30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

corazón <strong>los</strong> resabios d<strong>el</strong> pasado, y aunque t<strong>en</strong>ía previsto que <strong>el</strong>la le devolviera ci<strong>en</strong><br />

cartas antes de atreverse a abrir la primera, prefería que no ocurriera ni una vez. Así que<br />

planeó hasta <strong>el</strong> último detalle como una guerra final: todo t<strong>en</strong>ía que ser difer<strong>en</strong>te para<br />

suscitar nuevas curiosidades, nuevas intrigas, nuevas esperanzas, <strong>en</strong> una mujer que ya<br />

había vivido a pl<strong>en</strong>itud una vida completa. T<strong>en</strong>ía que ser una ilusión desatinada, capaz de<br />

darle <strong>el</strong> coraje que haría falta para tirar a la basura <strong>los</strong> prejuicios de una clase que no<br />

había sido la suya original, pero que había terminado por serlo más que de otra<br />

cualquiera. T<strong>en</strong>ía que <strong>en</strong>señarle a p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> <strong>el</strong> <strong>amor</strong> como un estado de gracia que no<br />

era un medio para nada, sino un orig<strong>en</strong> y un fin <strong>en</strong> sí mismo.<br />

Tuvo <strong>el</strong> bu<strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido de no esperar una contestación inmediata, pues le bastaba<br />

con que la carta no le fuera devu<strong>el</strong>ta. No lo fue, como no lo fue ninguna de las<br />

sigui<strong>en</strong>tes, y a medida que pasaban <strong>los</strong> días se ac<strong>el</strong>eraba su ansiedad, pues cuantos más<br />

días pasaran sin devoluciones más aum<strong>en</strong>taba la esperanza de una respuesta. La<br />

frecu<strong>en</strong>cia de sus cartas empezó condicionada por la habilidad de sus dedos: primero una<br />

por semana, después dos, y por fin una diaria. Se alegró d<strong>el</strong> progreso d<strong>el</strong> correo desde<br />

sus <strong>tiempos</strong> de abanderado, pues no hubiera corrido <strong>el</strong> riesgo de dejarse ver a diario <strong>en</strong><br />

la Ag<strong>en</strong>cia Postal poni<strong>en</strong>do una carta para una misma persona, ni de <strong>en</strong>viarla con algui<strong>en</strong><br />

que pudiera contarlo. En cambio, era muy fácil mandar un empleado a comprar las<br />

estampillas para todo un mes, y después deslizar la carta <strong>en</strong> uno de <strong>los</strong> tres buzones<br />

repartidos <strong>en</strong> la ciudad vieja. Muy pronto incorporó aqu<strong>el</strong> rito a su rutina: aprovechaba<br />

<strong>los</strong> insomnios para escribir, y al día sigui<strong>en</strong>te, de paso para la oficina, le pedía al chofer<br />

que parara un minuto fr<strong>en</strong>te a un buzón de esquina y él mismo se bajaba a echar la<br />

carta. Nunca permitió que <strong>el</strong> chofer lo hiciera por él, como lo pret<strong>en</strong>dió una mañana de<br />

lluvia, y a veces tomaba la precaución de no Revar una sino varias cartas al mismo<br />

tiempo para que pareciera más natural. El chofer no sabía, desde luego, que las cartas<br />

suplem<strong>en</strong>tarias eran hojas <strong>en</strong> blanco que Flor<strong>en</strong>tino Ariza se dirigía a sí mismo, pues<br />

nunca había mant<strong>en</strong>ido correspond<strong>en</strong>cia privada con nadie, salvo <strong>el</strong> informe de tutor que<br />

mandaba a fines de cada mes a <strong>los</strong> padres de América Vicuña con sus impresiones<br />

personales sobre la conducta, <strong>el</strong> ánimo y la salud de la niña, y la bu<strong>en</strong>a marcha de sus<br />

estudios.<br />

Empezó a numerar las cartas a partir d<strong>el</strong> primer mes, y a <strong>en</strong>cabezarlas con un<br />

resum<strong>en</strong> de las anteriores como <strong>los</strong> folletines <strong>en</strong> serie de <strong>los</strong> periódicos, por temor de<br />

que Fermina Daza no cayera <strong>en</strong> la cu<strong>en</strong>ta de que t<strong>en</strong>ían una cierta continuidad. Cuando<br />

se hicieron diarias, además, cambió <strong>los</strong> sobres con viñetas de luto por sobres blancos y<br />

alargados, y esto acabó de darles la impersonalidad cómplice de las cartas comerciales.<br />

Cuando empezó estaba dispuesto a someter su paci<strong>en</strong>cia a una prueba mayor, al m<strong>en</strong>os<br />

hasta no t<strong>en</strong>er una evid<strong>en</strong>cia de que estaba perdi<strong>en</strong>do su tiempo con <strong>el</strong> único método<br />

distinto que pudo concebir. Esperó, <strong>en</strong> efecto, sin <strong>los</strong> quebrantos de toda índole que le<br />

causaban las esperas de la juv<strong>en</strong>tud, sino con la tozudez de un anciano de cem<strong>en</strong>to sin<br />

nada más <strong>en</strong> que p<strong>en</strong>sar, sin nada más que hacer <strong>en</strong> una compañía fluvial que para<br />

<strong>en</strong>tonces navegaba sola con vi<strong>en</strong>tos propicios, y además conv<strong>en</strong>cido de que estaría vivo<br />

y <strong>en</strong> perfecto dominio de sus facultades de hombre <strong>el</strong> día de mañana, de más tarde o de<br />

siempre <strong>en</strong> que Fermina Daza se conv<strong>en</strong>ciera al fin de que sus ansias de viuda solitaria<br />

no t<strong>en</strong>ían más remedio que bajar para él sus pu<strong>en</strong>tes levadizos.<br />

Mi<strong>en</strong>tras tanto, continuó con su vida regular. Previ<strong>en</strong>do una respuesta favorable,<br />

inició una segunda r<strong>en</strong>ovación de la casa para que fuera digna de qui<strong>en</strong> habría podido<br />

considerarse su dueña y señora desde que fue comprada. Volvió a visitar varias veces a<br />

Prud<strong>en</strong>cia Pitre, como se lo había prometido, para demostrarle que la amaba a pesar de<br />

<strong>los</strong> estragos de la edad, a pl<strong>en</strong>o sol y con las puertas abiertas, y no sólo <strong>en</strong> sus noches<br />

de desamparo. Siguió pasando por la casa de Andrea Varón hasta que <strong>en</strong>contró apagada<br />

la luz d<strong>el</strong> baño, y trató de embrutecerse con las locuras de su cama aunque fuera para<br />

no perder la regularidad d<strong>el</strong> <strong>amor</strong>, de acuerdo con otra superstición suya, nunca<br />

desm<strong>en</strong>tida hasta <strong>en</strong>tonces, de que <strong>el</strong> cuerpo sigue mi<strong>en</strong>tras uno siga.<br />

El único tropiezo fue <strong>el</strong> estado de su r<strong>el</strong>ación con América Vicuña. Le había<br />

reiterado al chofer la ord<strong>en</strong> de recogerla <strong>los</strong> sábados a las diez de la mañana <strong>en</strong> <strong>el</strong><br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 161<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!