Manual de Metodologia e Boas Práticas para a Elaboração de um ...

Referencias
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En una segunda fase se pasó a un “urbanismo estructurante” del
conjunto de la ciudad, vinculando, uniendo y haciendo accesibles –
con espacio público- las distintas zonas urbanas que habían estado,
aisladas las unas de las otras. La recuperación de grandes espacios
naturales – de ribera o de montaña- , la creación de ejes urbanos en
los que podían convivir el automóvil y el peatón, se convirtieron en
los emblemas de esta etapa.
Seguramente, son estas dos primeras etapas, en las que la creatividad y el
buen uso de recursos de diseño fueron más claros. Se diseñaron “buenos
espacios públicos para la ciudadanía”.
Después, con la “desestatización” del Estado del bienestar, en el marco de
las políticas neoliberales, los gobiernos locales fueron perdiendo peso
específico en la capacidad de toma de decisiones para “hacer ciudad”. Se
optó por competir para conseguir “no-lugares” – centros comerciales,
aeropuertos, intercambiadores modales, etc.- y con ellos llegó la necesidad
del “confort y de la seguridad”.
El espacio público de calidad debe definirse por estar expuesto al frío, al
viento, a la lluvia, pero sobre todo al “otro”, a ese otro que toma formas
distintas en el imaginario colectivo – los sin techo, los trabajadores, los
inmigrantes, etc.-.
Por el contrario el espacio del confort se define por una doble dimensión
de calidad. La primera es el “control sobre el accidente, sobre el riesgo”
– metereológico o social – priorizando la seguridad aunque sea a costa
de las libertades públicas. El segundo se define por el “estereotipo
global” de la fachada, de la piel. Este espacio público de calidad no
tiene como objetivo, generar un posible lugar de encuentro y convivencia
entre la ciudadanía. Este espacio público de calidad sigue unos patrones
y unas normas dictadas desde el exterior de la propia ciudadanía. Debe
jugar un juego muy preciso: el de la tabula rasa para la creación de
aquellos que, hoy actúan aquí y mañana se deslocalizan.
Es imprescindible volver a pensar la calidad del espacio público,
desde una dimensión de ciudadanía y de participación, para poder
construir realmente una ciudad para todos, en la que todos podamos
vivir una vida buena.