Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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www.bibliotecaespiritual.com<br />
Blas me dijo que esos indios eran clientes <strong>de</strong> Julio y habían estado escondidos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la tienda,<br />
esperando que se fuera.<br />
La fiesta comenzó temprano. La hija <strong>de</strong>l ten<strong>de</strong>ro puso un disco en la tornamesa y bajó el brazo; hubo un<br />
estruendo chillante y un zumbido muy agudo; y luego se oyó un ensor<strong>de</strong>cedor sonido <strong>de</strong> trompeta y<br />
algunas guitarras.<br />
La fiesta consistía en tocar <strong>los</strong> discos a todo volumen, Había cuatro mexicanos jóvenes que bailaban con<br />
las dos hijas <strong>de</strong>l ten<strong>de</strong>ro y con otras tres muchachas mexicanas. Los yaquis no bailaban; observaban con<br />
aparente <strong>de</strong>leite cada movimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> bailarines, Parecían divertirse nada más mirando y engullendo<br />
tequila barato.<br />
Invité copas a todos <strong>los</strong> que conocía. Quería evitar cualquier resentimiento. Circulé entre <strong>los</strong> numerosos<br />
indios, haciéndoles plática y ofreciéndoles tragos. Mi patrón <strong>de</strong> conducta funcionó hasta que se dieron<br />
cuenta <strong>de</strong> que yo no bebía. Eso pareció molestar simultáneamente a todo el mundo. Era como si,<br />
colectivamente, hubieran <strong>de</strong>scubierto que yo no encajaba allí. Los indios se pusieron muy hoscos y me<br />
dirigían miradas <strong>de</strong> reojo.<br />
Los mexicanos, que se hallaban tan borrachos como <strong>los</strong> indios, advirtieron al mismo tiempo que yo no<br />
había bailado, y eso pareció ofen<strong>de</strong>r<strong>los</strong> a un grado incluso mayor. Se pusieron muy agresivos. Uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong><br />
me agarró el brazo y me llevó más cerca <strong>de</strong>l tocadiscos; otro me sirvió una taza entera <strong>de</strong> tequila y quiso<br />
que me la tomara <strong>de</strong> un trago <strong>para</strong> <strong>de</strong>mostrar que era macho.<br />
Traté <strong>de</strong> ganar tiempo y reí estúpidamente, como si disfrutara <strong>de</strong> toda esa situación. Dije que me gustaría<br />
bailar primero y beber <strong>de</strong>spués. Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> jóvenes gritó el título <strong>de</strong> una canción. La muchacha a cargo<br />
<strong>de</strong>l a<strong>para</strong>to empezó a buscar en la pila <strong>de</strong> discos. Parecía algo achispada, aunque ninguna <strong>de</strong> las mujeres<br />
había bebido en público, y tuvo dificulta<strong>de</strong>s <strong>para</strong> encajar el disco en la espiga. Un joven dijo que el disco<br />
elegido no era un twist; ella revolvió la pila, tratando <strong>de</strong> hallar la música a<strong>de</strong>cuada, y todo el mundo se<br />
cerró en torno a ella y me <strong>de</strong>jó. Eso me dio tiempo <strong>para</strong> correr <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la tienda, salir <strong>de</strong>l área iluminada y<br />
quedar fuera <strong>de</strong> vista.<br />
Parado a unos treinta metros <strong>de</strong> distancia, en la oscuridad <strong>de</strong> unos matorrales, traté <strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir qué<br />
hacía. Me hallaba cansado. Sentí que era tiempo <strong>de</strong> subir en mi coche y volver a casa. Eché a andar hacia la<br />
vivienda <strong>de</strong> Blas, don<strong>de</strong> estaba el coche. Calculé que, si manejaba <strong>de</strong>spacio, nadie se daría cuenta <strong>de</strong> que<br />
me iba.<br />
Al parecer, la gente a cargo <strong>de</strong> la música seguía buscando el disco -todo lo que yo podía oír era el<br />
zumbido agudo <strong>de</strong> la bocina-, pero luego surgió el estruendo <strong>de</strong> un twist. Reí, pensando que probablemente<br />
habían vuelto <strong>los</strong> ojos buscándome, sólo <strong>para</strong> <strong>de</strong>scubrir mi <strong>de</strong>saparición.<br />
Vi siluetas oscuras <strong>de</strong> personas que iban en dirección opuesta, hacia la tienda. Nos cruzamos y murmuraron:<br />
"Buenas noches." Los reconocí y les hablé. Les dije que la fiesta estaba buena.<br />
Antes <strong>de</strong> llegar a un brusco recodo <strong>de</strong>l camino, me encontré con otras dos personas; no las reconocí,<br />
pero las saludé <strong>de</strong> todos modos. El escándalo <strong>de</strong>l tocadiscos era casi tan fuerte allí, en el camino, como<br />
frente a la tienda. Era una noche oscura, sin estrellas, pero el brillo <strong>de</strong> las luces <strong>de</strong> la tienda me permitía<br />
una percepción visual bastante buena <strong>de</strong>l contorno. La casa <strong>de</strong> Blas quedaba muy cerca, y aceleré el paso.<br />
Noté entonces la figura oscura <strong>de</strong> una persona, sentada o tal vez acuclillada a mi izquierda, en el recodo.<br />
Pensé por un instante que podía ser uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> asistentes a la fiesta, que se había ido antes que yo.<br />
La persona parecía estar <strong>de</strong>fecando al lado <strong>de</strong>l camino. Eso resultaba extraño. La gente <strong>de</strong> la comunidad<br />
se a<strong>de</strong>ntraba en el matorral cuando quería hacer sus necesida<strong>de</strong>s. Pensé que quien estaba frente a mí<br />
<strong>de</strong>bía hallarse borracho.<br />
Llegué al recodo y dije: "Buenas noches." La respuesta fue un aullido áspero, inhumano. Los vel<strong>los</strong> <strong>de</strong><br />
mi cuerpo se erizaron. Por un segundo quedé <strong>para</strong>lizado. Luego eché a andar aprisa. Lancé un vistazo<br />
breve. Vi que la silueta oscura se había incorporado a medias; era una mujer. Se hallaba encorvada, inclinada<br />
hacia a<strong>de</strong>lante; caminó unos metros en esa postura y luego saltó. Eché a correr, mientras la mujer<br />
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