gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
irrecuperable, como nunca, aunque no compr<strong>en</strong>dió la razón hasta no ver la curva de su<br />
vi<strong>en</strong>tre bajo la túnica de seda: estaba <strong>en</strong>cinta de seis meses. Sin embargo, lo que más lo<br />
impresionó fue que <strong>el</strong>la y su marido formaban una pareja admirable, y ambos manejaban<br />
<strong>el</strong> mundo con tanta fluidez que parecían flotar por <strong>en</strong>cima de <strong>los</strong> escol<strong>los</strong> de la realidad.<br />
Flor<strong>en</strong>tino Ariza no sintió c<strong>el</strong>os ni rabia, sino un gran desprecio de sí mismo. Se sintió<br />
pobre, feo, inferior, y no sólo indigno de <strong>el</strong>la sino de cualquier otra mujer sobre la tierra.<br />
Así que había vu<strong>el</strong>to. Regresaba sin ningún motivo para arrep<strong>en</strong>tirse d<strong>el</strong> vu<strong>el</strong>co<br />
que le había dado ~a su vida. Al contrario: cada vez tuvo m<strong>en</strong>os, sobre todo después de<br />
sobrevivir a la cuesta de <strong>los</strong> primeros años. Más meritorio aún <strong>en</strong> <strong>el</strong> caso de <strong>el</strong>la, que<br />
había llegado a la noche de bodas todavía con las brumas de la inoc<strong>en</strong>cia. Había<br />
empezado a perderla <strong>en</strong> <strong>el</strong> curso de su viaje por la provincia de la prima Hildebranda. En<br />
Valledupar <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dió por fin por qué <strong>los</strong> gal<strong>los</strong> correteaban a las gallinas, pres<strong>en</strong>ció la<br />
ceremonia brutal de <strong>los</strong> burros, vio nacer <strong>los</strong> terneros, y oyó hablar a las primas con<br />
naturalidad de cuáles parejas de la familia seguían haci<strong>en</strong>do <strong>el</strong> <strong>amor</strong> y cuáles y cuándo y<br />
por qué habían dejado de hacerlo aunque siguieran vivi<strong>en</strong>do juntas. Fue <strong>en</strong>tonces cuando<br />
se inició <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>amor</strong>es solitarios, con la rara s<strong>en</strong>sación de estar descubri<strong>en</strong>do algo que<br />
sus instintos sabían desde siempre, primero <strong>en</strong> la cama, con <strong>el</strong> ali<strong>en</strong>to <strong>amor</strong>dazado para<br />
no d<strong>el</strong>atarse <strong>en</strong> <strong>el</strong> dormitorio compartido con media doc<strong>en</strong>a de primas, y después a dos<br />
manos tumbada a la bartola <strong>en</strong> <strong>el</strong> piso d<strong>el</strong> baño, con <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o su<strong>el</strong>to y fumando sus<br />
primeras califias de arriero. Siempre lo hizo con unas dudas de conci<strong>en</strong>cia que sólo logró<br />
superar después de casada, y siempre <strong>en</strong> un secreto absoluto, mi<strong>en</strong>tras que las primas<br />
alardeaban <strong>en</strong>tre <strong>el</strong>las no sólo de la cantidad de veces <strong>en</strong> un día, sino incluso de la forma<br />
y <strong>el</strong> tamaño de sus orgasmos. Sin embargo, a pesar d<strong>el</strong> embrujo de aqu<strong>el</strong><strong>los</strong> ritos<br />
iniciales, siguió arrastrando la cre<strong>en</strong>cia de que la pérdida de la virginidad era un sacrificio<br />
sangri<strong>en</strong>to.<br />
De modo que su fiesta de bodas, una de las más ruidosas de las postrimerías d<strong>el</strong><br />
siglo pasado, transcurrió para <strong>el</strong>la <strong>en</strong> las vísperas d<strong>el</strong> horror. La angustia de la luna de<br />
mi<strong>el</strong> la afectó mucho más que <strong>el</strong> escándalo social por <strong>el</strong> matrimonio con un galán como<br />
no había dos <strong>en</strong> esos años. Desde que empezaron a correr las amonestaciones <strong>en</strong> la misa<br />
mayor de la catedral, Fermina Daza volvió a recibir esqu<strong>el</strong>as anónimas, algunas con<br />
am<strong>en</strong>azas de muerte, pero ap<strong>en</strong>as si las veía pasar, pues todo <strong>el</strong> miedo de que era capaz<br />
lo t<strong>en</strong>ía ocupado por la inmin<strong>en</strong>cia de la violación. Era <strong>el</strong> modo correcto de tratar <strong>los</strong><br />
anónimos, aunque <strong>el</strong>la no lo hiciera a propósito, <strong>en</strong> una clase acostumbrada por las<br />
burlas históricas a bajar la cabeza ante <strong>los</strong> hechos cumplidos. Así que todo cuanto le era<br />
adverso se iba poni<strong>en</strong>do de parte suya a medida que la boda se sabía irrevocable. Ella lo<br />
notaba <strong>en</strong> <strong>los</strong> cambios graduales d<strong>el</strong> cortejo de mujeres lívidas, degradadas por la artritis<br />
y <strong>los</strong> res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos, que un día se conv<strong>en</strong>cían de la vanidad de sus intrigas y aparecían<br />
sin anunciarse <strong>en</strong> <strong>el</strong> parquecito de Los Evang<strong>el</strong>ios, como si fuera <strong>en</strong> la propia casa,<br />
cargadas de recetas de cocina y de rega<strong>los</strong> augurales. Tránsito Ariza conocía aqu<strong>el</strong><br />
mundo, aunque sólo esa vez lo sufrió <strong>en</strong> carne propia, y sabía que sus cli<strong>en</strong>tas<br />
reaparecían <strong>en</strong> vísperas de las fiestas grandes a pedirle <strong>el</strong> favor de que des<strong>en</strong>terrara sus<br />
múcuras y les prestara las joyas empeñadas, por sólo veinticuatro horas, mediante <strong>el</strong><br />
pago de un interés adicional. Hacía mucho tiempo que no ocurría como esa vez, que las<br />
múcuras se quedaron vacías para que las señoras de ap<strong>el</strong>lidos largos abandonaran sus<br />
santuarios de sombras y aparecieran radiantes, con sus propias joyas prestadas, <strong>en</strong> una<br />
boda como no se vio otra de tanto espl<strong>en</strong>dor <strong>en</strong> <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> siglo, y cuya gloria final fue<br />
<strong>el</strong> padrinazgo d<strong>el</strong> doctor Rafa<strong>el</strong> Núñez, tres veces presid<strong>en</strong>te de la república, filósofo,<br />
poeta y autor de la letra d<strong>el</strong> Himno Nacional, según podía apr<strong>en</strong>derse desde <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong><br />
algunos diccionarios reci<strong>en</strong>tes. Fermina Daza llegó al altar mayor de la catedral d<strong>el</strong> brazo<br />
de su padre, a qui<strong>en</strong> <strong>el</strong> traje de etiqueta le infundió por un día un aire equívoco de<br />
respetabilidad. Se casó para siempre fr<strong>en</strong>te al altar mayor de la catedral <strong>en</strong> una misa<br />
conc<strong>el</strong>ebrada por tres obispos, a las once de la mañana d<strong>el</strong> viernes de gloria de la<br />
Santísima Trinidad, y sin un p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to de caridad para Flor<strong>en</strong>tino Ariza, que a esa<br />
hora d<strong>el</strong>iraba de fiebre, muriéndose por <strong>el</strong>la, <strong>en</strong> la intemperie de un buque que no había<br />
de llevarlo al olvido. Durante la ceremonia, y después <strong>en</strong> la fiesta, mantuvo una sonrisa<br />
que parecía fijada con albayalde, un gesto sin alma que algunos interpretaron como la<br />
Gabri<strong>el</strong> García Márquez 87<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera