30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

derecha. Digna Pardo, la vieja sirvi<strong>en</strong>ta que v<strong>en</strong>ía a advertirle que se le estaba haci<strong>en</strong>do<br />

tarde para <strong>el</strong> <strong>en</strong>tierro, vio de espaldas al hombre subido <strong>en</strong> la escalera y no podía creer<br />

que fuera qui<strong>en</strong> era de no haber sido por las rayas verdes de <strong>los</strong> tirantes <strong>el</strong>ásticos.<br />

-¡Santísimo Sacram<strong>en</strong>to! -gritó-. ¡Se va a matar!<br />

El doctor Urbino agarró <strong>el</strong> loro por <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo con un suspiro de triunfo: qa y est.<br />

Pero lo soltó de inmediato, porque la escalera resbaló bajo sus pies y él se quedó un<br />

instante susp<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> <strong>el</strong> aire, y <strong>en</strong>tonces alcanzó a darse cu<strong>en</strong>ta de que se había<br />

muerto sin comunión, sin tiempo para arrep<strong>en</strong>tirse de nada ni despedirse de nadie, a las<br />

cuatro y siete minutos de la tarde d<strong>el</strong> domingo de P<strong>en</strong>tecostés.<br />

Fermina Daza estaba <strong>en</strong> la cocina probando la sopa para la c<strong>en</strong>a, cuando oyó <strong>el</strong><br />

grito de horror de Digna Pardo y <strong>el</strong> alboroto de la servidumbre de la casa y <strong>en</strong>seguida <strong>el</strong><br />

d<strong>el</strong> vecindario. Tiró la cuchara de probar y trató de correr como pudo con <strong>el</strong> peso<br />

inv<strong>en</strong>cible de su edad, gritando como una loca sin saber todavía lo que pasaba bajo las<br />

frondas d<strong>el</strong> mango, y <strong>el</strong> corazón le saltó <strong>en</strong> astillas cuando vio a su hombre t<strong>en</strong>dido<br />

bocarriba <strong>en</strong> <strong>el</strong> lodo, ya muerto <strong>en</strong> vida, pero resistiéndose todavía un último minuto al<br />

coletazo final de la muerte para que <strong>el</strong>la tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> tumulto a través de las lágrimas d<strong>el</strong> dolor irrepetible de morirse sin <strong>el</strong>la, y la miró<br />

por última vez para siempre jamás con <strong>los</strong> ojos más luminosos, más tristes y más<br />

agradecidos que <strong>el</strong>la no le vio nunca <strong>en</strong> medio siglo de vida <strong>en</strong> común, y alcanzó a decirle<br />

con <strong>el</strong> último ali<strong>en</strong>to:<br />

-Sólo Dios sabe cuánto te quise.<br />

Fue una muerte memorable, y no sin razón. Ap<strong>en</strong>as terminados sus estudios de<br />

especialización <strong>en</strong> Francia, <strong>el</strong> doctor juv<strong>en</strong>al Urbino se dio a conocer <strong>en</strong> <strong>el</strong> país por haber<br />

conjurado a tiempo, con métodos novedosos y drásticos, la última epidemia de cólera<br />

morbo que padeció la provincia. La anterior, cuando él estaba todavía <strong>en</strong> Europa, había<br />

causado la muerte a la cuarta parte de la población urbana <strong>en</strong> m<strong>en</strong>os de tres meses,<br />

inclusive a su padre, que fue también un médico muy apreciado. Con <strong>el</strong> prestigio<br />

inmediato y una bu<strong>en</strong>a contribución d<strong>el</strong> patrimonio familiar fundó la Sociedad Médica, la<br />

primera y la única <strong>en</strong> las provincias d<strong>el</strong> Caribe durante muchos años, y fue su presid<strong>en</strong>te<br />

vitalicio. Logró la construcción d<strong>el</strong> primer acueducto, d<strong>el</strong> primer sistema de alcantarillas,<br />

y d<strong>el</strong> mercado público cubierto que permitió sanear <strong>el</strong> pudridero de la bahía de las<br />

Ánimas. Fue además presid<strong>en</strong>te de la Academia de la L<strong>en</strong>gua y de la Academia de<br />

Historia. El patriarca latino de Jerusalem lo hizo caballero de la Ord<strong>en</strong> d<strong>el</strong> Santo Sepulcro<br />

por sus servicios a la Iglesia, y <strong>el</strong> gobierno de Francia le concedió la Legión de Honor <strong>en</strong><br />

<strong>el</strong> grado de com<strong>en</strong>dador. Fue un animador activo de cuantas congregaciones<br />

confesionales y cívicas existieron <strong>en</strong> la ciudad, y <strong>en</strong> especial de la junta Patriótica,<br />

formada por ciudadanos influy<strong>en</strong>tes sin intereses políticos, que presionaban a <strong>los</strong><br />

gobiernos y al comercio local con ocurr<strong>en</strong>cias progresistas demasiado audaces para la<br />

época. Entre éstas, la más memorable fue <strong>el</strong> <strong>en</strong>sayo de un globo aerostático que <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />

vu<strong>el</strong>o inaugural llevó una carta hasta San Juan de la Ciénaga, mucho antes de que se<br />

p<strong>en</strong>sara <strong>en</strong> <strong>el</strong> correo aéreo como una posibilidad racional. También fue suya la idea d<strong>el</strong><br />

C<strong>en</strong>tro Artístico, que fundó la Escu<strong>el</strong>a de B<strong>el</strong>las Artes <strong>en</strong> la misma casa donde todavía<br />

existe, y patrocinó durante muchos años <strong>los</strong> Juegos Florales de abril.<br />

Sólo él logró lo que había parecido imposible durante un siglo: la restauración d<strong>el</strong><br />

Teatro de la Comedia, convertido <strong>en</strong> gallera y criadero de gal<strong>los</strong> desde la Colonia. Fue la<br />

culminación de una campaña cívica espectacular que comprometió a todos <strong>los</strong> sectores<br />

de la ciudad sin excepción, <strong>en</strong> una movilización multitudinaria que muchos consideraron<br />

digna de mejor causa. Con todo, <strong>el</strong> nuevo Teatro de la Comedia se inauguró cuando<br />

todavía no t<strong>en</strong>ía sillas ni lámparas, y <strong>los</strong> asist<strong>en</strong>tes t<strong>en</strong>ían que llevar <strong>en</strong> qué s<strong>en</strong>tarse y<br />

con qué alumbrarse <strong>en</strong> <strong>los</strong> intermedios. Se impuso la misma etiqueta de <strong>los</strong> grandes<br />

estr<strong>en</strong>os de Europa, que las damas aprovechaban para lucir sus trajes largos y sus<br />

abrigos de pi<strong>el</strong>es <strong>en</strong> la canícula d<strong>el</strong> Caribe, pero fue necesario autorizar también la<br />

<strong>en</strong>trada de <strong>los</strong> criados para que llevaran las sillas y las lámparas, y cuantas cosas de<br />

comer se creyeran necesarias para resistir <strong>los</strong> programas interminables, alguno de <strong>los</strong><br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 29<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!