gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
La última t<strong>en</strong>tativa d<strong>el</strong> doctor Urbino fue la mediación de la hermana Franca de la<br />
Luz, superiora d<strong>el</strong> colegio de la Pres<strong>en</strong>tación de la Santísima Virg<strong>en</strong>, qui<strong>en</strong> no podía<br />
negarse a la solicitud de ufamilia que había favorecido a su comunidad desde que se<br />
estableció <strong>en</strong> las Américas. Apareció acompañada por una novicia a las nueve de la<br />
mañana, y ambas tuvieron que <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>erse media hora con las jaulas de pájaros<br />
mi<strong>en</strong>tras Fermina Daza terminaba de bañarse. Era una alemana viril con un ac<strong>en</strong>to<br />
metálico y una mirada imperativa que no t<strong>en</strong>ían ninguna r<strong>el</strong>ación con sus pasiones<br />
pueriles.<br />
No había nada <strong>en</strong> este mundo que Fermina Daza odiara más que a <strong>el</strong>la, y a cuanto<br />
tuviera que ver<br />
con <strong>el</strong>la, y <strong>el</strong> solo recuerdo de su falsa piedad le causaba un reconcomio de<br />
alacranes <strong>en</strong> las <strong>en</strong>trañas. Le bastó con reconocerla desde la puerta d<strong>el</strong> baño para revivir<br />
de un golpe <strong>los</strong> suplicios d<strong>el</strong> colegio, <strong>el</strong> sueño insoportable de la misa diaria, <strong>el</strong> terror de<br />
<strong>los</strong> exám<strong>en</strong>es, la dilig<strong>en</strong>cia servil de las novicias, la vida <strong>en</strong>tera pervertida por <strong>el</strong> prisma<br />
de la pobreza de espíritu. La hermana Franca de la Luz, <strong>en</strong> cambio, la saludó con un<br />
júbilo que parecía sincero. Se sorpr<strong>en</strong>dió de cuánto había crecido y madurado, y alabó <strong>el</strong><br />
juicio con que llevaba la casa, <strong>el</strong> bu<strong>en</strong> gusto d<strong>el</strong> patio, <strong>el</strong> brasero de <strong>los</strong> azahares. Le<br />
ord<strong>en</strong>ó a la novicia que la esperara ahí, sin acercarse demasiado a <strong>los</strong> cuervos, que <strong>en</strong> un<br />
descuido podían sacarle <strong>los</strong> ojos, y buscó un lugar apartado donde s<strong>en</strong>tarse a conversar a<br />
solas con Fermina. Ella la invitó a la sala.<br />
Fue una visita breve y áspera. La hermana Franca de la Luz, sin perder <strong>el</strong> tiempo<br />
<strong>en</strong> preámbu<strong>los</strong>' le ofreció a Fermina Daza una rehabilitación honorable. La causa de la<br />
expulsión sería borrada no sólo de las actas sino de la memoria de la comunidad, y esto<br />
le permitiría terminar <strong>los</strong> estudios y obt<strong>en</strong>er <strong>el</strong> diploma de Bachiller <strong>en</strong> Letras. Fermina<br />
Daza, perpleja, quiso conocer <strong>el</strong> motivo.<br />
-Es la petición de algui<strong>en</strong> que lo merece todo, y cuyo único anh<strong>el</strong>o es hacerte f<strong>el</strong>iz<br />
-dijo la monja-. ¿Sabes quién es?<br />
Entonces <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dió. Se preguntó con qué autoridad servía como emisaria d<strong>el</strong> <strong>amor</strong><br />
una mujer que le había torcido la vida por una carta inoc<strong>en</strong>te, pero no se atrevió a<br />
decirlo. Dijo, <strong>en</strong> cambio, que sí, que <strong>el</strong>la conocía a ese hombre, y por lo mismo sabía que<br />
no t<strong>en</strong>ía ningún derecho a inmiscuirse <strong>en</strong> su vida.<br />
-Lo único que te suplica es que le permitas conversar contigo cinco minutos -dijo<br />
la monja-. Estoy segura de que tu padre estará de acuerdo.<br />
La rabia de Fermina Daza se hizo más int<strong>en</strong>sa por la idea de que su padre fuera<br />
cómplice de aqu<strong>el</strong>la visita.<br />
-Nos vimos dos veces cuando estuve <strong>en</strong>ferma --dijo-. Ahora no hay ninguna<br />
razón.<br />
-Para cualquier mujer con dos dedos de fr<strong>en</strong>te ese hombre es un regalo de la<br />
Divina Provid<strong>en</strong>cia -dijo la monja.<br />
Siguió hablando de sus virtudes, de su devoción, de su consagración al servicio de<br />
<strong>los</strong> doloridos. Mi<strong>en</strong>tras hablaba, se sacó de la manga una camándula de oro con <strong>el</strong> Cristo<br />
tallado <strong>en</strong> marfil, y la movió fr<strong>en</strong>te a <strong>los</strong> ojos de Fermina Daza. Era una r<strong>el</strong>iquia de<br />
familia, antigua de más de ci<strong>en</strong> años, tallada por un orfebre de Si<strong>en</strong>a y b<strong>en</strong>decida por<br />
Clem<strong>en</strong>te IV.<br />
-Es tuya -dijo.<br />
Fermina Daza sintió <strong>el</strong> torr<strong>en</strong>te de sangre atrop<strong>el</strong>lado <strong>en</strong> sus v<strong>en</strong>as, y <strong>en</strong>tonces se<br />
atrevió.<br />
-No me explico cómo es que usted se presta para esto -dijo-, si le parece que <strong>el</strong><br />
<strong>amor</strong> es pecado.<br />
72 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera