30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

una hija tan parecida a <strong>el</strong>la cuando t<strong>en</strong>ía su edad, que a veces la perturbaba la impresión<br />

de s<strong>en</strong>tirse repetida. Había vu<strong>el</strong>to tres veces a Europa después d<strong>el</strong> viaje desgraciado que<br />

había previsto para no volver jamás por no vivir <strong>en</strong> <strong>el</strong> espanto perpetuo.<br />

Dios debió escuchar por fin las oraciones de algui<strong>en</strong>: a <strong>los</strong> dos años de estancia <strong>en</strong><br />

París, cuando Fermina Daza y Juv<strong>en</strong>al Urbino empezaban ap<strong>en</strong>as a buscar lo que quedara<br />

d<strong>el</strong> <strong>amor</strong> <strong>en</strong>tre <strong>los</strong> escombros, un t<strong>el</strong>egrama de media noche <strong>los</strong> despertó con la noticia<br />

de que doña Blanca de Urbino estaba <strong>en</strong>ferma de gravedad, y fue casi alcanzado por otro<br />

con la noticia de la muerte. Regresaron de inmediato. Fermina Daza desembarcó con una<br />

túnica de luto cuya amplitud no alcanzaba a disimular su estado. Estaba <strong>en</strong>cinta otra vez,<br />

<strong>en</strong> efecto, y la noticia dio orig<strong>en</strong> a una canción popular más maliciosa que maligna, cuyo<br />

estribillo estuvo de moda <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> año: Qué será lo que ti<strong>en</strong>e la b<strong>el</strong>la <strong>en</strong> Pans, que<br />

siempre que va regresa a parir. A pesar de la ordinariez de la letra, <strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al<br />

Urbino la ord<strong>en</strong>aba hasta muchos años después <strong>en</strong> las fiestas d<strong>el</strong> Club Social como una<br />

prueba de su bu<strong>en</strong> talante.<br />

El noble palacio d<strong>el</strong> Marqués de Casalduero, de cuya exist<strong>en</strong>cia y blasones no se<br />

<strong>en</strong>contró nunca una noticia cierta, fue v<strong>en</strong>dido primero a la Tesorería Municipal por un<br />

precio adecuado, y más tarde rev<strong>en</strong>dido por una fortuna al gobierno c<strong>en</strong>tral, cuando un<br />

investigador holandés estuvo haci<strong>en</strong>do excavaciones para probar que allí estaba la tumba<br />

verdadera de Cristóbal Colón: la quinta. Las hermanas d<strong>el</strong> doctor Urbino se fueron a vivir<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> conv<strong>en</strong>to de las Salesianas, <strong>en</strong> reclusión sin votos, y Fermina Daza permaneció <strong>en</strong><br />

la antigua casa de su padre hasta que estuvo terminada la quinta de La Manga. Entró <strong>en</strong><br />

<strong>el</strong>la pisando firme, <strong>en</strong>tró a mandar, con <strong>los</strong> muebles ingleses traídos desde <strong>el</strong> viaje de<br />

bodas y <strong>los</strong> complem<strong>en</strong>tarios que hizo v<strong>en</strong>ir después d<strong>el</strong> viaje de reconciliación, y desde<br />

<strong>el</strong> primer día empezó a ll<strong>en</strong>arla de toda clase de animales exóticos que <strong>el</strong>la misma iba a<br />

comprar <strong>en</strong> las goletas de las Antillas. Entró con <strong>el</strong> esposo recuperado, con <strong>el</strong> hijo bi<strong>en</strong><br />

criado, con la hija que nació a <strong>los</strong> cuatro meses d<strong>el</strong> regreso y a la cual bautizaron con <strong>el</strong><br />

nombre de Of<strong>el</strong>ia. El doctor Urbino, por su parte, <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dió que era imposible recuperar a<br />

la es~ posa de un modo tan completo como la tuvo <strong>en</strong> <strong>el</strong> viaje de bodas, porque la parte<br />

de <strong>amor</strong> que él quería era la que <strong>el</strong>la le había dado a <strong>los</strong> hijos con lo mejor de su tiempo,<br />

pero apr<strong>en</strong>dió a vivir y a ser f<strong>el</strong>iz con <strong>los</strong> residuos. La armonía tan anh<strong>el</strong>ada culminó por<br />

donde m<strong>en</strong>os lo esperaban <strong>en</strong> una c<strong>en</strong>a de gala <strong>en</strong> que sirvieron un plato d<strong>el</strong>icioso que<br />

Fermina Daza no logró id<strong>en</strong>tificar. Empezó con una bu<strong>en</strong>a ración, pero le gustó tanto que<br />

repitió con otra igual, y estaba lam<strong>en</strong>tando no servirse la tercera por remilgos de<br />

urbanidad, cuando se <strong>en</strong>teró de que acababa de comerse con un placer insospechado dos<br />

platos rebosantes de puré de ber<strong>en</strong>j<strong>en</strong>a. Perdió con galanura: a partir de <strong>en</strong>tonces, <strong>en</strong> la<br />

quinta de La Manga se sirvieron ber<strong>en</strong>j<strong>en</strong>as <strong>en</strong> todas sus formas casi con tanta<br />

frecu<strong>en</strong>cia como <strong>en</strong> <strong>el</strong> Palacio de Casalduero, y eran tan apetecidas por todos que <strong>el</strong><br />

doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino alegraba <strong>los</strong> ratos libres de la vejez repiti<strong>en</strong>do que quería t<strong>en</strong>er<br />

otra hija para ponerle <strong>el</strong> nombre bi<strong>en</strong> amado <strong>en</strong> la casa: Ber<strong>en</strong>j<strong>en</strong>a Urbino.<br />

Fermina Daza sabía <strong>en</strong>tonces que la vida privada, al contrario de la vida pública,<br />

era tornadiza e imprevisible. No le era fácil establecer difer<strong>en</strong>cias reales <strong>en</strong>tre <strong>los</strong> niños y<br />

<strong>los</strong> adultos, pero <strong>en</strong> último análisis prefería a <strong>los</strong> niños, porque t<strong>en</strong>ían criterios más<br />

ciertos. Ap<strong>en</strong>as doblado <strong>el</strong> cabo de la madurez, desprovista por fin de cualquier<br />

espejismo, empezó a vislumbrar <strong>el</strong> des<strong>en</strong>canto de no haber sido nunca lo que soñaba ser<br />

cuando era jov<strong>en</strong>, <strong>en</strong> <strong>el</strong> parque de Los Evang<strong>el</strong>ios, sino algo que nunca se atrevió a<br />

decirse ni siquiera a sí misma: una sirvi<strong>en</strong>ta de lujo. En sociedad terminó por ser la más<br />

amada, la más complacida, y por lo mismo la más temida, pero <strong>en</strong> nada se le exigía con<br />

más rigor ni se le perdonaba m<strong>en</strong>os que <strong>en</strong> <strong>el</strong> gobierno de la casa. Siempre se sintió<br />

vivi<strong>en</strong>do una vida prestada por <strong>el</strong> esposo: soberana absoluta de un vasto imperio de<br />

f<strong>el</strong>icidad edificado por él y sólo para él. Sabía que él la amaba más allá de todo, más que<br />

a nadie <strong>en</strong> <strong>el</strong> mundo, pero sólo para él: a su santo servicio.<br />

Si algo la mortificaba era la cad<strong>en</strong>a perpetua de las comidas diarias. Pues no sólo<br />

t<strong>en</strong>ían que estar a tiempo: t<strong>en</strong>ían que ser perfectas, y t<strong>en</strong>ían que ser justo lo que él<br />

quería comer sin preguntárs<strong>el</strong>o. Si <strong>el</strong>la lo hacía alguna vez, como una de las tantas<br />

122 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!