Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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y nos hizo seña <strong>de</strong> ir a mirar. Luego, lentamente, empezó a abrir la mano. Cuando la tuvo extendida, un<br />
gran objeto negro salió volando. El movimiento fue tan súbito, y el objeto volador tan gran<strong>de</strong>, que salté<br />
hacia atrás y estuve a punto <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r el equilibrio. Don Juan me apuntaló.<br />
-No era el carro -se quejó don Genaro-. Era una pinche mosca. ¡Ni modo!<br />
Ambos me escudriñaban. Se hallaban <strong>para</strong>dos frente a mí y no me miraban directamente, sino con el<br />
rabo <strong>de</strong>l ojo. Fue una mirada prolongada.<br />
-Era una mosca, ¿verdad? -me preguntó don Genaro.<br />
-Creo que sí -dije.<br />
-No creas -me or<strong>de</strong>nó don Juan imperativamente-. ¿Qué viste?<br />
-Vi algo <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un cuervo que salía volando <strong>de</strong> su mano -dije.<br />
Mi <strong>de</strong>scripción era congruente con mi percepción y nada tenía <strong>de</strong> chiste, pero el<strong>los</strong> la recibieron como<br />
una <strong>de</strong> las frases más hilarantes pronunciadas aquel día. Ambos dieron saltos y rieron hasta atragantarse.<br />
-Creo que Car<strong>los</strong> ya tuvo suficiente -dijo don Juan. Su voz estaba ronca por la risa.<br />
Don Genaro dijo que estaba a punto <strong>de</strong> encontrar mi coche, que sentía andar cada vez más caliente.<br />
Don Juan observó que estábamos en una zona agreste y que hallar allí el coche no era <strong>de</strong>seable. Don Genaro<br />
se quitó el sombrero y reacomodó la cinta con un trozo <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>l sacado <strong>de</strong> su morral; a continuación,<br />
ató su cinturón <strong>de</strong> lana a una borla amarilla pegada al ala.<br />
-Estoy haciendo un papalote con mi sombrero -me dijo.<br />
Lo observé y supe que bromeaba. Yo siempre me había consi<strong>de</strong>rado un experto en papalotes. De niño,<br />
solía hacer cometas <strong>de</strong> lo más complejo, y sabía que el ala <strong>de</strong>l sombrero <strong>de</strong> paja era <strong>de</strong>masiado frágil <strong>para</strong><br />
resistir el viento. Por otra parte, la copa era <strong>de</strong>masiado honda y el aire circularía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella, haciendo<br />
imposible el <strong>de</strong>spegue.<br />
-No crees que vuele, ¿verdad? -me preguntó don Juan.<br />
-Sé que no volará -dije.<br />
Don Genaro, sin preocuparse, terminó <strong>de</strong> añadir un largo cor<strong>de</strong>l a su papalote-sombrero.<br />
Hacía viento, y don Genaro corrió cuestabajo mientras don Juan sostenía el sombrero; luego don<br />
Genaro jaló el cor<strong>de</strong>l y la maldita cosa echó a volar.<br />
-¡Mira, mira el papalote! -gritó don Genaro.<br />
Dio un par <strong>de</strong> tumbos, pero permaneció en el aire.<br />
-No quites <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong>l papalote -dijo don Juan con firmeza.<br />
Por un momento me sentí mareado. Mirando el papalote, tuve una viva memoria <strong>de</strong> otro tiempo; era<br />
como si yo mismo estuviese volando una cometa, como solía hacer cuando soplaba el viento en las colinas<br />
<strong>de</strong> mi pueblo.<br />
Durante un breve instante, hundido en el recuerdo, perdí conciencia <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong>l tiempo.<br />
Oí que don Genaro gritaba algo y vi el sombrero dar <strong>de</strong> tumbos y luego caer al suelo, don<strong>de</strong> estaba mi<br />
coche. Todo ocurrió con tal velocidad que no tuve una percepción clara <strong>de</strong> lo ocurrido. Me sentí mareado y<br />
distraído. Mi mente se aferraba a una imagen muy confusa. O había yo visto que el sombrero <strong>de</strong> don<br />
Genaro se convertía en mi coche, o bien que el sombrero caía encima <strong>de</strong>l coche. Quise creer lo último, que<br />
don Genaro había usado su sombrero <strong>para</strong> señalar mi coche. No que importara en realidad: una cosa era<br />
tan impresionante como la otra, pero así y todo mi mente se aferraba a ese <strong>de</strong>talle arbitrario con el fin <strong>de</strong><br />
conservar su equilibrio original.<br />
-No luches -oí <strong>de</strong>cir a don Juan.<br />
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