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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Pareció haber leído mis pensamientos, y explicó que yo no advertía <strong>los</strong> beneficios <strong>de</strong> la "forma correcta<br />

<strong>de</strong> andar", ni <strong>los</strong> <strong>de</strong> masticar las hojas, porque era joven y fuerte y mi cuerpo no percibía nada por ser un<br />

poco estúpido.<br />

Rió. Yo no estaba <strong>de</strong> humor <strong>para</strong> risas y eso pareció divertirle más aún. Corrigió su frase anterior,<br />

diciendo que mi cuerpo no era realmente estúpido, sino que estaba adormilado.<br />

En ese instante un cuervo enorme voló por encima <strong>de</strong> nuestras cabezas, graznando. Sobresaltado, eché<br />

a reír. Me pareció que la ocasión pedía risa, pero <strong>para</strong> mi absoluto asombro él sacudió con fuerza mi brazo<br />

y me calló. Su expresión era sumamente seria.<br />

-Eso no fue chiste -dijo con severidad, como si yo supiera a qué se refería.<br />

Pedí una explicación. Era incongruente, le dije, que se enojara porque yo reía <strong>de</strong>l cuervo, cuando nos<br />

habíamos reído <strong>de</strong> la cafetera.<br />

-¡Lo que viste no era sólo un cuervo! -exclamó.<br />

-Pero yo lo vi y era un cuervo -insistí.<br />

-No viste nada, idiota -dijo, hosco.<br />

Su brusquedad era injustificada. Le dije que no me gustaba hacer enojar a la gente y que tal vez sería<br />

mejor irme, pues él no parecía estar <strong>de</strong> humor <strong>para</strong> tolerar compañía.<br />

Él río a carcajadas, como si yo fuese un payaso que actuaba <strong>para</strong> él. Mi molestia e irritación crecieron<br />

proporcionalmente.<br />

-Eres muy violento -comentó <strong>de</strong>spreocupado-. Te tomas <strong>de</strong>masiado en serio.<br />

-¿Pero no estaba usted haciendo lo mismo? -interpuse-. ¿Tomándose en serio cuando se enojó conmigo?<br />

Dijo que enojarse conmigo era lo que más lejos estaba <strong>de</strong> su pensamiento. Me miró con ojos penetrantes.<br />

-Lo que viste no era un acuerdo <strong>de</strong>l mundo -dijo-. Los cuervos que vuelan o graznan no son nunca un<br />

acuerdo. ¡Eso fue una señal!<br />

-¿Una señal <strong>de</strong> qué?<br />

-Una indicación muy importante acerca <strong>de</strong> ti -repuso crípticamente.<br />

En ese mismo instante, el viento arrastró hasta nuestros pies la rama seca <strong>de</strong> un arbusto.<br />

-¡Eso fue un acuerdo! -exclamó él, y mirándome con ojos relucientes estalló en una carcajada.<br />

Tuve la sensación <strong>de</strong> que, por molestarme, inventaba sobre la marcha las reglas <strong>de</strong> su extraño juego;<br />

así, él podía reír, pero yo no. Mi irritación volvió a expandirse y le dije lo que pensaba <strong>de</strong> él.<br />

No se disgustó ni se ofendió <strong>para</strong> nada. Rió, y su risa acrecentó más aún mi angustia y mi frustración.<br />

Pensé que <strong>de</strong>liberadamente me humillaba. Decidí allí mismo que ya estaba harto <strong>de</strong>l "trabajo <strong>de</strong> campo".<br />

Me puse en pie y le dije que <strong>de</strong>seaba empren<strong>de</strong>r el regreso a su casa, porque tenía que salir rumbo a<br />

Los Ángeles.<br />

-¡Siéntate! -dijo, imperioso-. Te pones <strong>de</strong> malas como señora vieja. No pue<strong>de</strong>s irte ahora, porque<br />

todavía no terminamos.<br />

Lo odié. Pensé que era un hombre <strong>de</strong>spectivo.<br />

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Empezó a cantar una idiota canción ranchera. Obviamente, estaba imitando a algún cantante popular.<br />

Alargaba ciertas sílabas y contraía otras, convirtiendo la canción en todo un objeto <strong>de</strong> farsa. Era tan cómico<br />

que acabé por reír.<br />

-Ya ves, te ríes <strong>de</strong> la canción estúpida -dijo-. Pero el que canta así, y <strong>los</strong> que pagan por oírlo, no se ríen;<br />

piensan que es seria.<br />

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