gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
le quedaba una, una sola, con catorce años ap<strong>en</strong>as cumplidos, y con todo lo que ninguna<br />
otra había t<strong>en</strong>ido hasta <strong>en</strong>tonces para volverlo loco de <strong>amor</strong>.<br />
Se llamaba América Vicuña. Había v<strong>en</strong>ido dos años antes de la localidad marítima<br />
de Puerto Padre <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dada por su familia a Flor<strong>en</strong>tino Ariza, su acudi<strong>en</strong>te, con qui<strong>en</strong><br />
t<strong>en</strong>ían un par<strong>en</strong>tesco sanguíneo reconocido. La mandaban con una beca d<strong>el</strong> gobierno<br />
para hacer <strong>los</strong> estudios de maestra superior, con su petate y su baulito de hojalata que<br />
parecía de una muñeca, y desde que bajó d<strong>el</strong> barco con sus botines blancos y su tr<strong>en</strong>za<br />
dorada, él tuvo <strong>el</strong> pres<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to atroz de que iban a hacer juntos la siesta de muchos<br />
domingos. Todavía era una niña <strong>en</strong> todo s<strong>en</strong>tido, con sierras <strong>en</strong> <strong>los</strong> di<strong>en</strong>tes y p<strong>el</strong>aduras<br />
de la escu<strong>el</strong>a primaria <strong>en</strong> las rodillas, pero él vislumbró de inmediato la clase de mujer<br />
que iba a ser muy pronto, y la cultivó para él <strong>en</strong> un l<strong>en</strong>to año de sábados de circo, de<br />
domingos de parques con h<strong>el</strong>ados, de atardeceres infantiles con <strong>los</strong> que se ganó su<br />
confianza, se ganó su cariño, se la fue llevando de la mano con una suave astucia de<br />
abu<strong>el</strong>o bondadoso hacia su matadero clandestino. Para <strong>el</strong>la fue inmediato: se le abrieron<br />
las puertas d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. Estalló <strong>en</strong> una ec<strong>los</strong>ión floral que la dejó flotando <strong>en</strong> un limbo de<br />
dicha, y fue un estímulo eficaz <strong>en</strong> sus estudios, pues se mantuvo siempre <strong>en</strong> <strong>el</strong> primer<br />
lugar de la clase para no perder la salida d<strong>el</strong> fin de semana. Para él fue <strong>el</strong> rincón más<br />
abrigado <strong>en</strong> la <strong>en</strong>s<strong>en</strong>ada de la vejez. Después de tantos años de <strong>amor</strong>es calculados, <strong>el</strong><br />
gusto desabrido de la inoc<strong>en</strong>cia t<strong>en</strong>ía <strong>el</strong> <strong>en</strong>canto de una perversión r<strong>en</strong>ovadora.<br />
Coincidieron. Ella se comportaba como lo que era, una niña dispuesta a descubrir<br />
la vida bajo la guía de un hombre v<strong>en</strong>erable que no se sorpr<strong>en</strong>día de nada, y él se<br />
comportó a conci<strong>en</strong>cia como lo que más había temido ser <strong>en</strong> la vida: un novio s<strong>en</strong>il.<br />
Nunca la id<strong>en</strong>tificó con Fermina Daza, a pesar de que <strong>el</strong> parecido era más que fácil, no<br />
sólo por la edad, por <strong>el</strong> uniforme escolar, por la tr<strong>en</strong>za, por su andar montuno, y hasta<br />
por su carácter altivo e imprevisible. Más aún: la idea de la sustitución, que tan bu<strong>en</strong><br />
alici<strong>en</strong>te había sido para su m<strong>en</strong>dicidad de <strong>amor</strong>, se borró por completo. Le gustaba por<br />
lo que <strong>el</strong>la era, y terminó amándola por lo que <strong>el</strong>la era con una fiebre de d<strong>el</strong>icias<br />
crepusculares. Fue la única con que tomó precauciones drásticas contra un embarazo<br />
accid<strong>en</strong>tal. Después de una media doc<strong>en</strong>a de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros, no había para ambos otro<br />
sueño que las tardes de <strong>los</strong> domingos.<br />
Puesto que él era la única persona autorizada para sacarla d<strong>el</strong> internado, iba a<br />
buscarla <strong>en</strong> <strong>el</strong> Hudson de seis cilindros de la C.F.C., y a veces le quitaban la capota <strong>en</strong> las<br />
tardes sin sol para pasear por la playa, él con <strong>el</strong> sombrero tétrico, y <strong>el</strong>la muerta de risa,<br />
sost<strong>en</strong>iéndose con las dos manos la gorra de marinero d<strong>el</strong> uniforme escolar para que no<br />
se la llevara <strong>el</strong> vi<strong>en</strong>to. Algui<strong>en</strong> le había dicho que no anduviera con su acudi<strong>en</strong>te más de<br />
lo indisp<strong>en</strong>sable, que no comiera nada que él hubiera probado ni se pusiera muy cerca de<br />
su ali<strong>en</strong>to, porque la vejez era contagiosa. Pero a <strong>el</strong>la no le importaba. Ambos se<br />
mostraban indifer<strong>en</strong>tes a lo que pudiera p<strong>en</strong>sarse de <strong>el</strong><strong>los</strong>, porque <strong>el</strong> par<strong>en</strong>tesco era bi<strong>en</strong><br />
conocido, y además sus edades extremas <strong>los</strong> ponían a salvo de toda suspicacia.<br />
Acababan de hacer <strong>el</strong> <strong>amor</strong> <strong>el</strong> domingo de P<strong>en</strong>tecostés, a las cuatro de la tarde'<br />
cuando empezaron <strong>los</strong> dobles. Flor<strong>en</strong>tino Ariza tuvo que sobreponerse al sobresalto d<strong>el</strong><br />
corazón. En su juv<strong>en</strong>tud, <strong>el</strong> ritual de <strong>los</strong> dobles estaba incluido <strong>en</strong> <strong>el</strong> precio de <strong>los</strong><br />
funerales, y sólo se negaba a <strong>los</strong> pobres de solemnidad. Pero después de nuestra última<br />
guerra, <strong>en</strong> <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te de <strong>los</strong> dos sig<strong>los</strong>, <strong>el</strong> régim<strong>en</strong> conservador consolidó sus costumbres<br />
coloniales, y las pompas fúnebres se hicieron tan costosas que sólo <strong>los</strong> más ricos podían<br />
pagar<strong>los</strong>. Cuando murió <strong>el</strong> arzobispo Ercole de Luna, las campanas de toda la provincia<br />
doblaron sin tregua durante nueve días con sus noches, y fue tal <strong>el</strong> torm<strong>en</strong>to público que<br />
<strong>el</strong> sucesor <strong>el</strong>iminó de <strong>los</strong> funerales <strong>el</strong> requisito de <strong>los</strong> dobles, y <strong>los</strong> dejó reservados para<br />
<strong>los</strong> muertos más ilustres. Por eso cuando Flor<strong>en</strong>tino Ariza oyó doblar <strong>en</strong> la catedral a las<br />
cuatro de la tarde de un domingo de P<strong>en</strong>tecostés, se sintió visitado por un fantasma de<br />
sus mocedades perdidas. Nunca imaginó que fueran <strong>los</strong> dobles que tanto había anh<strong>el</strong>ado<br />
durante tantos y tantos años, desde <strong>el</strong> domingo <strong>en</strong> que vio a Fermina Daza <strong>en</strong>cinta de<br />
seis meses, a la salida de la misa mayor.<br />
-Carajo -dijo <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>umbra---. Ti<strong>en</strong>e que ser un tiburón muy grande para que lo<br />
dobl<strong>en</strong> <strong>en</strong> la catedral.<br />
150 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera