Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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Dijo que por lo común <strong>los</strong> cristales se encontraban en racimos, y que a la persona que <strong>los</strong> hallase<br />
correspondía elegir cinco hojas <strong>de</strong> cuarzo, <strong>de</strong> las <strong>mejores</strong> y más largas, y arrancarlas <strong>de</strong> su matriz. El<br />
<strong>de</strong>scubridor tenía la responsabilidad <strong>de</strong> tallarlas y pulirla; <strong>para</strong> sacarles punta y <strong>para</strong> hacerlas ajustar<br />
perfectamente al tamaño y a la forma <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> su mano <strong>de</strong>recha.<br />
Luego agregó que <strong>los</strong> cuarzos eran armas usadas <strong>para</strong> brujería; que por lo general se lanzaban a matar,<br />
y que, tras penetrar el cuerpo <strong>de</strong>l enemigo, regresaban a la mano <strong>de</strong>l dueño como si nunca se hubieran ido.<br />
Después habló sobre la búsqueda <strong>de</strong>l espíritu que convertiría en armas <strong>los</strong> cuarzos comunes, y dijo que<br />
lo primero era hallar un sitio propicio <strong>para</strong> llamar al espíritu. Tal sitio <strong>de</strong>bía estar en la cima <strong>de</strong> un cerro, y<br />
se localizaba moviendo la mano, con la palma vuelta hacia la tierra, hasta que cierto calor se <strong>de</strong>tectaba en<br />
la palma <strong>de</strong> la mano. Había que encen<strong>de</strong>r fuego en ese sitio. Don Juan explicó que el aliado, atraído por las<br />
llamas, se manifestaba a través <strong>de</strong> una serie continuada <strong>de</strong> ruidos. La persona que buscaba aliado <strong>de</strong>bía<br />
seguir la dirección <strong>de</strong> la cual venían <strong>los</strong> ruidos y, cuando el aliado se revelaba, luchar con él y <strong>de</strong>rribarlo al<br />
suelo <strong>para</strong> domeñarlo. En ese punto, uno podía hacer que el aliado tocase <strong>los</strong> cuarzos <strong>para</strong>r infundirles<br />
po<strong>de</strong>r.<br />
Nos advirtió que había otras fuerzas sueltas en aquellas montañas <strong>de</strong> lava, fuerzas que no se parecían a<br />
<strong>los</strong> aliados; no producían ruido alguno, aparecían sólo como sombras fugaces y carecían por completo <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r.<br />
Don Juan añadió que una pluma <strong>de</strong> vívidos colores, o unos cuarzos muy pulidos, atraían la atención <strong>de</strong>l<br />
aliado, pero a la larga un objeto cualquiera sería igualmente efectivo, porque lo importante no era hallar <strong>los</strong><br />
objetos sino hallar la fuerza que les infundiera po<strong>de</strong>r.<br />
-¿De qué les sirve tener cuarzos bellamente pulidos si jamás encuentran al espíritu dador <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r? -<br />
dijo-. En cambio, si no tienen <strong>los</strong> cuarzos, pero encuentran al espíritu, pue<strong>de</strong>n ponerle cualquier cosa en el<br />
camino <strong>para</strong> que la toque. Pue<strong>de</strong>n ponerle la verga si no hallan otra cosa.<br />
Los jóvenes soltaron risitas. El más audaz, el que me habló primero, río con fuerza.<br />
Noté que don Juan había cruzado las piernas y relajado su postura. También <strong>los</strong> jóvenes tenían las<br />
piernas cruzadas. Traté <strong>de</strong> adoptar <strong>de</strong>senfadadamente una posición más cómoda, pero mi rodilla izquierda<br />
parecía tener un nervio torcido o un músculo dolorido. Tuve que ponerme en pie y trotar marcando el paso<br />
unos cuantos minutos.<br />
Don Juan hizo un comentario en broma. Dijo que yo había perdido la práctica <strong>de</strong> arrodillarme porque<br />
llevaba años sin ir a confesión, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que empecé andar con él.<br />
Eso produjo una gran conmoción entre <strong>los</strong> jóvenes. Rieron a borbotones. Algunos se taparon la cara<br />
lanzaron risitas nerviosas.<br />
-Voy a enseñarles algo, muchachos -dijo don Juan, con <strong>de</strong>spreocupación, cuando la risa <strong>de</strong> <strong>los</strong> jóvenes<br />
cesó.<br />
Supuse que nos mostraría algunos objetos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r sacados <strong>de</strong> su morral. Durante un segundo creí que<br />
<strong>los</strong> jóvenes iban a apeñuscarse en torno suyo, pues hicieron al unísono un movimiento súbito. Todos se<br />
inclinaron un poco hacia a<strong>de</strong>lante, como <strong>para</strong> ponerse en pie, pero luego plegaron la pierna izquierda y<br />
recuperaron esa misteriosa posición que tanto me maltrataba las rodillas.<br />
Con la mayor naturalidad posible, puse mi pierna izquierda bajo mi cuerpo. Descubrí que si no me<br />
sentaba sobre el pie izquierdo, es <strong>de</strong>cir, si mantenía una postura medio arrodillada, las rodillas no me<br />
dolían tanto.<br />
Don Juan se levantó y ro<strong>de</strong>ó el gran peñasco hasta <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> nuestra vista.<br />
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Sin duda alimentó el fuego antes <strong>de</strong> ponerse en pie, mientras yo plegaba la pierna, pues las nueva varas<br />
chisporrotearon al encen<strong>de</strong>r, y brotaron larga llamas. El efecto fue extremadamente dramático. Las llamas<br />
duplicaron su tamaño. De pronto, don Juan <strong>de</strong>jó el cubierto <strong>de</strong> peñasco y se paró don<strong>de</strong> había estado<br />
sentado. Tuve un instante <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto. Don Juan se había puesto un curioso sombrero negro. Tenía<br />
picos a <strong>los</strong> lados, junto a <strong>los</strong> oídos, y copa redonda. Se me ocurrió que era <strong>de</strong> hecho un sombrero <strong>de</strong> pirata.<br />
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