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El-Sutil-Arte-de-Que-Te-Importe-Un-Carajo-Un-Enfoque-Disruptivo-Para-Vivir-Una-Buena-Vida-PDFDrive

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Armado con este sentimiento grandioso de conectividad con el mundo, iba

de un lado a otro entre países y océanos, en un juego de ping-pong que duró más

de cinco años. Visité 55 naciones, hice decenas de amigos y me encontré en los

brazos de un buen número de amantes, amigos que pronto fueron reemplazados

y amantes que olvidé durante el vuelo hacia el siguiente destino.

Era una vida extraña, repleta de experiencias fantásticas y que me abrieron el

horizonte, pero también de bienestares efímeros diseñados para adormecer el

dolor que subyacía. Se sentía tan profundo y tan poco significativo al mismo

tiempo, y aún me lo sigue pareciendo. Algunas lecciones más grandes de vida y

momentos que definieron mi carácter sucedieron durante este periodo; pero

algunos de mis más grandes desperdicios de tiempo y energía también ocurrieron

durante la misma etapa.

Ahora vivo en Nueva York. Tengo una casa bien amueblada, una renta

mensual de electricidad y una esposa. Nada de eso es en especial glamoroso o

emocionante. Y me gusta que sea así, porque después de años de emociones, la

lección más grande que aprendí de mis aventuras fue la siguiente: la libertad

absoluta, en sí misma, no significa nada.

La libertad te brinda la oportunidad de un significado mayor, pero en sí

misma no hay nada necesariamente significativo sobre ella. Total, la única forma

de encontrar un significado y un sentido de importancia en la propia vida es a

través del rechazo de alternativas, una reducción de la libertad, comprometerse a

un sólo lugar, a una creencia o (¡gulp!) a una persona.

Esta toma de conciencia la adquirí lentamente durante mis años de viajero.

Como con la mayoría de los excesos en la vida, tienes que ahogarte en ellos para

darte cuenta de que no te hacen feliz. Así me pasó al viajar. Conforme me

ahogaba en el país 53, 54 y 55, comencé a entender que, aunque todas mis

experiencias resultaron emocionantes y fenomenales, pocas tendrían un

significado duradero. Mientras que mis amigos en Estados Unidos comenzaban a

casarse, a comprar casas y a dedicar su tiempo a relaciones interesantes o temas

políticos, yo flotaba de un bienestar efímero a otro.

En 2011 viajé a San Petersburgo, Rusia. La comida era espantosa. El clima

igual (¿nieve en mayo?, ¿en serio?). Mi departamento era paupérrimo. La gente

se comportaba grosera y olía extraño. Nadie sonreía y todos bebían demasiado.

Sin embargo, amé la ciudad. Fue uno de mis viajes favoritos.

Hay cierta franqueza en la cultura rusa que por lo general no le agrada a los

occidentales. Allá no se andan con falsas delicadezas ni telarañas verbales de

cortesía. No le sonríen a los extraños ni fingen que les gusta algo que no. En

Rusia, si algo es estúpido, dices que es estúpido. Si alguien es un cabrón, le dices

que se comporta como un cabrón. Si en realidad te gusta alguien y estás pasando

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