Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-Eres muy listo -dijo por fin-. Regresas a don<strong>de</strong> siempre has estado. Pero esta vez se te acabó el juego.<br />
No tienes a dón<strong>de</strong> regresar. Ya no voy a explicarte nada. Lo que Genaro te hizo ayer se lo hizo a tu cuerpo;<br />
entonces, que tu cuerpo <strong>de</strong>cida qué es qué.<br />
El tono <strong>de</strong> don Juan era amistoso, pero inusitadamente <strong>de</strong>spegado, y eso me hizo sentir una soledad<br />
avasallante. Expresé mis sentimientos <strong>de</strong> tristeza. Él sonrió. Sus <strong>de</strong>dos apretaron suavemente la parte superior<br />
<strong>de</strong> mi mano.<br />
-Los dos somos seres que van a morir -dijo con suavidad-. Ya no hay más tiempo <strong>para</strong> lo que hacíamos<br />
antes. Ahora <strong>de</strong>bes emplear todo el no-hacer que te he enseñado, y <strong>para</strong>r el mundo.<br />
Volvió a apretarme la mano. Su contacto era firme y amigable; reafirmaba su preocupación y su afecto<br />
por mí, y al mismo tiempo me daba la impresión <strong>de</strong> un propósito inflexible.<br />
-Éste es mi gesto que tengo contigo -dijo, prolongando un instante el apretón <strong>de</strong> mano-. Ahora <strong>de</strong>bes<br />
irte solo a esas montañas amigas -señaló con la barbilla la distante cordillera hacia el sureste.<br />
Dijo que yo <strong>de</strong>bía permanecer allí hasta que mi cuerpo me dijera que ya era bastante, y luego volver a<br />
su casa. No quería que yo dijese nada ni esperase más tiempo, y me lo hizo saber empujándome con<br />
gentileza en dirección <strong>de</strong>l coche.<br />
-¿Qué <strong>de</strong>bo hacer allí? -pregunté.<br />
En vez <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>r me miró, meneando la cabeza, -ya estuvo bueno -dijo al fin.<br />
Luego señaló con el <strong>de</strong>do hacia el, sureste.<br />
-Ándale -dijo, cortante.<br />
www.bibliotecaespiritual.com<br />
Fui hacia el sur y luego hacia el este, siguiendo <strong>los</strong> caminos que siempre había tomado al viajar con don<br />
Juan. Estacioné el coche cerca <strong>de</strong>l sitio don<strong>de</strong> la brecha terminaba, y luego seguí un sen<strong>de</strong>ro conocido hasta<br />
llegar a una alta meseta. No tenía i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> qué hacer allí. Empecé a pasearme, buscando un sitio <strong>de</strong> reposo.<br />
De pronto advertí un pequeño espacio a mi izquierda. La composición química <strong>de</strong>l suelo parecía ser distinta<br />
en dicho sitio, pero cuando enfoqué allí <strong>los</strong> ojos no vi nada que explicase la diferencia. Parado a corta<br />
distancia, traté <strong>de</strong> "sentir", como don Juan me recomendaba siempre.<br />
Quedé inmóvil cosa <strong>de</strong> una hora. Mis pensamientos empezaron a disminuir gradualmente, hasta que ya<br />
no hablaba conmigo mismo. Tuve entonces una sensación <strong>de</strong> molestia. Parecía confinada a mi estómago y<br />
se agudizaba cuando yo enfrentaba el sitio en cuestión. Me repelía y me sentí impelido a apartarme <strong>de</strong> él.<br />
Empecé a examinar el área con <strong>los</strong> ojos cruzados, y tras caminar un poco llegué a una gran roca plana. Me<br />
<strong>de</strong>tuve frente a ella. No había en la roca nada en particular que me atrajera. No <strong>de</strong>tecté en ella ningún color<br />
ni brillo específico, pero me gustaba. Mi cuerpo se sentía bien. Experimenté una sensación <strong>de</strong> comodidad<br />
física y tomé asiento un rato.<br />
Todo el día vagué por la meseta y las montañas circundantes, sin saber qué hacer ni qué esperar. Al<br />
oscurecer volví a la roca plana. Sabía que pasando allí la noche estaría a salvo.<br />
Al día siguiente me a<strong>de</strong>ntré más en las montañas, hacia el este. Al atar<strong>de</strong>cer llegué a otra meseta, todavía<br />
más alta. Me pareció haber estado allí antes. Miré en torno <strong>para</strong> orientarme, pero no pu<strong>de</strong> reconocer<br />
ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> picos circundantes. Tras elegir con cuidado un sitio, me senté a <strong>de</strong>scansar al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un<br />
área yerma y rocosa. Allí sentía tibieza y tranquilidad. Quise sacar comida <strong>de</strong> mi guaje, pero estaba vacío.<br />
Bebí un poco <strong>de</strong> agua. Estaba tibia y aceda. Pensé que no me quedaba más que volver a casa <strong>de</strong> don Juan, y<br />
empecé a preguntarme si <strong>de</strong>bería iniciar <strong>de</strong> una vez mi camino <strong>de</strong> regreso. Me acosté bocabajo y apoyé la<br />
cabeza en el brazo. Inquieto, cambié varias veces <strong>de</strong> postura, hasta hallarme <strong>de</strong> cara al oeste. El sol ya<br />
<strong>de</strong>scendía. Mis ojos estaban cansados. Miré el suelo y vi un gran escarabajo negro. Salió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una<br />
piedra, empujando una bola <strong>de</strong> estiércol dos veces más gran<strong>de</strong> que él. Seguí sus, movimientos durante<br />
largo rato. El insecto parecía ajeno a mi presencia y seguía empujando su carga sobre rocas, raíces,<br />
<strong>de</strong>presiones y protuberancias. Hasta don<strong>de</strong> yo sabía, el escarabajo no se daba cuenta <strong>de</strong> que yo estaba allí.<br />
Se me ocurrió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que yo no podía estar seguro <strong>de</strong> que el insecto no tuviera conciencia <strong>de</strong> mí; esa<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>sató una serie <strong>de</strong> evaluaciones racionales con respecto a la naturaleza <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong>l insecto, en<br />
contraposición con el mío. El escarabajo y yo estábamos en el mismo mundo, y obviamente el mundo no<br />
138