gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Se despidió pasadas las seis, cuando empezaron a <strong>en</strong>c<strong>en</strong>der las luces de la casa.<br />
Se s<strong>en</strong>tía más seguro, pero sin demasiadas ilusiones, porque no olvidaba <strong>el</strong> carácter<br />
voluble y las reacciones imprevistas de Fermina Daza a <strong>los</strong> veinte años, y no t<strong>en</strong>ía<br />
razones para p<strong>en</strong>sar que hubiera cambiado. Por eso se atrevió a preguntarle con una<br />
humildad sincera si podía volver otro día, y la respuesta volvió a sorpr<strong>en</strong>derlo.<br />
-Vu<strong>el</strong>va cuando quiera -dijo <strong>el</strong>la---. Casi siempre estoy sola.<br />
Cuatro días después, <strong>el</strong> martes, volvió sin anunciarse, y <strong>el</strong>la no esperó a que<br />
sirvieran <strong>el</strong> té para hablarle de cuánto le habían servido sus cartas. Él dijo que no eran<br />
cartas <strong>en</strong> un s<strong>en</strong>tido estricto, sino hojas su<strong>el</strong>tas de un libro que le hubiera gustado<br />
escribir. También <strong>el</strong>la lo había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido así. Tanto, que p<strong>en</strong>saba devolvérs<strong>el</strong>as, si él no<br />
lo tomaba como un desaire' para que les diera un mejor destino. Siguió hablando d<strong>el</strong><br />
bi<strong>en</strong> que le habían hecho <strong>en</strong> <strong>el</strong> duro trance que estaba vivi<strong>en</strong>do, y lo hacía con tanto<br />
<strong>en</strong>tusiasmo, con tanta gratitud, tal vez con tanto afecto, que Flor<strong>en</strong>tino Ariza se atrevió a<br />
dar algo más que un paso <strong>en</strong> firme: un salto mortal.<br />
-Antes nos tuteábamos -dijo.<br />
Era una palabra prohibida: antes. Ella sintió pasar <strong>el</strong> áng<strong>el</strong> quimérico d<strong>el</strong> pasado, y<br />
trató de <strong>el</strong>udirlo. Pero él fue más a fondo: “Quiero decir, <strong>en</strong> nuestras cartas de antes”.<br />
Ella se disgustó, y tuvo que hacer un esfuerzo serio para que no se le notara. Pero él se<br />
dio cu<strong>en</strong>ta, y compr<strong>en</strong>dió que debía avanzar con más tacto, aunque <strong>el</strong> tropiezo le <strong>en</strong>señó<br />
que <strong>el</strong>la seguía si<strong>en</strong>do tan arisca como cuando era jov<strong>en</strong>, pero había apr<strong>en</strong>dido a serlo<br />
con dulzura.<br />
-Quiero decir---dijoél- que estas cartas son otra cosa muy distinta.<br />
-Todo ha cambiado <strong>en</strong> <strong>el</strong> mundo -dijo <strong>el</strong>la.<br />
-Yo no -dijo él-. ¿Y usted?<br />
Ella se quedó con la segunda taza de té a mitad de camino y lo increpó con unos<br />
ojos que habían sobrevivido a la inclem<strong>en</strong>cia.<br />
-Ya da lo mismo -dijo-. Acabo de cumplir set<strong>en</strong>ta y dos años.<br />
Flor<strong>en</strong>tino Ariza recibió <strong>el</strong> golpe <strong>en</strong> <strong>el</strong> c<strong>en</strong>tro d<strong>el</strong> corazón. Hubiera querido<br />
<strong>en</strong>contrar una réplica con la rapidez y <strong>el</strong> instinto de una saeta, pero lo v<strong>en</strong>ció <strong>el</strong> peso de<br />
la edad: nunca se había s<strong>en</strong>tido tan agotado con una conversación tan breve, le dolía <strong>el</strong><br />
corazón, y cada golpe repercutía con una resonancia metálica <strong>en</strong> sus arterias. Se sintió<br />
viejo, triste, inútil, y con unos deseos de llorar tan urg<strong>en</strong>tes que no pudo hablar más.<br />
Terminaron la segunda taza <strong>en</strong> un sil<strong>en</strong>cio surcado de presagios, y cuando <strong>el</strong>la volvió a<br />
hablar fue para pedirle a una criada que le llevara la carpeta de las cartas. Él estuvo a<br />
punto de pedirle que las guardara para <strong>el</strong>la, pues había dejado copias de pap<strong>el</strong> carbón,<br />
pero p<strong>en</strong>só que esta precaución iba a parecer innoble. No había nada más que hablar.<br />
Antes de despedirse, él sugirió volver <strong>el</strong> otro martes a la misma hora. Ella se preguntó si<br />
debía ser tan condesc<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te.<br />
-No veo qué s<strong>en</strong>tido t<strong>en</strong>drían tantas visitas -dijo.<br />
-Yo no había p<strong>en</strong>sado que tuvieran ninguno -dijo él.<br />
De modo que volvió <strong>el</strong> martes a las cinco, y luego todos <strong>los</strong> martes sigui<strong>en</strong>tes, sin<br />
la conv<strong>en</strong>ción d<strong>el</strong> anuncio, porque las visitas semanales se habían incorporado a la rutina<br />
de ambos al final d<strong>el</strong> segundo mes. Flor<strong>en</strong>tino Ariza llevaba galletitas inglesas para <strong>el</strong> té,<br />
castañas confitadas, aceitunas griegas, pequeñas d<strong>el</strong>icias de salón que <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> <strong>los</strong><br />
transatlánticos. Un martes le llevó la copia d<strong>el</strong> retrato de <strong>el</strong>la e Hildebranda, tomado por<br />
<strong>el</strong> fotógrafo b<strong>el</strong>ga hacía más de medio siglo, que él había comprado por quince céntimos<br />
<strong>en</strong> un remate de tarjetas postales d<strong>el</strong> Portal de <strong>los</strong> Escribanos. Fermina Daza no pudo<br />
<strong>en</strong>t<strong>en</strong>der cómo había llegado hasta allí, ni él pudo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derlo sino como un milagro d<strong>el</strong><br />
<strong>amor</strong>. Una mañana, mi<strong>en</strong>tras cortaba rosas de su jardín, Flor<strong>en</strong>tino Ariza no pudo resistir<br />
la t<strong>en</strong>tación de llevarle una <strong>en</strong> la próxima visita. Fue un problema difícil <strong>en</strong> <strong>el</strong> l<strong>en</strong>guaje de<br />
las flores por tratarse de una viuda reci<strong>en</strong>te. Una rosa roja, símbolo de una pasión <strong>en</strong><br />
Gabri<strong>el</strong> García Márquez 169<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera