gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Ariza estaba hablando por inspiración d<strong>el</strong> Espíritu Santo. Así que <strong>en</strong>tró <strong>en</strong> la casa para<br />
cambiar de agujas, y dejó so<strong>los</strong> a <strong>los</strong> dos jóv<strong>en</strong>es bajo <strong>los</strong> alm<strong>en</strong>dros d<strong>el</strong> portal.<br />
En realidad, era muy poco lo que sabía Fermina Daza de aqu<strong>el</strong> pret<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te<br />
taciturno que había aparecido <strong>en</strong> su vida como una golondrina de invierno, y d<strong>el</strong> cual no<br />
hubiera conocido ni siquiera <strong>el</strong> nombre de no haber sido por la firma de la carta. Había<br />
averiguado desde <strong>en</strong>tonces que era <strong>el</strong> hijo sin padre de una soltera laboriosa y seria,<br />
pero marcada sin remedio por <strong>el</strong> estigma de fuego de un único extravío juv<strong>en</strong>il. Se había<br />
<strong>en</strong>terado de que no era m<strong>en</strong>sajero d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>égrafo, como <strong>el</strong>la suponía, sino un asist<strong>en</strong>te<br />
bi<strong>en</strong> calificado con un futuro promisorio, y p<strong>en</strong>só que había llevado <strong>el</strong> t<strong>el</strong>egrama a su<br />
padre sólo como un pretexto para verla a <strong>el</strong>la. Esa suposición la conmovió. También<br />
sabía que era uno de <strong>los</strong> músicos d<strong>el</strong> coro, y aunque nunca se había atrevido a levantar<br />
la vista para comprobarlo durante la misa, un domingo tuvo la rev<strong>el</strong>ación de que<br />
mi<strong>en</strong>tras <strong>los</strong> otros instrum<strong>en</strong>tos tocaban para todos, <strong>el</strong> violín tocaba sólo para <strong>el</strong>la. No<br />
era <strong>el</strong> tipo de hombre que hubiera escogido. Sus espeju<strong>el</strong>os de expósito, su atu<strong>en</strong>do<br />
clerical, sus recursos misteriosos le habían suscitado una curiosidad difícil de resistir,<br />
pero nunca había imaginado que la curiosidad fuera otra de las tantas c<strong>el</strong>adas d<strong>el</strong> <strong>amor</strong>.<br />
Ella misma no se explicaba por qué había aceptado la carta. No se lo reprochaba,<br />
pero <strong>el</strong> compromiso cada vez más apremiante de dar una respuesta se le había<br />
convertido <strong>en</strong> un estorbo para vivir. Cada palabra de su padre, cada mirada casual, sus<br />
gestos más triviales le parecían sembrados de trampas para descubrir su secreto. Era tal<br />
su estado de alarma, que evitaba hablar <strong>en</strong> la mesa por temor de que un descuido<br />
pudiera d<strong>el</strong>atarla, y se volvió evasiva hasta con la tía Escolástica, a pesar de que ésta<br />
compartía su ansiedad reprimida como si fuera propia. Se <strong>en</strong>cerraba <strong>en</strong> <strong>el</strong> baño a<br />
cualquier hora, sin necesidad, y volvía a leer la carta tratando de descubrir un código<br />
secreto, una fórmula mágica escondida <strong>en</strong> alguna de las tresci<strong>en</strong>tas catorce letras de sus<br />
cincu<strong>en</strong>ta y ocho palabras, con la esperanza de que dijeran más de lo que decían. Pero<br />
no <strong>en</strong>contró nada más de lo que había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> la primera lectura, cuando corrió a<br />
<strong>en</strong>cerrarse <strong>en</strong> <strong>el</strong> baño con <strong>el</strong> corazón <strong>en</strong>loquecido, y desgarró <strong>el</strong> sobre con la ilusión de<br />
que fuera una carta abundante y febril, y sólo se <strong>en</strong>contró con un billete perfumado cuya<br />
determinación la asustó.<br />
Al principio no había p<strong>en</strong>sado <strong>en</strong> serio que estuviera obligada a dar una respuesta,<br />
pero la carta era tan explícita que no había modo de sortearla. Mi<strong>en</strong>tras tanto, <strong>en</strong> la<br />
torm<strong>en</strong>ta de las dudas, se sorpr<strong>en</strong>dió p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> Flor<strong>en</strong>tino Ariza con más frecu<strong>en</strong>cia y<br />
más interés de <strong>los</strong> que quería permitirse, y hasta se preguntaba atribulada por qué no<br />
estaba <strong>en</strong> <strong>el</strong> parquecito a la hora de siempre, sin recordar que era <strong>el</strong>la qui<strong>en</strong> le había<br />
pedido no volver mi<strong>en</strong>tras p<strong>en</strong>saba la respuesta. Así terminó p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> él como nunca<br />
se hubiera imaginado que se podía p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> algui<strong>en</strong>, presintiéndolo donde no estaba,<br />
deseándolo donde no podía estar, despertando de pronto con la s<strong>en</strong>sación física de que él<br />
la contemplaba <strong>en</strong> la oscuridad mi<strong>en</strong>tras <strong>el</strong>la dormía, de modo que la tarde <strong>en</strong> que sintió<br />
sus pasos resu<strong>el</strong>tos sobre <strong>el</strong> reguero de hojas amarillas d<strong>el</strong> parquecito, le costó trabajo<br />
creer que no fuera otra burla de su fantasía. Pero cuando él le reclamó la respuesta con<br />
una autoridad que no t<strong>en</strong>ía nada que ver con su languidez, <strong>el</strong>la logró sobreponerse al<br />
espanto y trató de evadirse por la verdad: no sabía qué contestarle.<br />
Sin embargo, Flor<strong>en</strong>tino Ariza no había salvado un abismo para amedr<strong>en</strong>tarse con<br />
<strong>los</strong> sigui<strong>en</strong>tes.<br />
-Si aceptó la carta -le dijo-, es de mala urbanidad no contestarla.<br />
Ese fue <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> laberinto. Fermina Daza dueña de sí misma, se excusó por la<br />
demora, y le dio su palabra formal de que t<strong>en</strong>dría una respuesta antes d<strong>el</strong> término de las<br />
vacaciones. Cumplió. El último viernes de febrero, tres días antes de la reapertura de <strong>los</strong><br />
colegios, la tía Escolástica fue a la oficina d<strong>el</strong> t<strong>el</strong>égrafo a preguntar cuánto costaba un<br />
t<strong>el</strong>egrama para <strong>el</strong> pueblo de Piedras de Moler, que ni siquiera figuraba <strong>en</strong> la lista de<br />
servicios, y se dejó at<strong>en</strong>der por Flor<strong>en</strong>tino Ariza como si nunca se hubieran visto, pero al<br />
salir fingió olvidar <strong>en</strong> <strong>el</strong> mostrador un breviario empastado <strong>en</strong> pi<strong>el</strong> de lagartija d<strong>en</strong>tro d<strong>el</strong><br />
cual había un sobre de pap<strong>el</strong> de lino con viñetas doradas. Trastornado por la dicha,<br />
Gabri<strong>el</strong> García Márquez 41<br />
El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera