. Es la pregunta que puede cambiar una perspectiva, una vida. Es lo
que a mí me hace yo y a ti, tú. Es la que nos define y nos separa, y en última
instancia, la que nos une.
Durante la mayor parte de mi adolescencia y mi juventud, fantaseé con ser
músico: una estrella de rock, en particular. Cualquier canción ruda que
escuchaba, siempre cerraba los ojos y me imaginaba sobre el escenario,
tocándola frente a un público enardecido que gritaba y perdía la cabeza con mis
dedos prodigiosos rasgando la guitarra. Dicha fantasía me mantenía ocupado por