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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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-Hay que apurarse -dijo.<br />

A eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> llegamos a las primeras faldas <strong>de</strong> la Sierra Madre occi<strong>de</strong>ntal. Había sido un<br />

día cálido, pero hacia el atar<strong>de</strong>cer el viento se enfrió. Don Juan tomó asiento en una roca y me hizo seña <strong>de</strong><br />

imitarlo.<br />

-¿Qué vamos a hacer aquí esta vez, don Juan?<br />

-Sabes muy bien que venimos a cazar po<strong>de</strong>r.<br />

-Lo sé. ¿Pero qué vamos a hacer aquí en particular?<br />

-Sabes que no tengo la menor i<strong>de</strong>a.<br />

-¿Quiere usted <strong>de</strong>cir que nunca sigue un plan?<br />

-Cazar po<strong>de</strong>r es un asunto muy extraño -dijo-. No hay manera <strong>de</strong> planearlo por anticipado. Eso es lo<br />

emocionante. Pero <strong>de</strong> todos modos un guerrero proce<strong>de</strong> como si tuviera un plan, porque confía en su<br />

po<strong>de</strong>r personal. Sabe <strong>de</strong> cierto que lo hará actuar en la forma más apropiada.<br />

Señalé que sus aseveraciones eran <strong>de</strong> alguna manera contradictorias. Si un guerrero ya tenía po<strong>de</strong>r<br />

personal, ¿por qué iba a cazarlo?<br />

Don Juan alzó las cejas e hizo un falso gesto <strong>de</strong> fastidio.<br />

-Tú eres el que está cazando po<strong>de</strong>r personal -dijo-. Y yo soy el guerrero que ya tiene. Me preguntaste si<br />

tenía un plan y yo dije que confío en que mi po<strong>de</strong>r personal me guíe y que no necesito tener un plan.<br />

Nos quedamos allí un momento y luego echamos a andar nuevamente. Las cuestas eran muy empinadas,<br />

y treparlas me resultaba muy difícil y extremadamente fatigoso. Por otra parte, el vigor <strong>de</strong> don Juan<br />

parecía no tener fin. No corría ni se apresuraba. Su andar era continuo e incansable. Noté que ni siquiera<br />

sudaba, incluso <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> trepar una la<strong>de</strong>ra enorme y casi vertical. Cuando yo llegué a su parte superior,<br />

don Juan ya estaba allí, esperándome. Al sentarme junto a él sentí que el corazón se me iba a salir <strong>de</strong>l<br />

pecho. Me acosté bocarriba y el sudor manó, literalmente, <strong>de</strong> mis cejas.<br />

Don Juan rió con fuerza y me rodó <strong>de</strong> un lado a otro durante un rato. El movimiento me ayudó a recobrar<br />

el aliento.<br />

Le dije que su aptitud física me tenía en verdad atónito.<br />

-Todo el tiempo he estado tratando <strong>de</strong> dártela a notar -dijo.<br />

-¡Usted no es viejo <strong>para</strong> nada, don Juan!<br />

-Claro que no. He estado tratando <strong>de</strong> que lo notes.<br />

-¿Cómo le hace usted?<br />

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-No hago nada. Mi cuerpo se siente perfectamente, eso es todo. Me trato muy bien; por eso no tengo<br />

motivo <strong>para</strong> sentirme cansado o incómodo. El secreto no está en lo que tú mismo te haces, sino más bien<br />

en lo que no haces.<br />

Esperé una explicación. Él parecía consciente <strong>de</strong> mi incapacidad <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r. Sonrió y se puso <strong>de</strong><br />

pie.<br />

-Éste es un sitio <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r -dijo-. Encuentra un lugar <strong>para</strong> que acampemos aquí en esta cima.<br />

Empecé a protestar. Quería que me explicara qué era lo que no <strong>de</strong>bía yo hacerle a mi cuerpo. Hizo un<br />

gesto imperioso.<br />

-Déjate <strong>de</strong> tonterías -dijo con suavidad-. Esta vez nada más actúa, <strong>para</strong> variar. No importa cuánto te<br />

tar<strong>de</strong>s en hallar un sitio apropiado <strong>para</strong> <strong>de</strong>scansar. Tal vez te lleve toda la noche. Tampoco es importante<br />

que halles el sitio; lo importante es que trates <strong>de</strong> hallarlo.<br />

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