30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

algunas confid<strong>en</strong>cias. Tránsito Ariza se conmovió hasta las lágrimas por <strong>el</strong> candor d<strong>el</strong> hijo<br />

<strong>en</strong> asuntos de <strong>amor</strong>es, y trató de ori<strong>en</strong>tarlo con sus luces. Empezó por conv<strong>en</strong>cerlo de<br />

que no <strong>en</strong>tregara <strong>el</strong> mamotreto lírico, con <strong>el</strong> que sólo lograría asustar a la niña de sus<br />

sueños, a qui<strong>en</strong> suponía tan verde como él <strong>en</strong> <strong>los</strong> negocios d<strong>el</strong> corazón. El primer paso,<br />

le dijo, era lograr que <strong>el</strong>la se diera cu<strong>en</strong>ta de su interés, para que su declaración no la<br />

fuera a tomar por sorpresa y tuviera tiempo de p<strong>en</strong>sar.<br />

-Pero sobre todo -le dijo-, a la primera que ti<strong>en</strong>es que conquistar no es a <strong>el</strong>la sino<br />

a la tía.<br />

Ambos consejos eran sabios, sin duda, pero tardíos. En realidad, <strong>el</strong> día <strong>en</strong> que<br />

Fermina Daza descuidó un instante la lección de lectura que estaba dándole a la tía, y<br />

levantó la vista para ver quién pasaba por <strong>el</strong> corredor, Flor<strong>en</strong>tino Ariza la había<br />

impresionado por su aura de desamparo. Por la noche, durante la comida, su padre había<br />

hablado d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>egrama, y fue así como <strong>el</strong>la supo qué había ido a hacer Flor<strong>en</strong>tino Ariza a<br />

la casa, y cuál era su oficio. Estas noticias aum<strong>en</strong>taron su interés, pues para <strong>el</strong>la, como<br />

para tanta g<strong>en</strong>te de la época, <strong>el</strong> inv<strong>en</strong>to d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>égrafo t<strong>en</strong>ía algo que ver con la magia. Así<br />

que reconoció a Flor<strong>en</strong>tino Ariza desde la primera vez que lo vio ley<strong>en</strong>do bajo <strong>los</strong> árboles<br />

d<strong>el</strong> parquecito, aunque no le dejó ninguna inquietud mi<strong>en</strong>tras la tía no la hizo caer <strong>en</strong> la<br />

cu<strong>en</strong>ta de que había estado allí desde hacía varias semanas. Después, cuando lo vieron<br />

también <strong>los</strong> domingos a la salida de misa, la tía acabó de conv<strong>en</strong>cerse de que tantos<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros no podían ser casuales. Dijo: “No será por mí que se toma semejante<br />

molestia”. Pues a pesar de su conducta austera y su hábito de p<strong>en</strong>it<strong>en</strong>te, la tía<br />

Escolástica Daza t<strong>en</strong>ía un instinto de la vida y una vocación de complicidad que eran sus<br />

mejores virtudes, y la sola idea de que un hombre se interesara por la sobrina le causaba<br />

una emoción irresistible. Sin embargo, Fermina Daza estaba todavía a salvo hasta de la<br />

simple curiosidad d<strong>el</strong> <strong>amor</strong>, y lo único que le inspiraba Flor<strong>en</strong>tino Ariza era un poco de<br />

lástima, porque le pareció que estaba <strong>en</strong>fermo. Pero la tía le dijo que era necesario haber<br />

vivido mucho para conocer la índole verdadera de un hombre, y estaba conv<strong>en</strong>cida de<br />

que aqu<strong>el</strong> que se s<strong>en</strong>taba <strong>en</strong> <strong>el</strong> parque para verlas pasar, sólo podía estar <strong>en</strong>fermo de<br />

<strong>amor</strong>.<br />

La tía Escolástica era un refugio de compr<strong>en</strong>sión y afecto para la hija solitaria de<br />

un matrimonio sin <strong>amor</strong>. Ella la había criado desde la muerte de la madre, y <strong>en</strong> r<strong>el</strong>ación<br />

con Lor<strong>en</strong>zo Daza se comportaba más como cómplice que como tía. Así que la aparición<br />

de Flor<strong>en</strong>tino Ariza fue para <strong>el</strong>las una más de las muchas diversiones íntimas que solían<br />

inv<strong>en</strong>tarse para <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>er sus horas muertas. Cuatro veces al día, cuando pasaban por<br />

<strong>el</strong> parquecito de <strong>los</strong> Evang<strong>el</strong>ios, ambas se apresuraban a buscar con una mirada<br />

instantánea al c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>a escuálido, tímido, poquita cosa, casi siempre vestido de negro a<br />

pesar d<strong>el</strong> calor, que fingía leer bajo <strong>los</strong> árboles. “Ahí está”, decía la que lo descubría<br />

primero, reprimi<strong>en</strong>do la risa, antes de que él levantara la vista y viera a las dos mujeres<br />

rígidas, distantes de su vida, que atravesaban <strong>el</strong> parque sin mirarlo.<br />

-Pobrecito -había dicho la tía---. No se atreve a acercarse porque voy contigo,<br />

pero un día lo int<strong>en</strong>tará si sus int<strong>en</strong>ciones son serias, y <strong>en</strong>tonces te <strong>en</strong>tregará una carta.<br />

Previ<strong>en</strong>do toda clase de adversidades le <strong>en</strong>señó a comunicarse con letras de<br />

mano, que era un recurso indisp<strong>en</strong>sable de <strong>los</strong> <strong>amor</strong>es prohibidos. Aqu<strong>el</strong>las travesuras<br />

desprev<strong>en</strong>idas, casi pueriles, le causaban a Fermina Daza una curiosidad novedosa, pero<br />

no se le ocurrió durante varios meses que llegara más lejos. Nunca supo <strong>en</strong> qué<br />

mom<strong>en</strong>to la diversión se le convirtió <strong>en</strong> ansiedad, y la sangre se le volvía de espuma por<br />

la urg<strong>en</strong>cia de verlo, y una noche despertó despavorida porque lo vio mirándola <strong>en</strong> la<br />

oscuridad a <strong>los</strong> pies de la cama. Entonces deseó con <strong>el</strong> alma que se cumplieran <strong>los</strong><br />

pronósticos de la tía, y rogaba a Dios <strong>en</strong> sus oraciones que él tuviera valor para<br />

<strong>en</strong>tregarle la carta, sólo por saber qué decía.<br />

Pero sus ruegos no fueron at<strong>en</strong>didos. Al contrario. Esto sucedía por la época <strong>en</strong><br />

que Flor<strong>en</strong>tino Ariza se confesó con su madre y ésta lo disuadió de <strong>en</strong>tregar <strong>los</strong> set<strong>en</strong>ta<br />

folios de requiebros, así que Fermina Daza siguió esperando todo <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> año. Su<br />

ansiedad se convertía <strong>en</strong> desesperación a medida que se acercaban las vacaciones de<br />

36 Gabri<strong>el</strong> García Márquez<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!