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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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huesos <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> conocimiento todavía hay más po<strong>de</strong>r, pero sería prácticamente imposible encontrar<strong>los</strong>.<br />

-¿Quién es un hombre <strong>de</strong> conocimiento, don Juan?<br />

-Cualquier guerrero podría llegar a ser hombre <strong>de</strong> conocimiento. Como ya te dije, un guerrero es un<br />

cazador impecable que caza po<strong>de</strong>r. Si logra cazar, pue<strong>de</strong> ser un hombre <strong>de</strong> conocimiento.<br />

-¿Qué es lo que usted...?<br />

Detuvo mi pregunta con un a<strong>de</strong>mán. Se puso en pie, me hizo seña <strong>de</strong> seguirlo y empezó a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r<br />

por la empinada la<strong>de</strong>ra oriental <strong>de</strong>l risco. Había una vereda <strong>de</strong>finida en la superficie casi perpendicular, y<br />

llevaba al área redonda.<br />

Descendimos lentamente por el peligroso sen<strong>de</strong>ro, y al llegar a tierra don Juan, sin <strong>de</strong>tenerse <strong>para</strong><br />

nada, me guió por el <strong>de</strong>nso chaparral hasta el centro <strong>de</strong>l círculo. Allí utilizó unas gruesas ramas secas <strong>para</strong><br />

barrer un sitio don<strong>de</strong> sentarnos. El sitio era también perfectamente redondo.<br />

-Tenía la intención <strong>de</strong> enterrarte aquí toda la noche -dijo-. Pero ahora sé que todavía no te da. No<br />

tienes po<strong>de</strong>r. Nada más voy a enterrarte un ratito.<br />

Me puse muy nervioso con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> verme sepultado y le pregunté cómo planeaba enterrarme. Rió<br />

como un niño travieso y empezó a juntar ramas secas. No me <strong>de</strong>jó ayudarlo; dijo que me sentara y aguardase.<br />

Echó las ramas que juntaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l círculo <strong>de</strong>spejado. Luego me hizo acostarme con la cabeza hacia<br />

el este, puso mi saco bajo mi cabeza e hizo una jaula en torno a mi cuerpo. La construyó clavando en la<br />

tierra suave trozos <strong>de</strong> ramas, <strong>de</strong> unos 75 centímetros <strong>de</strong> largo; las ramas, terminadas en horquetas,<br />

sirvieron <strong>de</strong> soportes <strong>para</strong> unos pa<strong>los</strong> largos que dieron a la jaula un marco y la apariencia <strong>de</strong> un ataúd<br />

abierto. Cerró esa especie <strong>de</strong> caja colocando ramas pequeñas y hojas sobre las varas largas, encajonándome<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> hombros <strong>para</strong> abajo. Dejó mi cabeza fuera, con el saco como almohada.<br />

Luego tomó un trozo grueso <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra seca y, usándolo como coa, aflojó la tierra en torno <strong>de</strong> mí y<br />

cubrió con ella la jaula.<br />

El marco era tan sólido y las hojas estaban tan bien puestas que no entró tierra. Yo podía mover<br />

libremente las piernas y, <strong>de</strong> hecho, entrar y salir, <strong>de</strong>slizándome.<br />

Don Juan dijo que por lo común el guerrero construía la jaula y luego se metía en ella y la sellaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

a<strong>de</strong>ntro.<br />

-¿Y <strong>los</strong> animales? -pregunté-. ¿Pue<strong>de</strong>n rascar la tierra <strong>de</strong> encima y colarse en la jaula y hacer daño al<br />

hombre?<br />

-No, ésa no es preocupación <strong>para</strong> un guerrero. Es preocupación <strong>para</strong> ti porque tú no tienes po<strong>de</strong>r. Un<br />

guerrero, en cambio, está guiado por su empeño inflexible y pue<strong>de</strong> alejar cualquier cosa. Ninguna rata, ni<br />

serpiente, ni puma podría molestarlo.<br />

-¿Para qué se entierran, don Juan?<br />

-Para recibir instrucción y <strong>para</strong> ganar po<strong>de</strong>r.<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

Experimenté un sentimiento extremadamente agradable <strong>de</strong> paz y satisfacción; el mundo en aquel momento<br />

parecía en calma. La quietud era exquisita y al mismo tiempo enervante. No me hallaba acostumbrado<br />

a ese tipo <strong>de</strong> silencio. Traté <strong>de</strong> hablar, pero don Juan me calló. Tras un rato, la tranquilidad <strong>de</strong>l sitio<br />

afectó mi estado <strong>de</strong> ánimo. Me puse a pensar en mi vida y en mi historia personal y experimenté una<br />

familiar sensación <strong>de</strong> tristeza y remordimiento. Dije a don Juan que yo no merecía estar allí, que su mundo<br />

era fuerte y bello y yo era débil, y que mi espíritu había sido <strong>de</strong>formado por las circunstancias <strong>de</strong> mi vida.<br />

Él rió y amenazó con cubrirme la cabeza con tierra si seguía hablando en esa vena. Dijo que yo era un<br />

hombre. Y como cualquier hombre, merecía todo lo que era la suerte <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres: alegría, dolor,<br />

tristeza y lucha, y la naturaleza <strong>de</strong> nuestros actos carecía <strong>de</strong> importancia siempre y cuando actuáramos<br />

como guerreros.<br />

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