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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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Viernes, junio 23, 1961<br />

VI. VOLVERSE CAZADOR<br />

APENAS tomé asiento empecé a bombar<strong>de</strong>ar a don Juan con preguntas. Él no respondió y, con un a<strong>de</strong>mán<br />

impaciente, me indicó guardar silencio. Parecía estar <strong>de</strong> humor grave.<br />

-Estaba pensando que no has cambiado nada en el tiempo que llevas tratando <strong>de</strong> apren<strong>de</strong>r <strong>los</strong> asuntos<br />

<strong>de</strong> las plantas -dijo en tono acusador.<br />

Empezó a pasar revista, en alta voz, a todos <strong>los</strong> cambios <strong>de</strong> personalidad que me había recomendado<br />

empren<strong>de</strong>r. Dije que había consi<strong>de</strong>rado muy seriamente el asunto, y hallado que no me era posible<br />

cumplir<strong>los</strong> porque cada uno era contrario a mi esencia. Replicó que consi<strong>de</strong>rar el asunto no era suficiente, y<br />

que lo que me había dicho no era ningún chiste. Insistí en que, pese a lo poco que había hecho. en lo<br />

referente a ajustar mi vida personal a sus i<strong>de</strong>as, yo quería realmente apren<strong>de</strong>r <strong>los</strong> usos <strong>de</strong> las plantas.<br />

Tras un silencio largo e incómodo, le pregunté con audacia:<br />

-¿Me va usted a enseñar cómo usar el peyote, don Juan?<br />

Dijo que mis intenciones por sí solas no eran suficientes, y que conocer <strong>los</strong> asuntos <strong>de</strong>l peyote -lo llamó<br />

"Mescalito" por vez primera- era cosa seria. Al parecer, no había nada más que <strong>de</strong>cir.<br />

pero, al anochecer, me puso una prueba; planteó un problema sin darme ninguna pista <strong>para</strong> su resolución:<br />

hallar un sitio benéfico en el área frente a su puerta, don<strong>de</strong> siempre nos sentábamos a hablar; un<br />

sitio don<strong>de</strong> supuestamente pudiera sentirme perfectamente feliz y vigorizado. Durante el curso <strong>de</strong> la<br />

noche, mientras rodaba en el suelo tratando <strong>de</strong> hallar el "sitio", noté dos veces un cambio <strong>de</strong> coloración en<br />

el piso <strong>de</strong> tierra, uniformemente oscuro, <strong>de</strong>l área <strong>de</strong>signada.<br />

El problema me agotó y me quedé dormido en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> lugares don<strong>de</strong> percibí el cambio <strong>de</strong> color. En<br />

la mañana, don Juan me <strong>de</strong>spertó <strong>para</strong> anunciar que mi experiencia había tenido gran éxito. No sólo había<br />

hallado el sitio benéfico que buscaba, sino también su opuesto, un sitio enemigo o negativo, y <strong>los</strong> colores<br />

asociados con ambos.<br />

Sábado, junio 24, 1961<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

Temprano en la mañana salimos al chaparral. Mientras caminábamos, don Juan me explicó que hallar<br />

un sitio "benéfico" o "enemigo" era una importante necesidad <strong>para</strong> un hombre en el <strong>de</strong>sierto. Quise llevar<br />

la conversación hacia el tema <strong>de</strong>l peyote, pero él rehusó, <strong>de</strong> plano, hablar <strong>de</strong> eso. Me advirtió que no <strong>de</strong>bía<br />

haber mención <strong>de</strong>l asunto, a menos que él mismo lo planteara.<br />

Nos sentamos a <strong>de</strong>scansar a la sombra <strong>de</strong> unos arbustos altos, en una zona <strong>de</strong> vegetación <strong>de</strong>nsa. El<br />

chaparral en torno no estaba aún enteramente seco: el día era caluroso y las moscas me acosaban <strong>de</strong> continuo,<br />

pero no parecían molestar a don Juan. Me pregunté si él simplemente las ignoraba, pero luego<br />

advertí que no se posaban jamás en su rostro.<br />

-A veces es necesario hallar aprisa un sitio benéfico, a campo abierto -prosiguió don Juan-. O a lo mejor<br />

es necesario <strong>de</strong>terminar aprisa si el sitio en que uno va a <strong>de</strong>scansar es o no un mal sitio. Una vez, nos<br />

sentamos a <strong>de</strong>scansar junto a un cerro y tú te pusiste muy enojado y molesto. Ese sitio era enemigo tuyo.<br />

Un cuervito te lo advirtió, ¿recuerdas?<br />

Recordé que él me había dicho, con énfasis, que evitase en lo futuro aquella zona. También recordé<br />

haberme enojado porque don Juan no me <strong>de</strong>jó reír.<br />

-Creí que el cuervo que pasó volando en esa ocasión era una señal <strong>para</strong> mí solo -dijo-. Nunca se me<br />

hubiera ocurrido pensar que <strong>los</strong> cuervos fuesen también amigos tuyos.<br />

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