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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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-Vigila el viento -dijo-. No <strong>de</strong>jes que te haga per<strong>de</strong>r el paso. Y no <strong>de</strong>jes que te fatigue. Masca tu comida<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r y escón<strong>de</strong>te <strong>de</strong>l viento <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mi cuerpo. El viento no me hará daño a mí; nos conocemos muy<br />

bien.<br />

Me guió a una vereda que iba recta hacia las altas montañas. El día era nublado y estaba a punto <strong>de</strong><br />

llover. Pu<strong>de</strong> ver cómo, <strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> las montañas, nubes bajas y niebla <strong>de</strong>scendían a la zona don<strong>de</strong><br />

estábamos.<br />

Caminamos en completo silencio hasta eso <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Masticar la carne seca era en verdad<br />

vigorizante. Y observar <strong>los</strong> cambios repentinos en la dirección <strong>de</strong>l viento se convirtió en un asunto<br />

misterioso, hasta el punto <strong>de</strong> que todo mi cuerpo parecía sentir <strong>los</strong> cambios antes <strong>de</strong> que ocurrieran. Tenía<br />

la impresión <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r sentir las oleadas <strong>de</strong> aire como una especie <strong>de</strong> presión en la parte superior <strong>de</strong> mi<br />

pecho, en <strong>los</strong> bronquios. Cada vez que me hallaba a punto <strong>de</strong> sentir una racha <strong>de</strong> viento, experimentaba<br />

una comezón en el pecho y la garganta<br />

Don Juan se <strong>de</strong>tuvo un momento y miró en torno. Pareció orientarse y dio vuelta a la <strong>de</strong>recha. Noté que<br />

también mascaba carne seca. Yo me sentía muy fresco y no tenía nada <strong>de</strong> cansancio. La tarea <strong>de</strong> aten<strong>de</strong>r a<br />

<strong>los</strong> cambios en el viento había sido tan absorbente que no tuve conciencia <strong>de</strong>l tiempo.<br />

Nos a<strong>de</strong>ntramos en una profunda cañada y luego subimos uno <strong>de</strong> sus lados hasta una pequeña meseta<br />

en la empinada la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> una montaña enorme. Estábamos bastante alto, casi en la cima.<br />

Don Juan trepó a una gran roca en el extremo <strong>de</strong> la meseta y me ayudó a hacer lo mismo. La roca<br />

estaba colocada en tal forma que parecía una cúpula sobre muros escarpados. Le dimos la vuelta, caminando<br />

<strong>de</strong>spacio. Finalmente, tuve que sentarme <strong>para</strong> seguir el recorrido, asiéndome a la superficie con <strong>los</strong><br />

talones y las manos. Estaba empapado <strong>de</strong> sudor y tenía que secarme las manos repetidas veces.<br />

Des<strong>de</strong> el otro lado, pu<strong>de</strong> ver una cueva muy gran<strong>de</strong>, <strong>de</strong> escasa hondura, cerca <strong>de</strong> la cima <strong>de</strong> la montaña.<br />

Parecía un recinto esculpido en la roca. La erosión había formado, en la piedra arenisca, una especie<br />

<strong>de</strong> balcón con dos columnas.<br />

Don Juan dijo que íbamos a acampar allí, que ése era un sitio muy seguro por ser <strong>de</strong>masiado poco profundo<br />

<strong>para</strong> cubil <strong>de</strong> leones o <strong>de</strong> cualquier otra fiera, <strong>de</strong>masiado abierto <strong>para</strong> nido <strong>de</strong> ratas, y <strong>de</strong>masiado<br />

ventoso <strong>para</strong> <strong>los</strong> insectos. Rió y dijo que era un sitio i<strong>de</strong>al <strong>para</strong> el hombre, porque ninguna otra criatura<br />

viviente podía soportarlo.<br />

Trepó hacia allá como una cabra montés. Me maravilló su estupenda agilidad.<br />

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Lentamente me arrastré, sentado, roca abajo, y luego traté <strong>de</strong> subir corriendo la la<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la montaña<br />

con el fin <strong>de</strong> alcanzar la saliente. Los últimos metros me agotaron por completo. En son <strong>de</strong> broma, pregunté<br />

a don Juan cuántos años tenía en realidad. Opiné que, <strong>para</strong> llegar al lugar como él lo había hecho, era<br />

necesario ser muy joven y estar en perfectas condiciones.<br />

-Soy tan joven como quiero. -dijo él-. Esto también es cosa <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r personal. Si vas juntando po<strong>de</strong>r, tu<br />

cuerpo pue<strong>de</strong> realizar hazañas increíbles. En cambio, si disipas el po<strong>de</strong>r, te pones viejo y gordo <strong>de</strong> la noche<br />

a la mañana.<br />

El largo <strong>de</strong> la saliente estaba orientado en una línea este-oeste. El lado abierto <strong>de</strong> la configuración que<br />

semejaba un balcón que daba hacia el sur. Caminé hasta el extremo oeste. La vista era estupenda. La lluvia<br />

nos había sacado la vuelta. Se veía como una lámina <strong>de</strong> material transparente colgada sobre la tierra baja.<br />

Don Juan dijo que teníamos suficiente tiempo <strong>para</strong> construir un albergue. Me dijo que apilara todas las<br />

rocas que pudiese llevar al rebor<strong>de</strong> mientras él juntaba ramas <strong>para</strong> hacer un techo.<br />

En una hora, había construido un muro <strong>de</strong> 30 centímetros <strong>de</strong> espesor en el extremo oriental <strong>de</strong> la saliente.<br />

Tendría más <strong>de</strong> medio metro <strong>de</strong> largo y casi un metro <strong>de</strong> alto. Tejiendo y atando unos bultos <strong>de</strong><br />

ramas que había reunido, don Juan hizo un techo; lo aseguró a dos pa<strong>los</strong> largos terminados en horqueta.<br />

Otro lado <strong>de</strong>l mismo largo, sujeto al techo en sí, lo sostenía <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l muro. La estructura parecía<br />

una mesa alta con tres patas.<br />

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