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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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confiaba en mi vista <strong>para</strong> todo cuanto hacía, sin saber que otro modo <strong>de</strong> moverse era permitiendo que el<br />

po<strong>de</strong>r fuera el guía.<br />

Hice varios intentos sin ningún éxito. Simplemente no podía soltarme. El temor <strong>de</strong> dañarme las piernas<br />

era más fuerte que yo. Don Juan me or<strong>de</strong>nó seguirme moviendo en el mismo sitio y tratar <strong>de</strong> sentir que en<br />

verdad estaba usando la marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r.<br />

Dijo luego que iba a correr a<strong>de</strong>lante, y que esperara su canto <strong>de</strong> tecolote. Desapareció en la oscuridad<br />

antes que yo pudiera respon<strong>de</strong>r. Cerrando a ratos <strong>los</strong> ojos, troté en el mismo sitio, con las rodillas y el<br />

tronco doblados, durante cosa <strong>de</strong> una hora. Poco a poco mi tensión empezó a disminuir, hasta que me<br />

sentí bastante a gusto. Entonces oí la señal <strong>de</strong> don Juan.<br />

Corrí cinco o seis metros en la dirección <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vino el sonido, tratando <strong>de</strong> "abandonarme", como<br />

don Juan había sugerido. Pero al tropezar en un arbusto recobré <strong>de</strong> inmediato mis sentimientos <strong>de</strong> inseguridad.<br />

Don Juan me estaba esperando y corrigió mi postura. Insistió en que primero plegara yo <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos<br />

contra las palmas <strong>de</strong> las manos, estirando el pulgar y el índice. Luego dijo que, en su opinión, yo nada más<br />

me estaba, como siempre, entregando a mis sentimientos <strong>de</strong> incapacidad, y que eso era absurdo puesto<br />

que yo sabía <strong>de</strong> cierto que siempre me era posible ver bastante bien, por más oscura que estuviese la<br />

noche, si en vez <strong>de</strong> enfocar cualquier cosa barría con <strong>los</strong> ojos el suelo enfrente <strong>de</strong> mi. La marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r<br />

era similar a la búsqueda <strong>de</strong> un sitio don<strong>de</strong> reposar. Ambos involucraban un sentido <strong>de</strong> abandono y un<br />

sentido <strong>de</strong> confianza. La marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r requería que uno pusiera <strong>los</strong> ojos en el suelo directamente<br />

enfrente, porque cualquier vistazo a <strong>los</strong> lados producía una alteración en el fluir <strong>de</strong>l movimiento. Explicó<br />

que era necesario inclinar el tronco hacia a<strong>de</strong>lante <strong>para</strong> bajar <strong>los</strong> ojos, y que la razón <strong>para</strong> levantar las<br />

rodillas hasta el pecho era que <strong>los</strong> pasos <strong>de</strong>bían ser cortos y seguros. Me advirtió que al principio tropezaría<br />

mucho, pero aseguro que, con práctica, podría yo correr con la misma rapi<strong>de</strong>z y seguridad que a la luz <strong>de</strong>l<br />

día.<br />

Durante horas traté <strong>de</strong> imitar sus movimientos y <strong>de</strong> producirme el ánimo que recomendaba. Él, con<br />

mucha paciencia, trotaba en el mismo sitio enfrente <strong>de</strong> mí, o echaba una carrera corta y volvía a don<strong>de</strong> me<br />

hallaba, <strong>para</strong> enseñarme cómo se movía. Incluso me empujaba <strong>para</strong> hacerme correr unos cuantos metros.<br />

Luego se fue y me llamó con una serie <strong>de</strong> gritos <strong>de</strong> buho. De alguna manera inexplicable, me moví con<br />

un grado inesperado <strong>de</strong> confianza en mí mismo. Que yo supiera, nada había hecho <strong>para</strong> <strong>de</strong>spertar ese<br />

sentimiento, pero mi cuerpo parecía tener conocimiento <strong>de</strong> las cosas sin pensar en ellas. Por ejemplo, no<br />

me era posible ver realmente las rocas <strong>de</strong>ntadas en mi camino, pero mi cuerpo siempre se las arreglaba<br />

<strong>para</strong> pisar <strong>los</strong> bor<strong>de</strong>s y no las ranuras, con excepción <strong>de</strong> algunas ocasiones en que perdí el equilibrio por<br />

distraerme. El grado <strong>de</strong> concentración. necesario <strong>para</strong> ir barriendo el área directamente enfrente tenía que<br />

ser total. Como don Juan me había advertido, cualquier leve vistazo a <strong>los</strong> lados, o <strong>de</strong>masiado lejos al frente,<br />

alteraba el fluir.<br />

Localicé a don Juan tras una larga búsqueda. Estaba sentado junto a unas formas oscuras que parecían<br />

ser árboles. Vino hacia mí y dijo que iba yo muy bien, pero era hora <strong>de</strong> terminar porque había estado<br />

usando su silbido bastante tiempo y <strong>de</strong> seguro ya <strong>para</strong> entonces otros podrían imitarlo.<br />

Estuve <strong>de</strong> acuerdo en que era hora <strong>de</strong> <strong>para</strong>r. Mis intentos me tenían al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l agotamiento. Me<br />

sentí aliviado y le pregunté quién imitaría su llamado.<br />

-.Po<strong>de</strong>res, aliados, espíritus, quién sabe -dijo en un susurro.<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

Explicó que esas "entida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la noche" solían hacer sonidos muy melodiosos, pero se hallaban en<br />

<strong>de</strong>sventaja <strong>para</strong> reproducir lo rasposo <strong>de</strong> <strong>los</strong> gritos humanos o <strong>los</strong> cantos <strong>de</strong> aves. Me recomendó <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

moverme siempre que oyera un sonido <strong>de</strong> ésos, y tener en mente todo lo que él me <strong>de</strong>cía, porque quizá<br />

alguna otra vez necesitara realizar la i<strong>de</strong>ntificación correspondiente. En tono confortante, dijo que yo ya<br />

tenía una muy buena i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo era la marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, y que <strong>para</strong> dominarlo no necesitaba sino un<br />

ligero empujón, que podíamos <strong>de</strong>jar <strong>para</strong> el futuro, cuando nos aventurásemos <strong>de</strong> nuevo en la noche. Me<br />

dio palmaditas en el hombro y anunció que estaba listo <strong>para</strong> irse.<br />

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