gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
goleta contaminada, y tuvo que moderar al jefe militar de la plaza, que quería decretar la<br />
ley marcial y aplicar de inmediato la terapéutica d<strong>el</strong> cañonazo cada cuarto de hora.<br />
-Economice esa pólvora para cuando v<strong>en</strong>gan <strong>los</strong> liberales -le dijo de bu<strong>en</strong> talante-.<br />
Ya no estamos <strong>en</strong> la Edad Media.<br />
El <strong>en</strong>fermo murió a <strong>los</strong> cuatro días, ahogado por un vómito blanco y granu<strong>los</strong>o,<br />
pero <strong>en</strong> las semanas sigui<strong>en</strong>tes no fue descubierto ningún otro caso a pesar de la alerta<br />
constante. Poco después, <strong>el</strong> Diario d<strong>el</strong> Comercio publicó la noticia de que dos niños<br />
habían muerto de cólera <strong>en</strong> distintos lugares de la ciudad. Se comprobó que uno de <strong>el</strong><strong>los</strong><br />
t<strong>en</strong>ía dis<strong>en</strong>tería común, pero <strong>el</strong> otro, una niña de cinco años, parecía haber sido, <strong>en</strong><br />
efecto, víctima d<strong>el</strong> cólera. Sus padres y tres hermanos fueron separados y puestos <strong>en</strong><br />
cuar<strong>en</strong>t<strong>en</strong>a individual, y todo <strong>el</strong> barrio fue sometido a una vigilancia médica estricta. Uno<br />
de <strong>los</strong> niños contrajo <strong>el</strong> cólera y se recuperó muy pronto, y toda la familia volvió a casa<br />
cuando pasó <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro. Once casos más se registraron <strong>en</strong> <strong>el</strong> curso de tres meses, y al<br />
quinto hubo un recrudecimi<strong>en</strong>to alarmante, pero al término d<strong>el</strong> año se consideró que <strong>los</strong><br />
riesgos de una epidemia habían sido conjurados. Nadie puso <strong>en</strong> duda que <strong>el</strong> rigor<br />
sanitario d<strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino, más que la sufici<strong>en</strong>cia de sus pregones, había hecho<br />
posible <strong>el</strong> prodigio. Desde <strong>en</strong>tonces, y hasta muy avanzado este siglo, <strong>el</strong> cólera fue<br />
<strong>en</strong>démico no sólo <strong>en</strong> la ciudad sino <strong>en</strong> casi todo <strong>el</strong> litoral d<strong>el</strong> Caribe y la cu<strong>en</strong>ca de La<br />
Magdal<strong>en</strong>a, pero no volvió a recrudecerse como epidemia. La alarma sirvió para que las<br />
advert<strong>en</strong>cias d<strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino fueran at<strong>en</strong>didas con más seriedad por <strong>el</strong> poder<br />
público. Se impuso la cátedra obligatoria d<strong>el</strong> cólera y la fiebre amarilla <strong>en</strong> la Escu<strong>el</strong>a de<br />
Medicina, y se <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dió la urg<strong>en</strong>cia de cerrar <strong>los</strong> albañales y construir un mercado<br />
distante d<strong>el</strong> muladar. Sin embargo, <strong>el</strong> doctor Urbino no se preocupó <strong>en</strong>tonces por<br />
reclamar su victoria ni se sintió con ánimos para perseverar <strong>en</strong> sus misiones sociales,<br />
porque él mismo estaba <strong>en</strong>tonces con un ala rota, atolondrado y disperso, y decidido a<br />
cambiarlo todo y a olvidarse de todo lo demás <strong>en</strong> la vida por <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ámpago de <strong>amor</strong> de<br />
Fermina Daza.<br />
Fue, <strong>en</strong> efecto, <strong>el</strong> fruto de una equivocación clínica. Un médico amigo, que creyó<br />
vislumbrar <strong>los</strong> síntomas premonitorios d<strong>el</strong> cólera <strong>en</strong> una paci<strong>en</strong>te de dieciocho años, le<br />
pidió al doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino que fuera a visitarla. Fue esa misma tarde, alarmado por la<br />
posibilidad de que la peste hubiera <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> <strong>el</strong> santuario de la ciudad vieja, pues todos<br />
<strong>los</strong> casos hasta <strong>en</strong>tonces habían sido <strong>en</strong> <strong>los</strong> barrios marginales, y casi todos <strong>en</strong>tre la<br />
población negra. Encontró otras sorpresas m<strong>en</strong>os ingratas. La casa, a la sombra de <strong>los</strong><br />
alm<strong>en</strong>dros d<strong>el</strong> parque de Los Evang<strong>el</strong>ios, parecía desde fuera tan destruida como las<br />
otras d<strong>el</strong> recinto colonial, pero ad<strong>en</strong>tro había un ord<strong>en</strong> de b<strong>el</strong>leza y una luz atónita que<br />
parecía de otra edad d<strong>el</strong> mundo. El zaguán daba directo sobre un patio sevillano,<br />
cuadrado y blanco de cal reci<strong>en</strong>te, con naranjos florecidos y <strong>el</strong> piso empedrado con <strong>los</strong><br />
mismos azulejos de las paredes. Había un rumor invisible de agua continua, macetas de<br />
clav<strong>el</strong>es <strong>en</strong> las cornisas y jaulas de pájaros raros <strong>en</strong> las arcadas. Los más raros, <strong>en</strong> una<br />
jaula muy grande, eran tres cuervos que al sacudir las alas saturaban <strong>el</strong> patio de un<br />
perfume equívoco. Varios perros <strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ados <strong>en</strong> algún lugar de la casa empezaron a<br />
ladrar de pronto, <strong>en</strong>loquecidos por <strong>el</strong> olor d<strong>el</strong> extraño, pero un grito de mujer <strong>los</strong> hizo<br />
callar <strong>en</strong> seco, y numerosos gatos saltaron de todas partes y se escondieron <strong>en</strong>tre las<br />
flores, asustados por la autoridad de la voz. Entonces se hizo un sil<strong>en</strong>cio tan diáfano, que<br />
a través d<strong>el</strong> desord<strong>en</strong> de <strong>los</strong> pájaros y las sílabas d<strong>el</strong> agua <strong>en</strong> la piedra se percibía <strong>el</strong><br />
ali<strong>en</strong>to desolado d<strong>el</strong> mar.<br />
Estremecido por la certidumbre de la pres<strong>en</strong>cia física de Dios, <strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al<br />
Urbino p<strong>en</strong>só que una casa como aqu<strong>el</strong>la era inmune a la peste. Siguió a Gala Placidia<br />
por <strong>el</strong> corredor de arcos, pasó fr<strong>en</strong>te a la v<strong>en</strong>tana d<strong>el</strong> costurero donde Flor<strong>en</strong>tino Ariza<br />
vio por primera vez a Fermina Daza cuando <strong>el</strong> patio estaba todavía <strong>en</strong> escombros, subió<br />
por las escaleras de mármoles nuevos hasta <strong>el</strong> segundo piso, y esperó a ser anunciado<br />
antes de <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> <strong>el</strong> dormitorio de la <strong>en</strong>ferma. Pero Gala Placidia volvió a salir con un<br />
recado:<br />
-La señorita dice que no puede <strong>en</strong>trar ahora porque su papá no está <strong>en</strong> la casa.<br />
66 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera