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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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-¿Qué es? susurré a don Juan.<br />

-No sé -respondió, también susurrando, mientras observaba el objeto-. ¿Qué te parece a ti?<br />

Le dije que parecía ser un perro.<br />

-Demasiado gran<strong>de</strong> <strong>para</strong> perro -aseveró él.<br />

Di unos pasos hacia el objeto, pero don Juan me <strong>de</strong>tuvo con gentileza. Lo examiné <strong>de</strong> nuevo. Era <strong>de</strong>finitivamente<br />

algún animal dormido o muerto. Casi podía verle la cabeza; sus orejas sobresalían como las<br />

<strong>de</strong> un lobo. Para entonces, me hallaba seguro <strong>de</strong> que era un animal acurrucado. Pensé que podía ser un<br />

ternero café. Se lo dije a don Juan, en susurro. Él respondió que era <strong>de</strong>masiado compacto <strong>para</strong> ternero, y<br />

a<strong>de</strong>más tenía las orejas picudas.<br />

El animal volvió a estremecerse y entonces noté que estaba vivo. Pu<strong>de</strong> ver que respiraba; sin embargo,<br />

no parecía respirar rítmicamente. Los alientos que tornaba eran más bien como temblores irregulares. En<br />

ese momento me di cuenta <strong>de</strong> algo.<br />

-Es un animal que se está muriendo -susurré a don Juan.<br />

-Tienes razón -respondió susurrando-. ¿Pero qué clase <strong>de</strong> animal?<br />

Yo no podía distinguir sus rasgos específicos. Don ,Juan dio dos pasos cautos en su dirección. Lo seguí.<br />

Ya estaba entonces muy oscuro, y tuvimos que dar otros dos pasos <strong>para</strong> mantener el animal a la vista.<br />

-Cuidado -me susurró don Juan al oído-. Si es un animal moribundo, pue<strong>de</strong> saltarnos encima con sus<br />

últimas fuerzas.<br />

El animal, fuera lo que fuese, parecía estar al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la muerte; su respiración era irregular, su cuerpo<br />

se estremecía espasmódicamente, pero no cambiaba <strong>de</strong> postura. En <strong>de</strong>terminado momento, sin embargo,<br />

un espasmo tremendo lo elevó por encima <strong>de</strong>l suelo. Oí un chillido inhumano y el animal estiró las patas:<br />

sus garras eran más que aterradoras, eran repugnantes. El animal cayó <strong>de</strong> lado <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> estirar las patas<br />

y luego rodó sobre el lomo.<br />

Oí un gruñido formidable y la voz <strong>de</strong> don Juan que gritaba:<br />

-¡Corre! ¡Corre!<br />

Y eso fue exactamente lo que hice. Corrí hacia la cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong>l cerro con increíble rapi<strong>de</strong>z y agilidad. A<br />

medio camino me volví y vi a don Juan <strong>para</strong>do en el mismo sitio. Me hizo seña <strong>de</strong> bajar. Descendí corriendo<br />

la la<strong>de</strong>ra.<br />

-¿Qué pasó? -pregunté, sin aliento.<br />

-Creo que el animal está muerto -dijo.<br />

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Avanzamos caute<strong>los</strong>amente hacia el animal. Estaba tendido <strong>de</strong> espaldas. Al acercarme, casi grité <strong>de</strong><br />

susto. Me di cuenta <strong>de</strong> que todavía no se hallaba muerto por completo. Su cuerpo temblaba aún. Las patas,<br />

estiradas hacia arriba, se sacudían frenéticamente. El animal estaba sin duda en sus últimas boqueadas.<br />

Caminé <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> don Juan. Una nueva sacudida movió el cuerpo <strong>de</strong>l animal y pu<strong>de</strong> ver su cabeza. Me<br />

volví hacia don Juan, horrorizado. A juzgar por su cuerpo, el animal era a las claras un mamífero; sin<br />

embargo, tenía pico <strong>de</strong> ave.<br />

Lo miré fijamente, presa <strong>de</strong> un horror total y absoluto. Mi mente rehusaba creerlo. Me hallaba<br />

atontado. Ni siquiera podía articular una palabra. Nunca en toda mi existencia había visto nada <strong>de</strong> tal<br />

naturaleza. Algo inconcebible se hallaba ahí frente a mis propios ojos. Quería que don Juan me explicara<br />

ese animal increíble, pero sólo pu<strong>de</strong> mascullar incoherencias. Don Juan me miraba. Yo lo miré y miré al<br />

animal, y entonces algo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí arregló el mundo y supe <strong>de</strong> inmediato qué cosa era el animal. Fui<br />

hasta él y lo recogí. Era una rama gran<strong>de</strong> <strong>de</strong> arbusto. Se había quemado, y posiblemente el viento arrastró<br />

basura chamuscada que se atoró en la rama seca dándole la apariencia redonda y abultada <strong>de</strong> un animal<br />

gran<strong>de</strong>. La basura quemada la hacía verse café claro en contraste con la vegetación ver<strong>de</strong>.<br />

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