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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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-No es más que un po<strong>de</strong>r -dijo-. Estas montañas están llenas <strong>de</strong> eso. Es igual que una <strong>de</strong> esas entida<strong>de</strong>s<br />

que te asustaron la otra noche.<br />

Quise saber si me sería posible percibirla personalmente. Afirmó que durante el día sólo podría sentir<br />

su presencia.<br />

Quise que me explicara por qué la llamaba sombra, cuando obviamente no era como la sombra <strong>de</strong> un<br />

peñasco. Replicó que ambas tenían las mismas líneas, por lo tanto ambas eran sombras.<br />

Señaló un peñasco alargado que se hallaba directamente frente a nosotros.<br />

-Mira la sombra <strong>de</strong> esa peña -dijo-. La sombra es la peña, y sin embargo no lo es. Observar la peña <strong>para</strong><br />

saber lo que es la peña, es hacer, pero observar su sombra es no-hacer.<br />

"Las sombras son como puertas, las puertas <strong>de</strong> no-hacer. Un hombre <strong>de</strong> conocimiento, por ejemplo,<br />

pue<strong>de</strong> penetrar <strong>los</strong> sentimientos íntimos <strong>de</strong> la gente mirando sus sombras."<br />

-¿Hay movimiento en ellas? -pregunté.<br />

-Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que hay movimiento en ellas, o pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que en ellas se muestran las líneas <strong>de</strong>l<br />

mundo, o pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir que <strong>los</strong> sentimientos vienen <strong>de</strong> ellas.<br />

-¿Pero cómo pue<strong>de</strong>n <strong>los</strong> sentimientos salir <strong>de</strong> las sombras, don Juan?<br />

-Creer que las sombras son sólo sombras es hacer -explicó-. Esa creencia no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser estúpida.<br />

Piénsalo en esta forma: habiendo tanto más <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> todas las cosas <strong>de</strong>l mundo, sin duda <strong>de</strong>be haber algo<br />

más <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las sombras. Después <strong>de</strong> todo, lo que las hace sombras es sólo nuestro hacer.<br />

Hubo un largo silencio. Yo no sabía qué agregar.<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

-Se acerca el final <strong>de</strong>l día -dijo don Juan, mirando el cielo-. Tienes que usar este sol brillante <strong>para</strong><br />

ejecutar un último ejercicio.<br />

Me llevó a un sitio don<strong>de</strong> dos picos <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> un hombre se erguían <strong>para</strong>le<strong>los</strong> entre sí, a cosa <strong>de</strong><br />

metro y medio <strong>de</strong> distancia. Don Juan se <strong>de</strong>tuvo a diez metros <strong>de</strong> el<strong>los</strong>, mirando al oeste. Marcó un lugar<br />

<strong>para</strong> que yo lo ocu<strong>para</strong> y me indicó mirar las sombras <strong>de</strong> <strong>los</strong> picos. Me dijo que las observara bizqueando<br />

como suelo hacer al escudriñar el terreno en busca <strong>de</strong> un lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso. Clarificó sus instrucciones<br />

diciendo que, al buscar un sitio <strong>de</strong> reposo, había que mirar sin enfocar, pero al observar sombra: había que<br />

bizquear y, al mismo tiempo, conservar enfocada una imagen clara. La i<strong>de</strong>a era cruzar <strong>los</strong> ojos <strong>para</strong> que una<br />

sombra se sobrelapase a la otra. Explicó que por medio <strong>de</strong> ese proceso era posible corroborar un cierto<br />

sentimiento emanado <strong>de</strong> la, sombras. Comenté la vaguedad <strong>de</strong> sus palabras, pero él afirmó que <strong>de</strong> hecho<br />

no había forma <strong>de</strong> <strong>de</strong>scribir aquello a lo cual se refería.<br />

Mi intento <strong>de</strong> ejecutar el ejercicio fue fútil. Pugné hasta que me dolió la cabeza. Don Juan no se preocupó<br />

en absoluto por mi fracaso. Trepó a un pico en forma <strong>de</strong> cúpula y me gritó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, indicándome<br />

buscar dos trozos <strong>de</strong> roca pequeños, largos y estrechos. Mostró con las manos el tamaño que quería.<br />

Hallé dos trozos y se <strong>los</strong> entregué. Don Juan puso cada piedra en una grieta, más o menos a treinta<br />

centímetros <strong>de</strong> distancia, me hizo acercarme a mirarlas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba, con el rostro hacia el poniente, y me<br />

indicó repetir con sus sombras el mismo ejercicio.<br />

Esta vez el asunto fue muy distinto. Casi <strong>de</strong> inmediato fui capaz <strong>de</strong> cruzar <strong>los</strong> ojos y <strong>de</strong> percibir las<br />

sombras individuales como si se hubieran fundido en una sola. Advertí que el acto <strong>de</strong> mirar sin converger<br />

las imágenes, daba a la sombra única formada por mí, una profundidad increíble y una especie <strong>de</strong><br />

transparencia. La observé, <strong>de</strong>sconcertado. Cada hoyo <strong>de</strong> la roca, en el área don<strong>de</strong> mis ojos se enfocaban,<br />

era nítidamente discernible, y la sombra compuesta, sobrelapada a el<strong>los</strong>, era como un velo <strong>de</strong> in<strong>de</strong>scriptible<br />

transparencia.<br />

No quería yo parpa<strong>de</strong>ar, por miedo a per<strong>de</strong>r la imagen que tan precariamente retenía. Finalmente el<br />

escozor en mis ojos forzó el parpa<strong>de</strong>o, pero no perdí en absoluto la visión <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>talles. De hecho, al<br />

rehume<strong>de</strong>cerse mi córnea la imagen se hizo aun más clara. Advertí en ese punto que parecía hallarme<br />

mirando, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una altura inconmensurable, un mundo nunca antes visto. También noté que podía escu-<br />

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