30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

América Vicuña, desnuda por completo, acabó de despertar.<br />

-Debe ser por <strong>el</strong> P<strong>en</strong>tecostés -dijo.<br />

Flor<strong>en</strong>tino Ariza no era experto ni mucho m<strong>en</strong>os <strong>en</strong> <strong>los</strong> negocios de la iglesia, ni<br />

había vu<strong>el</strong>to a misa desde que tocaba <strong>el</strong> violín <strong>en</strong> <strong>el</strong> coro con un alemán que le <strong>en</strong>señó<br />

además la ci<strong>en</strong>cia d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>égrafo, y de cuyo destino no se tuvo nunca una noticia cierta.<br />

Pero sabía sin duda que las campanas no doblaban por <strong>el</strong> P<strong>en</strong>tecostés. Había un du<strong>el</strong>o <strong>en</strong><br />

la ciudad, por cierto, y él lo sabía. Una comisión de refugiados d<strong>el</strong> Caribe había estado <strong>en</strong><br />

su casa aqu<strong>el</strong>la mañana para informarle que Jeremiah de Saint-Amour había amanecido<br />

muerto <strong>en</strong> su taller de fotógrafo. Aunque Flor<strong>en</strong>tino Ariza no era su amigo cercano, lo era<br />

de otros muchos refugiados que siempre lo invitaban a sus actos públicos, y sobre todo a<br />

sus <strong>en</strong>tierros. Pero estaba seguro de que las campanas no doblaban por Jeremiah de<br />

SaintAmour, que era un incrédulo militante y un anarquista empedernido, y que además<br />

había muerto por su propia mano.<br />

-No -dijo-, unos dobles así sólo pued<strong>en</strong> ser de gobernador para arriba.<br />

América Vicuña, con <strong>el</strong> pálido cuerpo atigrado por las rayas de luz de las persianas<br />

mal cerradas, no t<strong>en</strong>ía edad para p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> la muerte. Habían hecho <strong>el</strong> <strong>amor</strong> después d<strong>el</strong><br />

almuerzo y estaban acostados <strong>en</strong> la resaca de la siesta, ambos desnudos bajo <strong>el</strong><br />

v<strong>en</strong>tilador de aspas, cuyo zumbido no alcanzaba a ocultar la crepitación de granizo de <strong>los</strong><br />

gallinazos caminando sobre <strong>el</strong> techo de cinc recal<strong>en</strong>tado. Flor<strong>en</strong>tino Ariza la amaba como<br />

había amado a tantas otras mujeres casuales <strong>en</strong> su larga vida, pero a ésta la amaba con<br />

más angustia que a ninguna porque t<strong>en</strong>ía la certidumbre de estar muerto de viejo<br />

cuando <strong>el</strong>la terminara la escu<strong>el</strong>a superior.<br />

El cuarto parecía más bi<strong>en</strong> un camarote de barco, con paredes de listones de<br />

madera muchas veces pintados <strong>en</strong>cima de la pintura anterior, como <strong>los</strong> barcos, pero <strong>el</strong><br />

calor era más int<strong>en</strong>so que <strong>el</strong> de <strong>los</strong> camarotes de <strong>los</strong> buques d<strong>el</strong> río a las cuatro de la<br />

tarde, aun con <strong>el</strong> v<strong>en</strong>tilador <strong>el</strong>éctrico colgado sobre la cama, por la reverberación d<strong>el</strong><br />

techo metálico. No era un dormitorio formal sino un camarote de tierra firme mandado<br />

construir por Flor<strong>en</strong>tino Ariza detrás de sus oficinas de la C.F.C., sin más propósitos ni<br />

pretextos que <strong>los</strong> de t<strong>en</strong>er una bu<strong>en</strong>a guarida para sus <strong>amor</strong>es de viejo. En <strong>los</strong> días<br />

ordinarios era difícil dormir allí con <strong>los</strong> gritos de <strong>los</strong> estibadores y <strong>el</strong> estru<strong>en</strong>do de las<br />

grúas d<strong>el</strong> puerto fluvial, y <strong>los</strong> bramidos <strong>en</strong>ormes de <strong>los</strong> buques <strong>en</strong> <strong>el</strong> mu<strong>el</strong>le. Sin<br />

embargo, para la niña era un paraíso dominical.<br />

El día de P<strong>en</strong>tecostés p<strong>en</strong>saban estar juntos hasta que <strong>el</strong>la tuviera que volver al<br />

internado, cinco minutos antes d<strong>el</strong> Áng<strong>el</strong>us, pero <strong>los</strong> dobles le hicieron recordar a<br />

Flor<strong>en</strong>tino Ariza su promesa de asistir al <strong>en</strong>tierro de Jeremiah de Saint-Amour, y se vistió<br />

más de prisa que de costumbre. Antes, como siempre, le tejió a la niña la tr<strong>en</strong>za solitaria<br />

que él mismo le soltaba antes de hacer <strong>el</strong> <strong>amor</strong>, y la subió <strong>en</strong> la mesa para hacerle <strong>el</strong><br />

lazo de <strong>los</strong> zapatos d<strong>el</strong> uniforme, que <strong>el</strong>la siempre hacía mal. La ayudaba sin malicia, y<br />

<strong>el</strong>la lo ayudaba a ayudarla como si fuera un deber: ambos habían perdido la conci<strong>en</strong>cia<br />

de sus edades desde <strong>los</strong> primeros <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros, y se trataban con la confianza de dos<br />

esposos que se habían ocultado tantas cosas <strong>en</strong> esta vida que ya no les quedaba casi<br />

nada para decirse.<br />

Las oficinas estaban cerradas y a oscuras por <strong>el</strong> día feriado, y <strong>en</strong> <strong>el</strong> mu<strong>el</strong>le<br />

desierto había sólo un buque con las calderas apagadas. El bochorno anunciaba lluvias,<br />

las primeras d<strong>el</strong> año, pero la transpar<strong>en</strong>cia d<strong>el</strong> aire y <strong>el</strong> sil<strong>en</strong>cio dominical d<strong>el</strong> puerto<br />

parecían de un mes b<strong>en</strong>igno. Desde allí era más crudo <strong>el</strong> mundo que <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>umbra d<strong>el</strong><br />

camarote, y dolían más <strong>los</strong> dobles aun sin saber por quién eran. Flor<strong>en</strong>tino Ariza y la niña<br />

bajaron al patio de salitre que había servido de puerto negrero a <strong>los</strong> españoles y donde<br />

todavía quedaban restos de la pesa y otros fierros carcomidos d<strong>el</strong> comercio de esclavos.<br />

El automóvil <strong>los</strong> esperaba a la sombra de las bodegas, y no despertaron al chofer<br />

dormido sobre <strong>el</strong> volante mi<strong>en</strong>tras no estuvieron instalados <strong>en</strong> <strong>los</strong> asi<strong>en</strong>tos. El automóvil<br />

dio la vu<strong>el</strong>ta por detrás de las bodegas cercadas con alambre de gallinero, atravesó <strong>el</strong><br />

espacio d<strong>el</strong> antiguo mercado de la bahía de las Ánimas, donde había adultos casi<br />

desnudos<br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 151<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!