30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Así que volvió a las cinco de la tarde, de acuerdo con la indicación de la criada ' y<br />

Lor<strong>en</strong>zo Daza <strong>en</strong> persona le abrió <strong>el</strong> portón y lo condujo hasta <strong>el</strong> dormitorio de la hija.<br />

Permaneció s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>umbra d<strong>el</strong> rincón, con <strong>los</strong> brazos cruzados y haci<strong>en</strong>do<br />

esfuerzos vanos por dominar la respiración farragosa, mi<strong>en</strong>tras duró <strong>el</strong> exam<strong>en</strong>. No era<br />

fácil saber quién estaba más cohibido, si <strong>el</strong> médico con su tacto púdico o la <strong>en</strong>ferma con<br />

su recato de virg<strong>en</strong> d<strong>en</strong>tro d<strong>el</strong> camisón de seda, pero ninguno miró al otro a <strong>los</strong> ojos,<br />

sino que él preguntaba con voz impersonal y <strong>el</strong>la respondía con voz trémula, ambos<br />

p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>tes d<strong>el</strong> hombre s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> la p<strong>en</strong>umbra. Al final ` <strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino le<br />

pidió a la <strong>en</strong>ferma que se s<strong>en</strong>tara, y le abrió la camisa de dormir hasta la cintura con un<br />

cuidado exquisito: <strong>el</strong> pecho intacto y altivo, de pezones infantiles, resplandeció un<br />

instante como un fogonazo <strong>en</strong> las sombras de la alcoba, antes de que <strong>el</strong>la se apresurara<br />

a ocultarlo con <strong>los</strong> brazos cruzados. Imperturbable, <strong>el</strong> médico le apartó <strong>los</strong> brazos sin<br />

mirarla, y le hizo la auscultación directa con la oreja contra la pi<strong>el</strong>, primero <strong>el</strong> pecho y<br />

luego la espalda.<br />

El doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino solía contar que no experim<strong>en</strong>tó ninguna emoción cuando<br />

conoció a la mujer con qui<strong>en</strong> había de vivir hasta <strong>el</strong> día de la muerte. Recordaba <strong>el</strong><br />

camisón c<strong>el</strong>este con bordes de <strong>en</strong>caje, <strong>los</strong> ojos febriles, <strong>el</strong> largo cab<strong>el</strong>lo su<strong>el</strong>to sobre <strong>los</strong><br />

hombros, pero estaba tan obnubilado por la irrupción de la peste <strong>en</strong> <strong>el</strong> recinto colonial,<br />

que no se fijó <strong>en</strong> nada de lo mucho que <strong>el</strong>la t<strong>en</strong>ía de adolesc<strong>en</strong>te floral, sino <strong>en</strong> lo más<br />

ínfimo que pudiera t<strong>en</strong>er de apestada. Ella fue más explícita: <strong>el</strong> jov<strong>en</strong> médico de qui<strong>en</strong><br />

tanto había oído hablar a propósito d<strong>el</strong> cólera le pareció un pedante incapaz de querer a<br />

nadie distinto de sí mismo. El diagnóstico fue una infección intestinal de orig<strong>en</strong><br />

alim<strong>en</strong>ticio que cedió con un tratami<strong>en</strong>to casero de tres días. Aliviado con la<br />

comprobación de que la hija no había contraído <strong>el</strong> cólera, Lor<strong>en</strong>zo Daza acompañó al<br />

doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino hasta <strong>el</strong> estribo d<strong>el</strong> coche, le pagó <strong>el</strong> peso oro de la visita que le<br />

pareció excesivo aun para un médico de ricos, pero lo despidió con muestras<br />

inmoderadas de gratitud. Estaba deslumbrado por <strong>el</strong> resplandor de sus ap<strong>el</strong>lidos, y no<br />

sólo no lo disimulaba, sino que hubiera hecho cualquier cosa para verlo otra vez, y <strong>en</strong><br />

circunstancias m<strong>en</strong>os formales.<br />

El caso debió darse por terminado. Sin embargo, <strong>el</strong> martes de la semana<br />

sigui<strong>en</strong>te, sin ser llamado y sin anuncio alguno, <strong>el</strong> doctor Juv<strong>en</strong>al Urbino volvió a la casa<br />

a la hora inoportuna de las tres de la tarde. Fermina Daza estaba <strong>en</strong> <strong>el</strong> costurero,<br />

tomando una lección de pintura al óleo junto con dos amigas, cuando él apareció <strong>en</strong> la<br />

v<strong>en</strong>tana con la levita blanca, intachable, y <strong>el</strong> sombrero también blanco, de copa alta, y le<br />

hizo una seña de que se acercara. Ella puso <strong>el</strong> bastidor <strong>en</strong> la silla y se dirigió a la v<strong>en</strong>tana<br />

caminando <strong>en</strong> puntas de pies con la falda de volantes alzada hasta <strong>los</strong> tobil<strong>los</strong> para<br />

impedir que arrastrara. Llevaba una diadema con un dije que le colgaba <strong>en</strong> la fr<strong>en</strong>te,<br />

cuya piedra luminosa t<strong>en</strong>ía <strong>el</strong> mismo color esquivo de sus ojos, y todo <strong>en</strong> <strong>el</strong>la exhalaba<br />

un aura de frescura. Al médico le llamó la at<strong>en</strong>ción que se vistiera para pintar <strong>en</strong> casa<br />

como si fuera para una fiesta. Le tomó <strong>el</strong> pulso desde <strong>el</strong> exterior de la v<strong>en</strong>tana, le hizo<br />

sacar la l<strong>en</strong>gua, le examinó la garganta con una espátula de aluminio, le miró por d<strong>en</strong>tro<br />

<strong>el</strong> párpado inferior, y cada vez hizo un gesto aprobatorio. Estaba m<strong>en</strong>os cohibido que <strong>en</strong><br />

la visita anterior, pero <strong>el</strong>la LO estaba más porque no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>día la razón de aqu<strong>el</strong> exam<strong>en</strong><br />

imprevisto, si él mismo había dicho que no volvería a m<strong>en</strong>os que lo llamaran por alguna<br />

novedad. Más aún: no quería volver a verlo jamás. Cuando terminó <strong>el</strong> exam<strong>en</strong>, <strong>el</strong> médico<br />

guardó la espátula <strong>en</strong> <strong>el</strong> maletín atiborrado de instrum<strong>en</strong>tos y frascos de medicinas, y lo<br />

cerró con un golpe seco.<br />

-Está como una rosa recién nacida -dijo él.<br />

-Gracias.<br />

-A Dios -dijo él, y citó mal a Santo Tomás-: Recuerde que todo lo que es bu<strong>en</strong>o,<br />

v<strong>en</strong>ga de donde viniere, provi<strong>en</strong>e d<strong>el</strong> Espíritu Santo. ¿Le gusta la música?<br />

Lo preguntó con una sonrisa <strong>en</strong>cantadora, de un modo casual, pero <strong>el</strong>la no le<br />

correspondió.<br />

-¿A qué vi<strong>en</strong>e la pregunta? -preguntó a su vez.<br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 67<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!