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Pero nunca lo lanzó. Siempre hubo algún pretexto: la resolución de su
trabajo no era suficientemente buena o justo acababa de pintar algo mejor o aún
no estaba en posición de dedicarle el tiempo necesario.
Los años pasaron y nunca dejó su “trabajo real”. ¿Por qué? Porque a pesar de
soñar con vivir de su arte, la posibilidad real de convertirse en un Artista que aún
no le gusta a nadie le producía más temor que ser un Artista del que nadie ha
escuchado. Al menos, él estaba cómodo siendo —y ya se había acostumbrado a
ser— un Artista del que nadie ha escuchado.
Tuve otro amigo que era muy fiestero; siempre salía de noche y perseguía
chicas. Después de años de vivir “la gran vida”, tristemente se quedó solo,
deprimido y enfermo. Quería abandonar ese estilo de vida, hablaba con una
envidia feroz de aquellos que tenían relaciones estables y habían “sentado
cabeza” más que él. Sin embargo, nunca cambió. Pasaron los años, noche vacía
tras noche vacía, mientras él bebía una botella después de otra. Siempre hubo
una excusa. Siempre hubo una razón por la que no podía parar.
Renunciar a sus hábitos amenazaba demasiado su identidad. Él solo sabía ser
el Alma de la fiesta. Renunciar a eso habría equivalido a cometer harakiri
psicológico.
Todos tenemos valores sobre nosotros mismos y los protegemos. Tratamos
de estar a la altura de ellos, los justificamos y los mantenemos. Incluso, aunque
no queramos, así es como funciona nuestro cerebro. Como lo comenté antes,
estamos injustamente sesgados hacia lo que ya conocemos, hacia lo que creemos
que es verdadero. Si yo creo que soy un tipo agradable, evitaré situaciones que
podrían contradecir esa creencia. Si creo que soy un chef maravilloso, buscaré
oportunidades de probármelo a mí mismo una y otra vez. La creencia siempre
prevalece. Hasta que no cambiemos cómo nos percibimos, en lo que creemos
que somos y no somos, no podremos superar nuestra evasión y ansiedad. No
podremos cambiar.
Bajo esta luz, “conocerte a ti mismo” o “encontrarte a ti mismo” puede ser
peligroso. Puede consolidarte en un rol estricto y abrumarte con expectativas
innecesarias. Puede aislarte de tu potencial interior y de las oportunidades
exteriores.
Yo digo, no te encuentres. Yo digo, nunca sepas quién eres. Porque eso te
mantendrá esforzándote y descubriendo. Y te forzará a mantenerte humilde en
tus juicios y a aceptar las diferencias en los demás.
Mátate
El budismo postula que tu concepto de “quien eres” es un constructo mental
arbitrario y que deberías dejar de aferrarte a la idea de que “tú” existes. Todos