Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Las premisas <strong>de</strong> don Juan siempre me resultaban atractivas a cierto nivel. Yo comprendía fácilmente su<br />
gusto por la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que uno podía hacer cualquier cosa en <strong>los</strong> sueños, pero no me era posible tomarlo en<br />
serio. El salto era <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong>.<br />
Nos miramos un momento. Sus aseveraciones eran locas, y sin embargo, hasta don<strong>de</strong> yo sabía, él era<br />
uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres más cuerdos que yo había conocido.<br />
Le dije que no podía creerlo capaz <strong>de</strong> tomar sus sueños por realida<strong>de</strong>s. Él río chasqueando la lengua,<br />
como si conociese la magnitud <strong>de</strong> mi posición insostenible; luego se levantó sin <strong>de</strong>cir palabra y entró en la<br />
casa.<br />
Quedé sentado largo rato, en un estado <strong>de</strong> estupor, hasta que don Juan me llamó a la parte trasera <strong>de</strong><br />
su casa. Había pre<strong>para</strong>do atole <strong>de</strong> maíz, y me dio un cuenco.<br />
Le pregunté por las horas <strong>de</strong> vigilia. Quería saber si daba a ese tiempo un nombre en particular. Pero él<br />
no comprendió o no quiso respon<strong>de</strong>r.<br />
-¿Cómo llama usted a lo que estamos haciendo ahora? -pregunté, queriendo <strong>de</strong>cir que lo que estábamos<br />
haciendo era realidad, en contraposición con <strong>los</strong> sueños.<br />
-Yo lo llamo comer -dijo, conteniendo la risa.<br />
-Yo lo llamo realidad -dije-. Porque nuestro comer está verda<strong>de</strong>ramente teniendo lugar.<br />
-El soñar también tiene lugar -repuso con una risita-. Y lo mismo el cazar, el caminar, el reír.<br />
No insistí en la discusión, a pesar <strong>de</strong> que ni estirándome más allá <strong>de</strong> mis limites me era posible aceptar<br />
su planteamiento. Él parecía <strong>de</strong>leitarse con mi <strong>de</strong>sesperación.<br />
Apenas terminamos <strong>de</strong> comer, dijo como al acaso que íbamos a salir <strong>de</strong> excursión, pero no recorreríamos<br />
el <strong>de</strong>sierto como habíamos hecho antes.<br />
-Esta vez será distinto -dijo-. De ahora en a<strong>de</strong>lante vamos a ir a sitios <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r; vas a apren<strong>de</strong>r a<br />
ponerte al alcance <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r.<br />
Expresé nuevamente mi conflicto. Dije no estar calificado <strong>para</strong> tal empresa.<br />
www.bibliotecaespiritual.com<br />
-Vamos, te estás entregando a miedos tontos -dijo él en voz baja, dándome palmadas en la espalda y<br />
sonriendo con benevolencia-. He estado alimentando tu espíritu <strong>de</strong> cazador. Te gusta dar vueltas conmigo<br />
por este hermoso <strong>de</strong>sierto. Es <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> <strong>para</strong> volverte atrás.<br />
Echó a andar <strong>para</strong> a<strong>de</strong>ntrarse en el chaparral. Con la cabeza me hizo gesto <strong>de</strong> seguirlo. Yo habría podido<br />
ir a mi coche y marcharme, pero me gustaba andar con él por ese hermoso <strong>de</strong>sierto. Me gustaba la<br />
sensación, experimentada sólo en su compañía, <strong>de</strong> que éste era en verdad un mundo tremendo y<br />
misterioso, pero bello. Como él <strong>de</strong>cía, me hallaba enganchado.<br />
Don Juan me condujo a <strong>los</strong> cerros hacia el este. Fue una larga caminata. El día era cálido; sin embargo,<br />
el calor, que <strong>de</strong> ordinario me habría parecido insoportable, pasaba <strong>de</strong>sapercibido <strong>de</strong> alguna manera.<br />
Nos a<strong>de</strong>ntramos bastante en una cañada, hasta que don Juan hizo un alto y tomó asiento a la sombra<br />
<strong>de</strong> unos peñascos. Yo saqué <strong>de</strong> mi mochila unas galletas, pero me dijo que no perdiera mi tiempo en eso.<br />
Dijo que <strong>de</strong>bía sentarme en un sitio prominente. Señaló un peñasco aislado, casi redondo, a tres o cuatro<br />
metros <strong>de</strong> distancia, y me ayudó a trepar a la cima. Pensé que. también él se sentaría allí, pero escaló<br />
sólo parte <strong>de</strong>l camino <strong>para</strong> darme unos trozos <strong>de</strong> carne seca. Me dijo, con una expresión mortalmente<br />
seria, que era carne <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y <strong>de</strong>bía mascarse muy <strong>de</strong>spacio y no había que mezclarla con otra comida.<br />
Luego regresó a la zona sombreada y tomó asiento con la espalda contra una roca. Parecía relajado, casi<br />
soñoliento. Permaneció en la misma postura hasta que hube acabado <strong>de</strong> comer. Entonces en<strong>de</strong>rezó la<br />
espalda e inclinó la cabeza a la <strong>de</strong>recha.<br />
Parecía escuchar con atención. Me miró dos o tres veces, se puso en pie abruptamente y empezó a<br />
recorrer el entorno con <strong>los</strong> ojos, como haría un cazador. Automáticamente me congelé en mi sitio; sólo<br />
movía <strong>los</strong> ojos <strong>para</strong> seguir sus movimientos. Con mucho cuidado se metió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unas rocas, como si<br />
57