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El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

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del lago deja de ser una equivocación inocente y se convierte en una negligencia

terrible.

La historia del falso abuso de Meredith adquiere más sentido cuando

entendemos los valores bajo los que surgieron sus creencias. Primero que nada,

Meredith había tenido una relación tensa y difícil con su papá durante casi toda

su vida. Segundo, ella había entablado una serie de relaciones íntimas fallidas

con los hombres, incluyendo un matrimonio que fracasó.

Así que, en términos de sus valores, “las relaciones cercanas con los

hombres” no iban nada bien.

Entonces, recién iniciados los ochenta, Meredith se convirtió en una

feminista radical y comenzó a realizar investigaciones sobre abuso infantil. A

través de éstas conoció múltiples y terribles historias de abuso y trabajó con

sobrevivientes de incesto —generalmente niñas pequeñas— durante años.

También reportó con amplitud una serie de estudios inexactos que salieron en

esa época, estudios que más tarde se demostró que sobreestimaban, por mucho,

la prevalencia del abuso infantil. (El caso de estudio más famoso asentaba que

un tercio de las mujeres adultas habían sido abusadas sexualmente de niñas. Un

número que después se demostró que era falso.)

Y encima de todo, Meredith se enamoró e inició una relación con otra mujer,

una sobreviviente de incesto. Ella mantuvo una relación tóxica y de

codependencia con su pareja, un vínculo con el cual continuamente trataba de

“salvar” a su compañera de su traumático pasado. Su pareja también utilizaba

esas pretéritas experiencias como arma para causar culpa, para ganar el afecto de

Meredith (hablaré más sobre el tema de los límites en el capítulo 8). Mientras

tanto, la relación de Meredith con su padre se deterioró aún más (a él no le

encantaba la idea de que Meredith sostuviera una relación lésbica); por su parte,

ella empezó a acudir a terapia de manera casi compulsiva. Sus terapeutas, que

tenían sus propios valores y creencias, y sobre éstas basaban su propio actuar,

insistían en que su infelicidad no podía deberse sólo a su estresante labor

periodística o a sus fallidas relaciones amorosas, debía haber algo más, algo más

profundo.

Por aquel tiempo, un tipo de tratamiento llamado terapia de memoria

reprimida cobró auge. Durante la práctica un terapeuta inducía al paciente a

entrar en un estado de trance en el cual se le alentaba a hurgar y revivir en lo más

profundo de sus pensamientos recuerdos olvidados de la infancia. Estos

recuerdos por lo general eran positivos, pero asimismo se esperaba que —al

menos algunos de ellos— resultaran traumáticos.

Así que ahí estaba la pobre Meredith, miserable, investigando todos los días

casos de incesto y abusos sexuales infantiles, enojada con su padre, manteniendo

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