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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Juan había puesto algo en la carne, mis espejismos eran perfectamente comprensibles. Le pedí <strong>de</strong>cirme si<br />

había cualquier cosa en la "carne <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r".<br />

Rió, pero sin dar una respuesta directa. Insistí, asegurándole que no estaba enojado, ni siquiera<br />

molesto, pero tenía que saber <strong>para</strong> po<strong>de</strong>r explicar a mi propia satisfacción <strong>los</strong> eventos <strong>de</strong> la noche pasada.<br />

Lo insté a <strong>de</strong>cirme la verdad, traté <strong>de</strong> sacársela con halagos, y finalmente le supliqué.<br />

-Estás más loco que una cabra -dijo él, meneando la cabeza en un gesto <strong>de</strong> incredulidad-. Tienes una<br />

ten<strong>de</strong>ncia insidiosa. Insistes en tratar <strong>de</strong> explicarlo todo a tu satisfacción. No hay nada en la carne más que<br />

po<strong>de</strong>r. El po<strong>de</strong>r no lo puse yo, ni ninguna otra persona, sino el po<strong>de</strong>r mismo. Es la carne seca <strong>de</strong> un venado<br />

y ese venado fue un regalo <strong>para</strong> mí en la misma forma en que cierto conejo fue regalo <strong>para</strong> ti no hace<br />

mucho. Ni tú ni yo pusimos nada en el conejo. No te pedí secar la carne <strong>de</strong>l conejo, porque ese acto<br />

requería más po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l que tenías. Sin embargo, te dije que comieras la carne. No comiste casi nada, a<br />

causa <strong>de</strong> tu propia. estupi<strong>de</strong>z.<br />

"Lo que te sucedió anoche no fue un chiste ni una maldad. Tuviste un encuentro con el po<strong>de</strong>r. La niebla,<br />

la oscuridad, el trueno y la lluvia tomaban parte en una gran batalla <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Tuviste la suerte <strong>de</strong> un tonto.<br />

Un guerrero daría cualquier cosa por una batalla así."<br />

Mi argumento fue que el evento no podía ser una batalla <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r porque no había sido real.<br />

-¿Y qué cosa es real? -me preguntó don Juan con mucha calma.<br />

-Esto, lo que estamos viendo es real -dije, señalando en <strong>de</strong>rredor.<br />

-Pero también lo era el puente que viste anoche, y también el bosque y todo lo <strong>de</strong>más.<br />

-Pero si eran reales. ¿dón<strong>de</strong> están ahora?<br />

-Están aquí. Si tuvieras suficiente po<strong>de</strong>r, podrías hacer que volvieran. En este momento no pue<strong>de</strong>s<br />

porque te parece muy útil seguir dudando y discutiendo. No lo es, amigo mío. No lo es. Hay mundos sobre<br />

mundos, aquí mismo frente a nosotros. Y no son cosa <strong>de</strong> risa. Anoche si no te hubiera agarrado el brazo,<br />

habrías caminado por ése puente, quisieras o no. Y un poco más temprano tuve que protegerte <strong>de</strong>l viento<br />

que te andaba buscando.<br />

-¿Qué habría sucedido si usted no me hubiera protegido?<br />

Como no tienes po<strong>de</strong>r suficiente, el viento te habría hecho per<strong>de</strong>r el camino y a lo mejor hasta te<br />

mataba empujándote a un barranco. Pero la niebla fue, anoche, lo último. Dos cosas pudieron pasarte en la<br />

niebla. Pudiste cruzar el puente hasta el otro lado, o pudiste caerte y matarte. Cualquiera <strong>de</strong> las dos habría<br />

<strong>de</strong>pendido <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. Pero una cosa es cierta. Si no te hubiera protegido, habrías tenido que caminar por<br />

ese puente fuera como fuera. Ésa es la naturaleza <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. Como ya te dije, te manda y sin embargo está<br />

a tus ór<strong>de</strong>nes. Anoche, por ejemplo, el po<strong>de</strong>r te habría forzado a cruzar el puente y habría estado a tu<br />

disposición <strong>para</strong> sostenerte mientras cruzabas. Te <strong>de</strong>tuve porque sé que no tienes medios <strong>de</strong> usar el po<strong>de</strong>r,<br />

y sin po<strong>de</strong>r, el puente se hubiera caído.<br />

-¿Vio usted el puente, don Juan?<br />

-No. Nada más vi po<strong>de</strong>r. Podría haber sido cualquier cosa. El po<strong>de</strong>r <strong>para</strong> ti, esta vez, fue un puente. No<br />

sé por qué un puente. Somos criaturas misteriosas.<br />

-¿Ha visto usted alguna vez un puente en la niebla, don Juan?<br />

-Nunca. Pero eso es porque no soy como tú. Vi otras cosas. Mis batallas <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r son muy distintas <strong>de</strong><br />

las tuyas.<br />

-¿Qué vio usted, don Juan? ¿Me lo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir?<br />

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-Vi a mis enemigos durante mi primera batalla <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r en la niebla. Tú no tienes enemigos. No odias a<br />

la gente. Yo sí, en aquel entonces, mi pasión era odiar gente. Ya no lo hago. He vencido mi odio, pero<br />

aquella vez mi odio estuvo a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>struirme.<br />

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