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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Bajé <strong>de</strong>l auto y me puse a caminar, guiado por <strong>los</strong> faros. Quería examinar el entorno porque no tenía<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba. Pero don Juan apagó las luces. Dijo muy alto que no había tiempo que per<strong>de</strong>r, que<br />

cerrara mi coche <strong>para</strong> que nos pusiéramos en marcha.<br />

Me entregó mi red con guajes. Estaba tan oscuro que tropecé y estuve a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlas caer. En<br />

tono firme y suave, don Juan me or<strong>de</strong>nó tomar asiento hasta que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad.<br />

Pero mis ojos no eran el problema. Ya fuera <strong>de</strong>l coche, podía ver bastante bien. Lo malo era un nerviosismo<br />

peculiar que me hacía actuar como si estuviese distraído. Veía todo nada más por encima.<br />

-¿A dón<strong>de</strong> vamos? -pregunté.<br />

-Vamos a caminar en completa oscuridad a un sitio especial -dijo.<br />

-¿Para qué?<br />

-Para saber <strong>de</strong> cierto si eres o no capaz <strong>de</strong> seguir cazando po<strong>de</strong>r.<br />

Le pregunté si lo que proponía era una prueba y si, en caso <strong>de</strong> que no la pasara, seguiría hablándome y<br />

diciéndome <strong>de</strong> su conocimiento.<br />

Escuchó sin interrumpir. Dijo que lo que hacíamos no era una prueba, que estábamos esperando una<br />

señal, y si la señal no llegaba, la conclusión sería que yo no había tenido éxito en mi cacería <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, en<br />

cuyo caso me vería libre <strong>de</strong> cualquier imposición futura y podría ser todo lo estúpido que me viniese en<br />

gana. Dijo que, sin importar lo que pasara, él era mi amigo y siempre me hablaría.<br />

De algún modo, yo sabía que iba a fallar.<br />

-La señal no vendrá -dije en broma-. Lo sé. Tengo un poquito <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />

Río y me dio palmaditas en la espalda.<br />

-No te apures -repuso-. La señal vendrá. Yo lo sé. Tengo más po<strong>de</strong>r que tú.<br />

Su propia respuesta le pareció hilarante. Se golpeó <strong>los</strong> mus<strong>los</strong> y dio palmadas, carcajeándose.<br />

Don Juan me ató a la espalda mi red portadora y dijo que yo <strong>de</strong>bía caminar un paso atrás <strong>de</strong> él y hollar<br />

sus pisadas tanto como pudiera.<br />

En un tono muy dramático, susurró:<br />

-Ésta es una caminata <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, así que todo cuenta.<br />

Dijo que, si yo caminaba sobre sus huellas, el po<strong>de</strong>r que él disipaba al andar se me trasmitiría.<br />

Miré mi reloj; eran las once <strong>de</strong> la noche.<br />

Me hizo <strong>para</strong>rme como un soldado en posición <strong>de</strong> firmes. Luego empujó hacia a<strong>de</strong>lante mi pierna izquierda<br />

y me hizo quedarme como si acabara <strong>de</strong> dar un paso al frente. Se alineó <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mí en la misma<br />

postura y luego echó a andar, tras repetir las instrucciones <strong>de</strong> que yo <strong>de</strong>bía tratar <strong>de</strong> seguir sus pisadas a la<br />

perfección. Dijo en un claro susurro que yo no <strong>de</strong>bía preocuparme por nada más que por pisar sus huellas;<br />

no <strong>de</strong>bía mirar al frente ni a <strong>los</strong> lados, sino el piso don<strong>de</strong> él caminaba.<br />

Se puso en marcha a un paso muy <strong>de</strong>scansado. No tuve ningún problema <strong>para</strong> seguirlo; el terreno era<br />

relativamente duro. Durante unos treinta metros mantuve su paso y seguí perfectamente sus pisadas;<br />

luego volví la cara un instante y cuando me di cuenta ya había chocado con él.<br />

Soltó una risita y me aseguró que yo no le había lastimado el tobillo al pisárselo con mis zapatones,<br />

pero que si me proponía seguir tonteando uno <strong>de</strong> nosotros se quedaría lisiado antes <strong>de</strong>l amanecer. Dijo,<br />

riendo, en una voz muy baja pero firme, que no tenía intención <strong>de</strong> lastimarse a causa <strong>de</strong> mi estupi<strong>de</strong>z y<br />

falta <strong>de</strong> concentración, y que si lo pisaba <strong>de</strong> nuevo yo tendría que caminar <strong>de</strong>scalzo.<br />

-No puedo caminar sin zapatos -dije en voz alta y rasposa.<br />

Don Juan se dobló <strong>de</strong> risa y tuvimos que esperar hasta que le pasó el acceso.<br />

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