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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Mencioné, lo mejor que pu<strong>de</strong>, que me parecía muy extraño que siempre me pasaran cosas cuando él<br />

estaba cerca, y que era como si él mismo hubiera estado urdiendo todos <strong>los</strong> sucesos. Las veces que yo<br />

había estado solo en el monte, <strong>de</strong> noche, todo había sido perfectamente normal y tranquilo. Jamás<br />

experimenté sombras ni ruidos extraños. De hecho, jamás me asustó nada.<br />

Don Juan chasqueó la lengua suavemente y dijo que todo era prueba <strong>de</strong> que él tenía suficiente po<strong>de</strong>r<br />

personal <strong>para</strong> llamar en su ayuda una miríada <strong>de</strong> cosas.<br />

Tuve el sentimiento <strong>de</strong> que acaso insinuaba haber llamado realmente a algunas personas como confe<strong>de</strong>rados.<br />

Don Juan pareció <strong>leer</strong> mis pensamientos y rió fuerte.<br />

-No te fatigues con explicaciones -dijo-. Lo que dije no tiene sentido <strong>para</strong> ti, simplemente porque todavía<br />

no tienes bastante po<strong>de</strong>r personal. Pero tienes más que al principio, así que han comenzado a pasarte<br />

cosas. Ya tuviste un po<strong>de</strong>roso encuentro con la niebla y el rayo. No es importante que comprendas lo<br />

que te pasó aquella noche. Lo importante es que hayas adquirido esa memoria. El puente y todo lo <strong>de</strong>más<br />

que viste aquella noche se repetirán algún día, cuando tengas bastante po<strong>de</strong>r personal.<br />

-¿Con qué objeto se repetiría todo eso, don Juan?<br />

-No sé. Yo no soy tú. Sólo tú pue<strong>de</strong>s respon<strong>de</strong>r. Todos somos distintos. Por eso tuve que <strong>de</strong>jarte solo<br />

anoche, aunque sabía que era mortalmente peligroso; tenías que tener un duelo con esas entida<strong>de</strong>s. El motivo<br />

por el que elegí el canto <strong>de</strong>l tecolote fue porque <strong>los</strong> tecolotes son mensajeros <strong>de</strong> las entida<strong>de</strong>s. Imitar<br />

el canto <strong>de</strong>l tecolote las hace salir. Se volvieron peligrosas <strong>para</strong> ti no porque sean malas <strong>de</strong> naturaleza, sino<br />

porque no fuiste impecable. Hay en ti algo muy torcido y yo sé lo que es. Nada más me estás llevando la<br />

corriente. Toda tu vida le has llevado la corriente a todo el mundo y eso, claro, te coloca automáticamente<br />

por encima <strong>de</strong> todos y <strong>de</strong> todo. Pero tú mismo sabes que eso no pue<strong>de</strong> ser. Eres sólo un hombre, y tu vida<br />

es <strong>de</strong>masiado breve <strong>para</strong> abarcar todas las maravillas y todos <strong>los</strong> horrores <strong>de</strong> este mundo prodigioso. Por<br />

eso, tu manera <strong>de</strong> darle cuerda a la gente es una cosa asquerosa que te hace quedar muy mal.<br />

Quise protestar. Don Juan había dado en el clavo, como docenas <strong>de</strong> veces anteriormente. Por un<br />

instante me enojé. Pero, como había sucedido antes, el escribir me dio el suficiente <strong>de</strong>spego <strong>para</strong><br />

permanecer impasible.<br />

-Creo que tengo la cura -prosiguió don Juan tras un largo intervalo-. Hasta tú estarías <strong>de</strong> acuerdo<br />

conmigo si recordaras lo que hiciste anoche. Corriste tan rápido como cualquier brujo sólo cuando tu adversario<br />

se puso insoportable. Los dos sabemos eso y creo que ya te encontré un digno adversario.<br />

-¿Qué va usted a hacer, don Juan?<br />

No respondió. Se puso en pie y estiró el cuerpo. Pareció contraer cada músculo. Me or<strong>de</strong>nó hacer lo<br />

mismo.<br />

-Debes estirar tu cuerpo muchas veces durante el día -dijo-. Mientras más veces mejor, pero nada más<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un largo periodo <strong>de</strong> trabajo o un largo periodo <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso.<br />

-¿Qué clase <strong>de</strong> adversario me va usted a poner: -pregunté.<br />

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-Por <strong>de</strong>sgracia, sólo nuestros semejantes son nuestros dignos adversarios -dijo-. Otras entida<strong>de</strong>s no<br />

tienen voluntad propia y hay que salirles al encuentro y sonsacarlas. Nuestros semejantes, en cambio, son<br />

implacables.<br />

"Ya hemos hablado bastante- dijo don Juan en tono abrupto, y se volvió hacia mí-. Antes <strong>de</strong> irte <strong>de</strong>bes<br />

hacer una última cosa, la más importante <strong>de</strong> todas. Ahora mismo voy a <strong>de</strong>cirte algo <strong>para</strong> que sepas por qué<br />

estás aquí y te tranquilices. La razón <strong>de</strong> que sigas viniendo a verme es muy sencilla; todas las veces que me<br />

has visto, tu cuerpo ha aprendido ciertas cosas, aun sin tú quererlo. Y finalmente ahora tu cuerpo necesita<br />

regresar conmigo <strong>para</strong> apren<strong>de</strong>r más. Digamos que tu cuerpo sabe que va a morir, aunque tú jamás piensas<br />

en eso. Así pues, he estado diciéndole a tu cuerpo que yo también voy a morir y que antes <strong>de</strong> eso me<br />

gustaría enseñarle ciertas cosas, cosas que tú mismo no pue<strong>de</strong>s darle. Por ejemplo, tu cuerpo necesita<br />

sustos. Le gustan. Tu cuerpo necesita la oscuridad y el viento. Tu cuerpo conoce ya la marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y<br />

ar<strong>de</strong> en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> probarlo. Tu cuerpo necesita po<strong>de</strong>r personal y ar<strong>de</strong> en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> tenerlo.<br />

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