Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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Se puso en pie y señaló con la mano extendida, girando el cuerpo <strong>para</strong> cubrir un círculo completo.<br />
-Toda esta tierra es tuya -dijo.<br />
-Reí con fuerza. Él soltó una risita y preguntó:<br />
-¿Por qué no? ¿Por qué no puedo darte esta tierra?<br />
-No es usted el dueño -dije.<br />
-¿Y qué? Tampoco <strong>los</strong> españoles eran <strong>los</strong> dueños, pero <strong>de</strong> todos modos la dividían y la regalaban. Conque<br />
¿por qué no pue<strong>de</strong>s tomar posesión <strong>de</strong> ella en la misma vena?<br />
Lo escudriñé <strong>para</strong> ver si podía <strong>de</strong>tectar el verda<strong>de</strong>ro estado <strong>de</strong> ánimo <strong>de</strong>l rostro risueño. Tuvo una<br />
exp<strong>los</strong>ión <strong>de</strong> risa y casi se cae <strong>de</strong> la roca.<br />
-Toda esta tierra, hasta don<strong>de</strong> pue<strong>de</strong>s ver, es tuya -prosiguió, aún sonriente-. No <strong>para</strong> usarla sino <strong>para</strong><br />
recordarla. Pero este cerro es tuyo <strong>para</strong> que lo uses el resto <strong>de</strong> tu vida. Te lo doy porque tú mismo lo<br />
hallaste. Es tuyo. Acéptalo.<br />
Reí, pero don Juan parecía hablar muy en serio. A excepción <strong>de</strong> su sonrisa chistosa, tenía toda la cara <strong>de</strong><br />
creer que podía darme aquel cerro.<br />
-¿Por qué no? -preguntó como leyendo mis pensamientos.<br />
-Lo acepto -dije medio en broma.<br />
Su sonrisa <strong>de</strong>sapareció. Achicó <strong>los</strong> ojos <strong>para</strong> mirarme.<br />
-Cada piedra y guijarro y planta sobre este cerro, especialmente en la cima, está bajo tu cuidado -dijo-.<br />
Cada gusano que vive aquí es tu amigo. Pue<strong>de</strong>s usar<strong>los</strong> y el<strong>los</strong> pue<strong>de</strong>n usarte.<br />
Permanecimos en silencio unos minutos. Mis pensamientos eran inusitadamente escasos. Sentía vagamente<br />
que este súbito cambio <strong>de</strong> ánimo anunciaba algo en mí, pero no me hallaba temeroso ni aprensivo.<br />
Simplemente ya no quería hablar. De algún modo, las palabras se antojaban inexactas, y sus significados<br />
difíciles <strong>de</strong> precisar. Jamás había yo sentido eso con respecto a las palabras, y al darme cuenta <strong>de</strong> mi ánimo<br />
insólito me apresuré a hablar.<br />
-¿Pero qué puedo hacer con este cerro, don Juan?<br />
-Grábate en la memoria cada uno <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>talles. Éste es el sitio al que vendrás en tu soñar. Éste es el<br />
sitio don<strong>de</strong> te encontrarás con <strong>los</strong> po<strong>de</strong>res, don<strong>de</strong> algún día se te revelarán secretos.<br />
"Estás cazando po<strong>de</strong>r y éste es tu sitio, el sitio don<strong>de</strong> juntarás tus recursos.<br />
"Ahora esto no tiene sentido <strong>para</strong> ti. Conque <strong>de</strong>ja que sea un sinsentido, por lo pronto."<br />
Bajamos <strong>de</strong> la roca y me llevó a una pequeña <strong>de</strong>presión, a manera <strong>de</strong> cuenco, en el lado oeste <strong>de</strong>l<br />
cerro. Allí nos sentamos a comer.<br />
Sin lugar a dudas había algo in<strong>de</strong>scriptiblemente placentero <strong>para</strong> mí en, lo alto <strong>de</strong> ese cerro. Comer,<br />
como <strong>de</strong>scansar, era una exquisita sensación <strong>de</strong>sconocida.<br />
La luz <strong>de</strong>l sol poniente tenía un resplandor intenso, casi cobrizo, y todo alre<strong>de</strong>dor parecía untado <strong>de</strong> un<br />
tinte dorado. Me hallaba entregado por entero a observar el paisaje; ni siquiera <strong>de</strong>seaba pensar.<br />
Don Juan me habló casi en un susurro. Me dijo que observara cada <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l entorno, por más pequeño<br />
y trivial que pareciera. Especialmente <strong>los</strong> elementos <strong>de</strong>l paisaje que eran más prominentes por el<br />
lado <strong>de</strong>l poniente. Me indicó mirar el sol sin enfocarlo, hasta que <strong>de</strong>sapareciera tras el horizonte.<br />
Los últimos minutos <strong>de</strong> luz, inmediatamente antes <strong>de</strong> que el sol llegara a un palio <strong>de</strong> nubes bajas o <strong>de</strong><br />
niebla, fueron magníficos en el sentido total <strong>de</strong> la expresión. Era como si el sol inflamase la tierra, la<br />
encendiera como una hoguera. Tuve en la cara una sensación <strong>de</strong> rojez.<br />
-¡Párate! -gritó don Juan, jalándome.<br />
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