30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

escarmi<strong>en</strong>to que por experi<strong>en</strong>cia, que una f<strong>el</strong>icidad tan fácil no podía durar mucho<br />

tiempo. Así que antes de que la noche empezara a decaer, como ocurría siempre después<br />

de la repartición de <strong>los</strong> premios a <strong>los</strong> ~nejores disfraces, le propuso a la muchacha que<br />

se fueran a contemplar <strong>el</strong> amanecer desde <strong>el</strong> faro. Ella aceptó complacida, pero después<br />

que acabaran de repartir <strong>los</strong> premios.<br />

A Flor<strong>en</strong>tino Ariza le quedó la certeza de que aqu<strong>el</strong>la demora le salvó la vida. En<br />

efecto, la Muchacha le había hecho una seña de que se fueran para <strong>el</strong> faro, cuando dos<br />

cancerberos y una <strong>en</strong>fermera d<strong>el</strong> manicomio de la Divina Pastora le cayeron <strong>en</strong>cima. La<br />

buscaban desde que se escapó, a las tres de la tarde, no sólo <strong>el</strong><strong>los</strong> sino toda la fuerza<br />

pública. Había decapitado a un guardián y herido mal a otros dos con un machete que le<br />

arrebató al jardinero, porque quería salir a bailar <strong>en</strong> <strong>el</strong> carnaval. Pero a nadie se le había<br />

ocurrido que estuviera bailando <strong>en</strong> la calle, sino escondida <strong>en</strong> alguna de las tantas casas<br />

que habían registrado hasta <strong>en</strong> las cisternas.<br />

No fue fácil llevárs<strong>el</strong>a. Se def<strong>en</strong>dió con unas tijeras de podar que t<strong>en</strong>ía ocultas <strong>en</strong><br />

<strong>el</strong> corpiño, y se necesitaron seis hombres para ponerle la camisa de fuerza, mi<strong>en</strong>tras la<br />

muchedumbre atascada <strong>en</strong> la Plaza de la Aduana aplaudía y rechiflaba de júbilo,<br />

crey<strong>en</strong>do que la captura sangri<strong>en</strong>ta era una de las tantas farsas d<strong>el</strong> carnaval. Flor<strong>en</strong>tino<br />

Ariza quedó desgarrado, y desde <strong>el</strong> Miércoles de C<strong>en</strong>iza pasaba por la calle de la Divina<br />

Pastora con una caja de chocolates ingleses para <strong>el</strong>la. Se quedaba vi<strong>en</strong>do a las reclusas<br />

que le gritaban toda clase de improperios y piropos por las v<strong>en</strong>tanas, las alborotaba con<br />

la caja de chocolates, por si acaso t<strong>en</strong>ía la suerte de que también se asomara <strong>el</strong>la por<br />

<strong>en</strong>tre las barras de hierro. Pero nunca la vio. Meses después, al bajarse d<strong>el</strong> tranvía de<br />

mulas, una niñita que iba con su padre le pidió una bolita de chocolate de la caja que él<br />

llevaba <strong>en</strong> la mano. El padre la regañó y le pidió excusas a Flor<strong>en</strong>tino Ariza. Pero él le dio<br />

la caja completa a la niña p<strong>en</strong>sando que aqu<strong>el</strong> gesto lo redimía de toda amargura, y<br />

calmó al papá con una palmadita <strong>en</strong> <strong>el</strong> hombro.<br />

-Eran para un <strong>amor</strong> que se lo llevó <strong>el</strong> carajo -le dijo.<br />

Como una comp<strong>en</strong>sación d<strong>el</strong> destino, también fue <strong>en</strong> <strong>el</strong> tranvía de mulas donde<br />

Flor<strong>en</strong>tino Ariza conoció a Leona Cassiani, que fue la verdadera mujer de su vida, aunque<br />

ni él ni <strong>el</strong>la lo supieron nunca, ni nunca hicieron <strong>el</strong> <strong>amor</strong>. Él la había s<strong>en</strong>tido antes de<br />

verla cuando iba de regreso a casa <strong>en</strong> <strong>el</strong> tranvía de las cinco: fue una mirada material<br />

que lo tocó como si fuera un dedo. Levantó la vista y la vio, <strong>en</strong> <strong>el</strong> extremo opuesto, pero<br />

muy bi<strong>en</strong> definida <strong>en</strong>tre <strong>los</strong> otros pasajeros. Ella no apartó la mirada. Al contrario: la<br />

sostuvo con tanto descaro que él no podía p<strong>en</strong>sar sino lo que p<strong>en</strong>só: negra, jov<strong>en</strong> y<br />

bonita, pero puta sin lugar a dudas. La descartó de su vida, porque no podía concebir<br />

nada más indigno que pagar <strong>el</strong> <strong>amor</strong>: no lo hizo nunca.<br />

Flor<strong>en</strong>tino Ariza se bajó <strong>en</strong> La Plaza de <strong>los</strong> Coches, que era la terminal d<strong>el</strong> tranvía,<br />

se escabulló a toda prisa por <strong>el</strong> laberinto d<strong>el</strong> comercio porque su madre lo esperaba a las<br />

seis, y cuando salió al otro lado de la muchedumbre oyó <strong>el</strong> taconeo de mujer alegre <strong>en</strong><br />

<strong>los</strong> adoquines, y se volvió a mirar para conv<strong>en</strong>cerse de lo que ya sabía: era <strong>el</strong>la. Estaba<br />

vestida como las esclavas de <strong>los</strong> grabados, con una pollera de volantes que se levantaba<br />

con un ademán de baile para pasar sobre <strong>los</strong> charcos de las calles, un descote que le<br />

dejaba <strong>los</strong> hombros descubiertos, un mazo de collares de colores y un turbante blanco. Él<br />

las conocía <strong>en</strong> <strong>el</strong> hot<strong>el</strong> de paso. Sucedía a m<strong>en</strong>udo que a las seis de la tarde estaban<br />

todavía con <strong>el</strong> desayuno, y <strong>en</strong>tonces no les quedaba más recurso que usar <strong>el</strong> sexo como<br />

un cuchillo de salteador de vereda, y se lo ponían <strong>en</strong> la garganta al primero que<br />

<strong>en</strong>contraban <strong>en</strong> la calle: la pinga o la vida. En busca de una prueba final, Flor<strong>en</strong>tino Ariza<br />

cambió de s<strong>en</strong>tido, se metió por <strong>el</strong> callejón desierto de El Candilejo, y <strong>el</strong>la lo siguió cada<br />

vez más de cerca. Entonces él se detuvo, se volvió, le cerró <strong>el</strong> paso <strong>en</strong> la acera apoyado<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> paraguas con las dos manos. Ella se le plantó <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te.<br />

-Estás equivocada, linda -dijo él-: yo no lo doy.<br />

-Claro que sí -dijo <strong>el</strong>la-: se te ve <strong>en</strong> la cara.<br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 101<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!