Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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Digamos, pues, que tu cuerpo regresa a verme porque soy amigo suyo."<br />
Don Juan quedó en silencio largo rato. Parecía forcejear con sus pensamientos.<br />
-Ya te he dicho que el secreto <strong>de</strong> un cuerpo fuerte no consiste en lo que haces sino en lo que no haces -<br />
dijo por fin-. Ahora es tiempo <strong>de</strong> que no hagas lo que siempre haces. Siéntate aquí hasta que nos vayamos y<br />
no hagas.<br />
-No le entiendo, don Juan.<br />
Puso las manos sobre mis notas y me las quitó. Cerró cuidadosamente las páginas <strong>de</strong> mi libreta, la<br />
aseguró con su liga y luego la arrojó como un disco a lo lejos, al chaparral.<br />
Sobresaltado, empecé a protestar, pero él me tapó la boca con la mano. Señaló un arbusto gran<strong>de</strong> y me<br />
dijo que fijara mi atención, no en las hojas, sino en las sombras <strong>de</strong> las hojas. Dijo que el correr en la<br />
oscuridad, en vez <strong>de</strong> nacer <strong>de</strong>l miedo, podía ser la reacción muy natural <strong>de</strong> un cuerpo jubi<strong>los</strong>o que sabía<br />
cómo "no hacer". Repitió una y otra vez, susurrando en mi oído <strong>de</strong>recho, que "no hacer lo que yo sabía<br />
hacer" era la clave <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r. En el caso <strong>de</strong> mirar un árbol, lo que yo sabía hacer era enfocar<br />
inmediatamente el follaje. Nunca me preocupaban las sombras <strong>de</strong> las hojas ni <strong>los</strong> espacios entre las hojas.<br />
Sus recomendaciones finales fueron que empezara a enfocar las sombras <strong>de</strong> las hojas <strong>de</strong> una sola rama<br />
<strong>para</strong> luego, sin prisas, recorrer todo el árbol, y que no <strong>de</strong>jara a mis ojos volver a las hojas, porque el primer<br />
paso <strong>de</strong>liberado <strong>para</strong> juntar po<strong>de</strong>r personal era permitir al cuerpo "no-hacer".<br />
Acaso fue por mi fatiga o por mi excitación nerviosa, pero me abstraje a tal grado en las sombras <strong>de</strong> las<br />
hojas que <strong>para</strong> cuando don Juan se puso en pie yo ya casi podía agrupar las masas oscuras <strong>de</strong> sombra tan<br />
efectivamente como por lo común agrupaba el follaje. El efecto total era sorpren<strong>de</strong>nte. Dije a don Juan que<br />
me gustaría quedarme otro rato. Él rió y me dio palmadas en la cabeza.<br />
-Te lo dije -repuso-. Al cuerpo le gustan estas cosas.<br />
Luego me dijo que <strong>de</strong>jara a mi po<strong>de</strong>r almacenado guiarme a través <strong>de</strong> <strong>los</strong> arbustos hasta mi libreta. Me<br />
empujó suavemente al chaparral. Caminé al azar un momento y entonces la encontré. Pensé que <strong>de</strong>bía<br />
haber memorizado inconscientemente la dirección en que don Juan la arrojó. Él explicó el evento diciendo<br />
que fui directamente a la libreta porque mi cuerpo se había empapado durante horas en "no-hacer".<br />
Miércoles, abril 11, 1962<br />
XV. NO-HACER<br />
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AL volver a su casa, don Juan me recomendó trabajar en mis notas como si nada me hubiera pasado, y<br />
no mencionar ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> eventos que experimenté, ni preocuparme por el<strong>los</strong>.<br />
Tras un día <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso anunció que <strong>de</strong>bíamos <strong>de</strong>jar la región durante unos días, porque era aconsejable<br />
poner tierra <strong>de</strong> por medio entre nosotros y aquellas "entida<strong>de</strong>s". Dijo que me habían afectado<br />
profundamente, aunque todavía yo no notara su efecto porque mi cuerpo no era lo bastante sensible. Sin<br />
embargo, en muy poco tiempo me enfermaría <strong>de</strong> gravedad a menos que regresara al "sitio <strong>de</strong> mi predilección"<br />
a limpiarme y a restaurarme.<br />
Salimos antes <strong>de</strong>l amanecer, rumbo al norte, y tras un agotador recorrido en coche y una rápida<br />
caminata, llegamos al atar<strong>de</strong>cer a la cima <strong>de</strong>l cerro.<br />
Como ya lo había hecho antes, don Juan cubrió con ramas y hojas el sitio don<strong>de</strong> yo había una vez<br />
dormido. Luego me dio un puñado <strong>de</strong> hojas <strong>para</strong> que las pusiera contra la piel <strong>de</strong> mi abdomen y me dijo<br />
que me acostara a <strong>de</strong>scansar. Dispuso otro sitio <strong>para</strong> sí mismo, ligeramente a mi <strong>de</strong>recha, como a metro y<br />
medio <strong>de</strong> mi cabeza, y se acostó también.<br />
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