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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Don Juan rió y me dijo "doctor Car<strong>los</strong>" y me preguntó si no le tomaba el pulso también a él. Dijo que lo<br />

que sentí fue el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las hojas, y que ese po<strong>de</strong>r me <strong>de</strong>spejó y me permitió cumplir mi tarea.<br />

Afirmé, con toda sinceridad, que no había hecho nada en particular, y que me senté en ese sitio porque<br />

estaba cansado y porque el color <strong>de</strong> la piedra me resultó muy atrayente.<br />

Don Juan no dijo nada. Estaba <strong>para</strong>do cerca <strong>de</strong> mí. Súbitamente saltó hacia atrás, corrió con agilidad<br />

increíble y, saltando unos arbustos, llegó a una alta cresta <strong>de</strong> rocas, a cierta distancia.<br />

-¿Qué pasa? -pregunté, alarmado.<br />

-Vigila la dirección en la que el viento se llevará tus hojas -dijo-. Cuéntalas rápido. El viento viene.<br />

Guarda la mitad y vuélvetelas a poner en la barriga.<br />

Conté veinte hojas. Metí diez bajo mi camisa, y entonces una fuerte racha <strong>de</strong> viento esparció las otras<br />

diez en una dirección occi<strong>de</strong>ntal. Al ver volar las hojas, tuve la extraña sensación <strong>de</strong> que una entidad real las<br />

barría <strong>de</strong>liberadamente hacia la masa amorfa <strong>de</strong> matorrales ver<strong>de</strong>s.<br />

Don Juan volvió a don<strong>de</strong> me hallaba y se sentó junto a mí, a mi izquierda, mirando al sur.<br />

No dijimos palabra en largo tiempo. Yo no sabía qué <strong>de</strong>cir. Estaba exhausto. Quería cerrar <strong>los</strong> ojos, pero<br />

no me atrevía. Don Juan <strong>de</strong>be haber notado mi condición y dijo que estaba bien dormirse. Me indicó poner<br />

las manos en el abdomen, sobre las hojas, y tratar <strong>de</strong> sentir que me hallaba suspendido en el lecho <strong>de</strong><br />

"cuerdas" que él me había pre<strong>para</strong>do en el "sitio <strong>de</strong> mi predilección". Cerré <strong>los</strong> ojos, y el recuerdo <strong>de</strong> la paz<br />

y plenitud que experimenté durmiendo en aquel otro cerro me invadió. Quise <strong>de</strong>scubrir si en verdad podía<br />

sentirme suspendido, pero me dormí.<br />

Desperté justamente antes <strong>de</strong>l crepúsculo. El sueño me había refrescado y vigorizado. Don Juan<br />

también se había dormido. Abrió <strong>los</strong> ojos al mismo tiempo que yo. Soplaba viento, pero yo no tenía frío. Las<br />

hojas sobre mi estómago parecían haber actuado como estufa, como una especie <strong>de</strong> calentador.<br />

Examiné el <strong>de</strong>rredor. El sitio que había elegido <strong>para</strong> <strong>de</strong>scansar era como una pequeña cuenca. Era<br />

posible sentarse en él como en un diván largo; había suficiente muro rocoso <strong>para</strong> servir <strong>de</strong> respaldo. También<br />

<strong>de</strong>scubrí que don Juan había traído mis libretas y las había puesto bajo mi cabeza.<br />

-Hallaste el sitio correcto -dijo con una sonrisa-. Y toda la operación tuvo lugar como yo te dije. El po<strong>de</strong>r<br />

te guió aquí sin ningún plan <strong>de</strong> tu parte.<br />

-¿Qué clase <strong>de</strong> hojas me dio usted? -pregunté.<br />

El calor que irradiaba <strong>de</strong> las hojas y me conservaba en un estado tan cómodo sin mantas ni ropa gruesa,<br />

era en verdad un fenómeno absorbente <strong>para</strong> mí.<br />

-Nada más eran hojas -dijo don Juan.<br />

-¿Quiere usted <strong>de</strong>cir que yo podría agarrar hojas <strong>de</strong> cualquier arbusto y me producirían el mismo<br />

efecto?<br />

-No. No quiero <strong>de</strong>cir que tú mismo puedas hacer eso. Tú no tienes po<strong>de</strong>r personal. Quiero <strong>de</strong>cir que<br />

cualquier clase <strong>de</strong> hojas ayuda, siempre y cuando la persona que te las dé tenga po<strong>de</strong>r. Lo que te ayudó hoy<br />

no fueron las hojas, sino el po<strong>de</strong>r.<br />

-¿El po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> usted, don Juan?<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

-Supongo que pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que fue mi po<strong>de</strong>r, aunque eso no es realmente exacto. El po<strong>de</strong>r no pertenece<br />

a nadie. Algunos <strong>de</strong> nosotros po<strong>de</strong>mos guardarlo, y luego se le podría dar directamente a otra<br />

persona. Verás, la clave <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r así guardado es que sólo pue<strong>de</strong> usarse <strong>para</strong> ayudar a alguien más a<br />

guardar po<strong>de</strong>r.<br />

Le pregunté si eso significaba que su po<strong>de</strong>r estaba limitado exclusivamente a ayudar a <strong>los</strong> otros. Don<br />

Juan explicó pacientemente que él podía usar su po<strong>de</strong>r personal en la forma que quisiera, en cualquier cosa<br />

que <strong>de</strong>seara, pero cuando se trataba <strong>de</strong> darlo directamente a otra persona, era inútil a menos que esa<br />

persona lo utilizara <strong>para</strong> su propia búsqueda <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r personal.<br />

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