30.04.2013 Views

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

gabriel-garcia-marquez-el-amor-en-los-tiempos-del-colera

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

quintos Juegos Florales, conv<strong>en</strong>cida de que nadie había participado hasta <strong>en</strong>tonces con<br />

un poema tan original. Pero volvió a perder.<br />

Estaba furibunda mi<strong>en</strong>tras Flor<strong>en</strong>tino Ariza la acompañaba a su casa. Por algo que<br />

no sabía explicar, t<strong>en</strong>ía la convicción de que la maniobra había sido urdida contra <strong>el</strong>la por<br />

Fermina Daza, para no premiar su poema. Flor<strong>en</strong>tino Ariza no le prestó at<strong>en</strong>ción. Estaba<br />

de un humor sombrío desde la <strong>en</strong>trega de <strong>los</strong> premios, pues no había visto a Fermina<br />

Daza <strong>en</strong> mucho tiempo, y aqu<strong>el</strong>la noche tuvo la impresión de que había sufrido un<br />

cambio profundo: por primera vez se le notaba a simple vista su con~ dición de madre.<br />

No era una novedad para él, pues sabía que <strong>el</strong> hijo ya iba a la escu<strong>el</strong>a. Sin embargo, su<br />

edad maternal no le había parecido antes tan evid<strong>en</strong>te como aqu<strong>el</strong>la noche, tanto por <strong>el</strong><br />

diámetro de su cintura y su andar un poco acezante, como por <strong>los</strong> escol<strong>los</strong> de la voz<br />

cuando leyó la lista de <strong>los</strong> premios.<br />

Tratando de docum<strong>en</strong>tar sus recuerdos, volvió a hojear <strong>los</strong> álbumes de <strong>los</strong> Juegos<br />

Florales mi<strong>en</strong>tras Sara Noriega preparaba algo de comer. Vio cromos de revistas,<br />

postales amarill<strong>en</strong>tas de las que se v<strong>en</strong>dían como recuerdo <strong>en</strong> <strong>los</strong> portales, y fue como<br />

un repaso fantasmal a la falacia de su propia vida. Hasta <strong>en</strong>tonces lo había sost<strong>en</strong>ido la<br />

ficción de que <strong>el</strong> mundo era <strong>el</strong> que pasaba, pasaban las costumbres, la moda: todo<br />

m<strong>en</strong>os <strong>el</strong>la. Pero aqu<strong>el</strong>la noche vio por primera vez de un modo consci<strong>en</strong>te cómo se le<br />

estaba pasando la vida a Fermina Daza, y cómo pasaba la suya propia, mi<strong>en</strong>tras él no<br />

hacía nada más que esperar. Nunca había hablado de <strong>el</strong>la con nadie, porque se sabía<br />

incapaz de decir <strong>el</strong> nombre sin que se le notara la palidez de <strong>los</strong> labios. Pero esa noche,<br />

mi<strong>en</strong>tras hojeaba <strong>los</strong> álbumes como <strong>en</strong> tantas otras v<strong>el</strong>adas de tedio dominical, Sara<br />

Noriega tuvo uno de esos aciertos casuales que h<strong>el</strong>aban la sangre.<br />

-Es una puta -dijo.<br />

Lo dijo al pasar, vi<strong>en</strong>do un grabado de Fermina Daza disfrazada de pantera negra<br />

<strong>en</strong> un baile de máscaras, y no tuvo que m<strong>en</strong>cionar a nadie para que Flor<strong>en</strong>tino Ariza<br />

supiera de quién hablaba. Temi<strong>en</strong>do una rev<strong>el</strong>ación que lo perturbara de por vida, éste<br />

apresuró una def<strong>en</strong>sa caut<strong>el</strong>osa. Advirtió que sólo conocía de lejos a Fermina Daza, que<br />

nunca habían pasado de <strong>los</strong> saludos formales y no t<strong>en</strong>ía ninguna noticia de su intimidad,<br />

pero daba por cierto que era una mujer admirable, surgida de la nada y <strong>en</strong>altecida por<br />

sus méritos propios.<br />

-Por obra y gracia de un matrimonio de interés con un hombre que no quiere -lo<br />

interrumpió Sara Noriega---. Es la manera más baja de ser puta.<br />

Con m<strong>en</strong>os crudeza, pero con igual rigidez moral, su madre le había dicho lo<br />

mismo a Flor<strong>en</strong>tino Ariza tratando de consolarlo de sus desv<strong>en</strong>turas. Turbado hasta <strong>los</strong><br />

tuétanos, no <strong>en</strong>contró una réplica oportuna para la inclem<strong>en</strong>cia de Sara Noriega, y trató<br />

de fugarse d<strong>el</strong> tema. Pero Sara Noriega no se lo permitió hasta que no acabó de<br />

desahogarse contra Fermina Daza. Por un golpe de intuición que no hubiera podido<br />

explicar, estaba conv<strong>en</strong>cida de que había sido <strong>el</strong>la la autora de la conspiración para<br />

escamotearle <strong>el</strong> premio. No había ninguna razón para creerlo: no se conocían, no se<br />

habían visto nunca, y Fermina Daza no t<strong>en</strong>ía nada que ver con las decisiones d<strong>el</strong><br />

concurso, si bi<strong>en</strong> estaba al corri<strong>en</strong>te de sus secretos. Sara Noriega dijo de un modo<br />

terminante: “Las mujeres somos adivinas”. Y le puso término a la discusión.<br />

Desde ese mom<strong>en</strong>to, Flor<strong>en</strong>tino Ariza la vio con otros ojos. También para <strong>el</strong>la<br />

pasaban <strong>los</strong> años. Su naturaleza feraz se marchitaba sin gloria, su <strong>amor</strong> se demoraba <strong>en</strong><br />

sollozos, y sus párpados empezaban a mostrar la sombra de las viejas amarguras. Era<br />

una flor de ayer. Además, <strong>en</strong> la furia de la derrota había descuidado la cu<strong>en</strong>ta de sus<br />

brandis. No estaba <strong>en</strong> su noche: mi<strong>en</strong>tras comían <strong>el</strong> arroz de coco recal<strong>en</strong>tado, trató de<br />

establecer cuál había sido la contribución de cada uno <strong>en</strong> <strong>el</strong> poema derrotado' para saber<br />

cuántos péta<strong>los</strong> de la Orquídea de Oro les habría correspondido a cada qui<strong>en</strong>. No era la<br />

primera vez que se <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> torneos bizantinos, pero él aprovechó la ocasión para<br />

respirar por la herida recién abierta, y se <strong>en</strong>redaron <strong>en</strong> una disputa mezquina que les<br />

revolvió a ambos <strong>los</strong> r<strong>en</strong>cores de casi cinco años de <strong>amor</strong> dividido.<br />

Gabri<strong>el</strong> García Márquez 111<br />

El <strong>amor</strong> <strong>en</strong> <strong>los</strong> <strong>tiempos</strong> d<strong>el</strong> cólera

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!