Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Don Juan llevaba también una larga casaca negra, <strong>de</strong> cola, abrochada con un solo botón metálico, brillante,<br />
y tenía una pierna <strong>de</strong> palo.<br />
Reí <strong>para</strong> mis a<strong>de</strong>ntros. Don Juan se veía realmente ridículo en su traje <strong>de</strong> pirata. Empecé a preguntarme<br />
<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había sacado ese disfraz en pleno <strong>de</strong>sierto. Asumí que <strong>de</strong>bía haberlo tenido oculto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />
roca. Comenté <strong>para</strong> mí mismo que don Juan no necesitaba más que un parche sobre el ojo y un loro en el<br />
hombro <strong>para</strong> ser el perfecto estereotipo <strong>de</strong> un bucanero.<br />
Don Juan miró a cada miembro <strong>de</strong>l grupo, <strong>de</strong>slizando <strong>de</strong>spacio <strong>los</strong> ojos <strong>de</strong> <strong>de</strong>recha a izquierda. Luego<br />
alzó la vista por encima <strong>de</strong> nosotros y escudriñó las tinieblas a nuestras espaldas; permaneció así un momento<br />
y luego ro<strong>de</strong>ó el peñasco y <strong>de</strong>sapareció.<br />
No me fijé en cómo caminaba. Obviamente <strong>de</strong>bía llevar la rodilla doblada <strong>para</strong> representar a un hombre<br />
con pata <strong>de</strong> palo; cuando dio la media vuelta <strong>para</strong> ir tras el peñasco <strong>de</strong>bí haber visto su pierna doblada,<br />
pero me hallaba tan intrigado por sus actos que no presté atención a <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles.<br />
Las llamas perdieron fuerza en el momento mismo que don Juan ro<strong>de</strong>ó el peñasco. Pensé que su sincronización<br />
era magistral; indudablemente calculó cuánto tiempo tardarían en ar<strong>de</strong>r las varas añadidas al<br />
fuego, y dispuso su aparición y su salida <strong>de</strong> acuerdo con ese cálculo.<br />
El cambio en la intensidad <strong>de</strong>l fuego fue muy dramático <strong>para</strong> el grupo; hubo un escarcen <strong>de</strong> nerviosismo<br />
entre <strong>los</strong> jóvenes. Conforme las llamas disminuían <strong>de</strong> tamaño, <strong>los</strong> cuatro recuperaron, al unísono,<br />
una postura <strong>de</strong> piernas cruzadas.<br />
Yo esperaba que don Juan regresara <strong>de</strong> inmediato y volviera a tomar asiento, pero no lo hizo.<br />
Permaneció invisible. Aguardé con impaciencia. Los jóvenes tenían una expresión impasible en sus rostros.<br />
No entendía cuál era el propósito <strong>de</strong>l histrionismo <strong>de</strong> don Juan. Tras una larga espera, me volví al joven<br />
a mi <strong>de</strong>recha y le pregunté en voz baja si alguna <strong>de</strong> las prendas que don Juan se había puesto -el sombrero<br />
chistoso y la larga casaca <strong>de</strong> cola-, o el hecho <strong>de</strong> que se sustentara en una pierna <strong>de</strong> palo, tenían algún<br />
sentido <strong>para</strong> él.<br />
El joven me miró con una expresión rara, vacía. Parecía confundido. Repetí mi pregunta, y el joven junto<br />
al primero me miró con atención <strong>para</strong> prestar oído.<br />
Se miraron entre si, al parecer presas <strong>de</strong> la confusión total. Dije que, a mis ojos, el sombrero y la pata y<br />
la casaca convertían a don Juan en un pirata.<br />
Para entonces, <strong>los</strong> cuatro jóvenes se habían congregado a mi alre<strong>de</strong>dor. Reían suavemente y el nerviosismo<br />
<strong>los</strong> agitaba. Parecían faltos <strong>de</strong> palabras. El <strong>de</strong> mayor audacia me habló, finalmente. Dijo que don<br />
Juan no llevaba sombrero, no tenía puesta una casaca larga, ni en modo alguno se apoyaba en una, pata <strong>de</strong><br />
palo, sino que lucia un chal o una capucha negra sobre la cabeza y una túnica negro azabache, como <strong>de</strong><br />
fraile, que llegaba hasta el suelo.<br />
-¡No! -exclamó con suavidad otro joven-. No traía capucha.<br />
-Es cierto -dijeron <strong>los</strong> otros.<br />
El joven que habló primero me miró con una expresión <strong>de</strong> incredulidad completa.<br />
www.bibliotecaespiritual.com<br />
Les dije que <strong>de</strong>bíamos repasar lo ocurrido con mucho cuidado y mucha calma, y que yo tenía la<br />
seguridad <strong>de</strong> que don Juan quería que hiciéramos eso y por ello nos había <strong>de</strong>jado so<strong>los</strong>.<br />
El joven a mi extrema <strong>de</strong>recha dijo que don Juan vestía harapos. Tenía un astroso poncho, o una prenda<br />
india similar, y un sombrero muy aporreado. Llevaba una canasta con cosas <strong>de</strong>ntro, pero el joven no sabía<br />
con certeza qué cosas eran. Añadió que el atavío <strong>de</strong> don Juan no era realmente el <strong>de</strong> un pordiosero, sino<br />
más bien el <strong>de</strong> un hombre que volvía, cargado <strong>de</strong> objetos extraños, <strong>de</strong> un viaje interminable.<br />
El joven que vio a don Juan con capucha negra dijo que el anciano no llevaba nada en las manos, pero<br />
que su pelo era largo y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado, como el <strong>de</strong> un salvaje que acabara <strong>de</strong> matar a un fraile y <strong>de</strong> ponerse<br />
su hábito, sin lograr con esto encubrir su salvajismo.<br />
118