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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo estará hasta el<br />

día en que te toque.<br />

Extendió el brazo y me tocó levemente en el hombro, y al mismo tiempo produjo con la lengua un sonido<br />

profundo, chasqueante. El efecto fue <strong>de</strong>vastador; casi volví el estómago.<br />

-Tú eres el muchacho que acechaba su caza y esperaba pacientemente, como la muerte espera; sabes<br />

muy bien que la muerte está a nuestra izquierda, igual que tú estabas a la izquierda <strong>de</strong>l halcón blanco.<br />

Sus palabras tuvieron la extraña facultad <strong>de</strong> provocarme un terror injustificado; la única <strong>de</strong>fensa era mi<br />

compulsión <strong>de</strong> poner por escrito todo cuanto él <strong>de</strong>cía.<br />

¿Cómo pue<strong>de</strong> uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando? -preguntó.<br />

Sentí que mi respuesta no era en realidad necesaria. De cualquier modo, no habría podido <strong>de</strong>cir nada.<br />

Un nuevo estado <strong>de</strong> ánimo se había posesionado <strong>de</strong> mí.<br />

-Cuando estés impaciente -prosiguió-, lo que <strong>de</strong>bes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a tu<br />

muerte. Una inmensa cantidad <strong>de</strong> mezquindad se pier<strong>de</strong> con sólo que tu muerte te haga un gesto, o<br />

alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación <strong>de</strong> que tu compañera está allí vigilándote.<br />

Volvió a inclinarse y me susurró al oído que, si volteaba <strong>de</strong> golpe hacia la izquierda, al ver su señal,<br />

podría ver nuevamente a mi muerte en el peñasco.<br />

Sus ojos me hicieron una seña casi imperceptible, pero no me atreví a mirar.<br />

Le dije que le creía y que no era necesario llevar más lejos el asunto, porque me hallaba aterrado. Él<br />

soltó una <strong>de</strong> sus rugientes carcajadas.<br />

Respondió que el asunto <strong>de</strong> nuestra muerte nunca se llevaba lo bastante lejos. Y yo argumenté que<br />

<strong>para</strong> mí no tendría sentido seguir pensando en mi muerte, ya que eso sólo produciría <strong>de</strong>sazón y miedo.<br />

-¡Eso es pura idiotez! -exclamó-. La muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que<br />

sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto <strong>de</strong> ser aniquilado,<br />

vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en<br />

realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”<br />

-Meneó la cabeza y pareció aguardar mi respuesta. Yo no tenía ninguna. Mis pensamientos corrían <strong>de</strong>senfrenados.<br />

Don Juan había asestado un tremendo golpe a mi egoísmo. La mezquindad <strong>de</strong> molestarme<br />

con él era monstruosa a la luz <strong>de</strong> mi muerte.<br />

Tuve el sentimiento <strong>de</strong> que se hallaba plenamente consciente <strong>de</strong> mi cambio <strong>de</strong> humor. Había vuelto las<br />

tablas a su favor. Sonrió y empezó a tararear una canción ranchera.<br />

-Sí -dijo con suavidad, tras una larga pausa-. Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos aquí tiene que cambiar, y aprisa. Uno <strong>de</strong><br />

nosotros tiene que apren<strong>de</strong>r <strong>de</strong> nuevo que la muerte es el cazador, y que siempre está a la izquierda. Uno<br />

<strong>de</strong> nosotros tiene que pedir consejo a la muerte y <strong>de</strong>jar la pinche mezquindad <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres que viven sus<br />

vidas como si la muerte nunca <strong>los</strong> fuera a tocar.<br />

Permanecimos en silencio más <strong>de</strong> una hora; luego echamos a andar nuevamente. Caminamos sin rumbo,<br />

durante horas, por el chaparral. No le pregunté si eso tenía algún propósito; no importaba. De alguna<br />

manera, me había hecho recobrar un viejo sentimiento, olvidado por completo: el puro gozo <strong>de</strong> moverse,<br />

simplemente, sin añadir a eso ningún propósito intelectual.<br />

Quise que me permitiera echar otro vistazo a lo que yo había percibido sobre la roca.<br />

-Déjeme ver esa sombra otra vez -dije.<br />

-Te refieres a tu muerte, ¿no? -replicó con un toque <strong>de</strong> ironía en la voz.<br />

Durante un momento sentí renuencia <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo.<br />

-Sí -dije por fin-. Déjeme ver otra vez a mi muerte.<br />

24<br />

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