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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Repuse que borrar la historia personal sólo acrecentaría nuestra sensación <strong>de</strong> inseguridad.<br />

-Cuando nada es cierto nos mantenemos alertas, <strong>de</strong> puntillas todo el tiempo -dijo él-. Es más emocionante<br />

no saber <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> cuál matorral se escon<strong>de</strong> la liebre, que portarnos como si conociéramos todo.<br />

No dijo una palabra más durante un rato muy largo; acaso una hora transcurrió en completo silencio.<br />

Yo no sabía qué preguntar. Finalmente, se puso <strong>de</strong> pie y me pidió llevarlo al pueblo cercano.<br />

Yo ignoraba el motivo, pero nuestra conversación me había agotado. Tenía ganas <strong>de</strong> dormir. Él me pidió<br />

<strong>para</strong>r en el camino y me dijo que, si <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong>scansar, <strong>de</strong>bía trepar a la cima plana <strong>de</strong> una loma al lado <strong>de</strong><br />

la carretera y acostarme bocabajo con la cabeza hacia el este.<br />

Parecía tener un sentimiento <strong>de</strong> urgencia. Yo no quise discutir, o acaso me encontraba <strong>de</strong>masiado cansado<br />

hasta <strong>para</strong> hablar. Subí al cerro e hice lo que él me había indicado.<br />

Dormí sólo dos o tres minutos, pero fueron suficientes <strong>para</strong> que mi energía se renovara.<br />

Llegamos al centro <strong>de</strong>l pueblo, don<strong>de</strong> quiso que lo <strong>de</strong>jase.<br />

-Vuelve -dijo al bajar <strong>de</strong>l coche-. Acuérdate <strong>de</strong> volver.<br />

III. PERDER LA IMPORTANCIA<br />

Tuve oportunidad <strong>de</strong> discutir mis dos visitas previas a don Juan con el amigo que nos puso en contacto.<br />

Su opinión fue que yo estaba perdiendo el tiempo. Le relaté, con todo <strong>de</strong>talle, la gama <strong>de</strong> nuestras conversaciones.<br />

Él pensó que yo exageraba y romantizaba a un viejo chiflado y tonto.<br />

No había en mí mucha visión romántica que aplicar a tan absurdo anciano. Sentía sinceramente que sus<br />

críticas sobre mi personalidad habían socavado en forma grave mi simpatía hacia él. Pero tenía que<br />

admitirlo; siempre habían sido oportunas, ciertas y agudamente precisas.<br />

En ese punto, el centro <strong>de</strong> mi dilema era que rehusaba a aceptar que don Juan era muy capaz <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sbaratar todas mis i<strong>de</strong>as preconcebidas acerca <strong>de</strong>l mundo y a concordar con mi amigo en la creencia <strong>de</strong><br />

que "el viejo indio estaba simplemente loco".<br />

Me sentí compelido a hacerle otra visita antes <strong>de</strong> resolver el problema.<br />

Miércoles, diciembre 28, 1960<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

Inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que llegué a su casa, me llevó a caminar por el chaparral <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto. Ni siquiera<br />

miró la bolsa <strong>de</strong> comestibles que yo le llevé. Parecía haberme estado esperando.<br />

Caminamos durante horas. Él no cortó plantas ni me las mostró. En cambio, me enseñó una "forma<br />

correcta <strong>de</strong> andar". Dijo que yo <strong>de</strong>bía curvar suavemente <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos mientras caminaba, <strong>para</strong> conservar la<br />

atención en el camino y <strong>los</strong> alre<strong>de</strong>dores. Aseveró que mi forma ordinaria <strong>de</strong> andar <strong>de</strong>bilitaba, y que nunca<br />

había que llevar nada en las manos. De ser necesario transportar cosas, <strong>de</strong>bía usarse una mochila o<br />

cualquier clase <strong>de</strong> red portadora o bolsa <strong>para</strong> <strong>los</strong> hombros. Su i<strong>de</strong>a era que, obligando a las manos a<br />

adoptar una posición específica, uno era capaz <strong>de</strong> mayor energía y mayor luci<strong>de</strong>z."<br />

No vi caso en discutir; curvé <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos como él indicaba y seguí caminando. Mi luci<strong>de</strong>z no varió en<br />

modo alguno, ni tampoco mi vigor.<br />

Iniciamos nuestra excursión en la mañana y nos <strong>de</strong>tuvimos a <strong>de</strong>scansar a eso <strong>de</strong>l mediodía. Yo sudaba y<br />

quise beber <strong>de</strong> mi cantimplora, pero él me <strong>de</strong>tuvo diciendo que era mejor tomar sólo un sorbo <strong>de</strong> agua. De<br />

un pequeño arbusto amarillento, cortó algunas hojas y las mascó. Me dio unas y señaló que eran<br />

excelentes; si las mascaba <strong>de</strong>spacio, mi sed <strong>de</strong>saparecería. No fue así, pero tampoco sentí malestar.<br />

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