gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
El se quedó perplejo. La propuesta original para su tesis de grado había sido esa:<br />
la conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>cia de simplificar <strong>el</strong> organismo humano. Le parecía anticuado, con muchas<br />
funciones inútiles o repetidas que fueron imprescindibles para otras edades d<strong>el</strong> género<br />
humano, pero no para la nuestra. Sí: podía ser más simple y por lo mismo m<strong>en</strong>os<br />
vulnerable. Concluyó: “Es algo que sólo puede hacer Dios, por supuesto, pero de todos<br />
modos sería bu<strong>en</strong>o dejarlo establecido <strong>en</strong> términos teóricos”. Ella se rió divertida, de un<br />
modo tan natural, que él aprovechó la ocasión para abrazarla y le dio <strong>el</strong> primer beso <strong>en</strong><br />
la boca. Ella le correspondió, y él siguió dándole besos muy suaves <strong>en</strong> las mejillas, <strong>en</strong> la<br />
nariz, <strong>en</strong> <strong>los</strong> párpados, mi<strong>en</strong>tras deslizaba la mano por debajo de la sábana, y le acarició<br />
<strong>el</strong> pubis redondo y lacio: un pubis de japonesa. Ella no le apartó la mano, pero mantuvo<br />
la suya <strong>en</strong> estado de alerta, por si él avanzaba un paso más.<br />
-No vamos a seguir con la clase de medicina-dijo.<br />
-No -dijo él-. Esta va a ser de <strong>amor</strong>.<br />
Entonces le quitó la sábana de <strong>en</strong>cima, y <strong>el</strong>la no sólo no se opuso, sino que la<br />
mandó lejos de la litera con un golpe rápido de <strong>los</strong> pies, porque ya no soportaba <strong>el</strong> calor.<br />
Su cuerpo era ondulante y <strong>el</strong>ástico, mucho más serio de lo que parecía vestida, y con un<br />
olor propio de animal de monte que permitía distinguirla <strong>en</strong>tre todas las mujeres d<strong>el</strong><br />
mundo. Indef<strong>en</strong>sa a pl<strong>en</strong>a luz, un golpe de sangre hirvi<strong>en</strong>do se le subió a la cara, y lo<br />
único que se le ocurrió para disimularlo fue colgarse d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de su hombre, y besarlo a<br />
fondo, muy fuerte, hasta que se gastaron <strong>en</strong> <strong>el</strong> beso todo <strong>el</strong> aire de respirar.<br />
Él era consci<strong>en</strong>te de que no la amaba. Se había casado porque le gustaba su<br />
altivez, su seriedad, su fuerza, y también por una pizca de vanidad suya, pero mi<strong>en</strong>tras<br />
<strong>el</strong>la lo besaba por primera vez estaba seguro de que no habría ningún obstáculo para<br />
inv<strong>en</strong>tar un bu<strong>en</strong> <strong>amor</strong>. No lo hablaron esa primera noche <strong>en</strong> que hablaron de todo hasta<br />
<strong>el</strong> amanecer, ni habían de hablarlo nunca. Pero a la larga, ninguno de <strong>los</strong> dos se<br />
equivocó.<br />
Al amanecer, cuando se durmieron, <strong>el</strong>la seguía si<strong>en</strong>do virg<strong>en</strong>, pero no habría de<br />
serlo por mucho tiempo. La noche sigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> efecto, después de que él le <strong>en</strong>señó a<br />
bailar <strong>los</strong> valses de Vi<strong>en</strong>a bajo <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o sideral d<strong>el</strong> Caribe, él tuvo que ir al baño después<br />
que <strong>el</strong>la, y cuando regresó al camarote la <strong>en</strong>contró esperándolo desnuda <strong>en</strong> la cama.<br />
Entonces fue <strong>el</strong>la qui<strong>en</strong> tomó la iniciativa, y se le <strong>en</strong>tregó sin miedo, sin dolor, con la<br />
alegría de una av<strong>en</strong>tura de alta mar, y sin más vestigios de ceremonia sangri<strong>en</strong>ta que la<br />
rosa d<strong>el</strong> honor <strong>en</strong> la sábana. Ambos lo hicieron bi<strong>en</strong>, casi como un milagro, y siguieron<br />
haciéndolo bi<strong>en</strong> de noche y de día y cada vez mejor <strong>en</strong> <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> viaje, y cuando<br />
llegaron a La Roch<strong>el</strong>le se <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían como amantes antiguos.<br />
Permanecieron dieciséis meses <strong>en</strong> Europa, con base <strong>en</strong> París, y haci<strong>en</strong>do viajes<br />
cortos por <strong>los</strong> países vecinos. Durante ese tiempo hicieron <strong>el</strong> <strong>amor</strong> todos <strong>los</strong> días, y más<br />
de una vez <strong>los</strong> domingos de invierno, cuando se quedaban hasta la hora d<strong>el</strong> almuerzo<br />
retozando <strong>en</strong> la cama. Él era un hombre de bu<strong>en</strong>os ímpetus, y además bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>tr<strong>en</strong>ado, y<br />
<strong>el</strong>la no estaba hecha para dejarse tomar v<strong>en</strong>taja de nadie, de modo que tuvieron que<br />
conformarse con <strong>el</strong> poder compartido <strong>en</strong> la cama. Después de tres meses de <strong>amor</strong>es<br />
febriles él compr<strong>en</strong>dió que uno de <strong>los</strong> dos era estéril, y ambos se sometieron a exám<strong>en</strong>es<br />
severos <strong>en</strong> <strong>el</strong> Hospital de la Salpétriére donde él había hecho su internado. Fue una<br />
dilig<strong>en</strong>cia ardua pero infructuosa. Sin embargo cuando m<strong>en</strong>os lo esperaban, y sin<br />
ninguna media, acción ci<strong>en</strong>tífica, ocurrió <strong>el</strong> milagro. A fines d<strong>el</strong> año sigui<strong>en</strong>te, cuando<br />
regresaron a casa, Fermina estaba <strong>en</strong>cinta de seis meses, y se creía la mujer más f<strong>el</strong>iz<br />
de la tierra. El hijo tan deseado por ambos, que nació sin novedad bajo <strong>el</strong> signo de<br />
Acuario, fue bautizado <strong>en</strong> honor d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o muerto d<strong>el</strong> cólera.<br />
Era imposible saber si fue Europa o <strong>el</strong> <strong>amor</strong> lo que <strong>los</strong> hizo distintos, pues las dos<br />
cosas ocurrieron al mismo tiempo. Ambos lo eran, y a fondo, no sólo con <strong>el</strong><strong>los</strong> mismos<br />
sino con todo <strong>el</strong> mundo, como lo percibió Flor<strong>en</strong>tino Ariza cuando <strong>los</strong> vio a la salida de<br />
misa dos semanas después d<strong>el</strong> regreso, aqu<strong>el</strong> domingo de su desgracia. Volvieron con<br />
una concepción nueva de la vida, cargados de novedades d<strong>el</strong> mundo, y listos para<br />
mandar. Él con las novedades de la literatura, de la música, y sobre todo las de su<br />
90 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera