gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-La música es importante para la salud -dijo<br />
Lo creía de veras, y <strong>el</strong>la iba a saber muy pronto y por <strong>el</strong> resto de su vida que <strong>el</strong><br />
tema de la música era casi una fórmula mágica que él usaba para proponer una amistad,<br />
pero <strong>en</strong> aqu<strong>el</strong> mom<strong>en</strong>to lo interpretó como una burla. Además, las dos amigas que<br />
habían fingido pintar mi<strong>en</strong>tras <strong>el</strong><strong>los</strong> conversaban <strong>en</strong> la v<strong>en</strong>tana emitieron unas risitas de<br />
ratas y se taparon la cara con <strong>los</strong> bastidores, y esto acabó de ofuscar a Fermina Daza.<br />
Ciega de furia cerró la v<strong>en</strong>tana con golpe seco. El médico, perplejo fr<strong>en</strong>te a <strong>los</strong> visil<strong>los</strong> de<br />
<strong>en</strong>caje, trató de <strong>en</strong>contrar <strong>el</strong> camino d<strong>el</strong> portón, pero se equivocó de rumbo, y <strong>en</strong> su<br />
turbación tropezó con la jaula de <strong>los</strong> cuervos perfumados. Éstos lanzaron un chillido<br />
sórdido, aletearon asustados, y las ropas d<strong>el</strong> médico quedaron impregnadas de una<br />
fragancia de mujer. El tru<strong>en</strong>o de la voz de Lor<strong>en</strong>zo Daza lo fijó <strong>en</strong> su sitio.<br />
-Doctor: espéreme ahí.<br />
Lo había visto todo desde <strong>el</strong> piso alto y bajaba las escaleras abotonándose la<br />
camisa, hinchado y cárd<strong>en</strong>o, y todavía con las patillas alborotadas por un mal sueño de la<br />
siesta. El médico int<strong>en</strong>tó sobreponerse al bochorno.<br />
-Le he dicho a su hija que está como una rosa.<br />
-Así es -dijo Lor<strong>en</strong>zo Daza---, pero con demasiadas espinas.<br />
Pasó junto al doctor Urbino sin saludarlo. Empujó las dos puertas de la v<strong>en</strong>tana d<strong>el</strong><br />
costurero y le ord<strong>en</strong>ó a la hija con un grito cerril:<br />
-V<strong>en</strong> a darle excusas al doctor.<br />
El médico trató de terciar para impedirlo, pero Lor<strong>en</strong>zo Daza no le prestó at<strong>en</strong>ción.<br />
Insistió: “Apúrate”. Ella miró a las amigas con una súplica recóndita de compr<strong>en</strong>sión, y le<br />
replicó a su padre que no t<strong>en</strong>ía de qué excusarse, pues sólo había cerrado la v<strong>en</strong>tana<br />
para impedir que siguiera <strong>en</strong>trando <strong>el</strong> sol. El doctor Urbino trató de dar por bu<strong>en</strong>as sus<br />
razones, pero Lor<strong>en</strong>zo Daza persistió <strong>en</strong> la ord<strong>en</strong>.<br />
Entonces Fermina Daza volvió a la v<strong>en</strong>tana, pálida de rabia, y ad<strong>el</strong>antando <strong>el</strong> pie<br />
derecho mi<strong>en</strong>tras se alzaba la falda con la punta de <strong>los</strong> dedos, le hizo al médico una<br />
rever<strong>en</strong>cia teatral.<br />
-Le doy mis más r<strong>en</strong>didas excusas, caballero -dijo.<br />
El doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino la imitó de bu<strong>en</strong> humor, haci<strong>en</strong>do con su sombrero de<br />
copa alta una gracia de mosquetero, pero no consiguió la sonrisa de piedad que<br />
esperaba. Lor<strong>en</strong>zo Daza lo invitó luego a tomar <strong>en</strong> la oficina un café de desagravio, y él<br />
aceptó complacido, para que no hubiera duda alguna de que no le quedaba <strong>en</strong> <strong>el</strong> alma ni<br />
un rescoldo de res<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to.<br />
La verdad era que <strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino no tomaba café, salvo una taza <strong>en</strong><br />
ayunas. Tampoco tomaba alcohol, salvo una copa de vino con las comidas <strong>en</strong> ocasiones<br />
solemnes, pero no sólo se bebió <strong>el</strong> café que le ofreció Lor<strong>en</strong>zo Daza, sino que aceptó<br />
además una copa de anisado. Luego aceptó otro café con otra copa, y después otra y<br />
otra, a pesar de que aún t<strong>en</strong>ía algunas visitas p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes. Al principio escuchó con<br />
at<strong>en</strong>ción las disculpas que Lor<strong>en</strong>zo Daza seguía dándole <strong>en</strong> nombre de su hija, a qui<strong>en</strong><br />
definió como una niña int<strong>el</strong>ig<strong>en</strong>te y seria, digna de un príncipe de aquí o de cualquier<br />
parte, y cuyo único defecto, según dijo, era su carácter de mula. Pero después de la<br />
segunda copa creyó oír la voz de Fermina Daza <strong>en</strong> <strong>el</strong> fondo d<strong>el</strong> patio, y su imaginación se<br />
fue detrás de <strong>el</strong>la, la persiguió por la noche reci<strong>en</strong>te de la casa mi<strong>en</strong>tras <strong>en</strong>c<strong>en</strong>día las<br />
luces d<strong>el</strong> corredor, fumigaba <strong>los</strong> dormitorios con la bomba de insecticida, destapaba <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />
fogón la olla de la sopa que iba a tomarse esa noche con su padre, él y <strong>el</strong>la so<strong>los</strong> <strong>en</strong> la<br />
mesa, sin levantar la vista, sin sorber la sopa para no romper <strong>el</strong> <strong>en</strong>canto d<strong>el</strong> r<strong>en</strong>cor,<br />
hasta que él tuviera que r<strong>en</strong>dirse y pedirle perdón por su rigor de esta tarde.<br />
El doctor Urbino conocía bastante a las mujeres para darse cu<strong>en</strong>ta de que Fermina<br />
Daza no pasaría por la oficina mi<strong>en</strong>tras él no se fuera, pero se demoraba de todos<br />
modos, porque s<strong>en</strong>tía que <strong>el</strong> orgullo herido no lo dejaría vivir <strong>en</strong> paz después de las<br />
68 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera