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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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El joven a mi izquierda chasqueó suavemente la lengua y comentó lo extraño que era todo. Dijo que<br />

don Juan vestía como un hombre importante recién bajado <strong>de</strong> su caballo. Lucía chaparreras <strong>de</strong> cuero,<br />

gran<strong>de</strong>s espuelas, un fuete que golpeaba continuamente contra la palma <strong>de</strong> su mano izquierda, un sombrero<br />

chihuahueño <strong>de</strong> copa cónica, y dos pistolas automáticas calibre 45. Dijo que don Juan era la imagen<br />

<strong>de</strong> un ranchero acomodado.<br />

El joven a mi extrema izquierda rió con timi<strong>de</strong>z y se abstuvo <strong>de</strong> revelar lo que había visto. Hice por<br />

animarlo, pero <strong>los</strong> <strong>de</strong>más no se mostraban interesados. El muchacho parecía ser <strong>de</strong>masiado tímido <strong>para</strong><br />

hablar.<br />

El fuego estaba a punto <strong>de</strong> extinguirse cuando don Juan salió <strong>de</strong> tras el peñasco.<br />

-Más vale que <strong>de</strong>jemos a <strong>los</strong> jóvenes en sus labores -me dijo-. Diles adiós.<br />

No <strong>los</strong> miró. Empezó a alejarse, <strong>de</strong>spacio, <strong>para</strong> darme tiempo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedirme.<br />

Los jóvenes me abrazaron.<br />

No había llamas en el fuego, pero las brasas daban suficiente resplandor. Don Juan era como una<br />

sombra oscura a unos metros <strong>de</strong> distancia, y <strong>los</strong> jóvenes formaban un círculo <strong>de</strong> siluetas estáticas<br />

claramente <strong>de</strong>finidas. Semejaban una línea <strong>de</strong> estatuas negras como el azabache, colocadas contra un<br />

fondo <strong>de</strong> tinieblas.<br />

Fue entonces cuando el evento total tuvo impacto sobre mí. Un escalofrío recorrió mis vértebras. Alcancé<br />

a don Juan. Él me dijo, en un tono <strong>de</strong> gran urgencia, que no me volviera a mirar a <strong>los</strong> jóvenes, porque<br />

en ese momento eran un círculo <strong>de</strong> sombras.<br />

Mi estómago sintió una fuerza venida <strong>de</strong>l exterior. Era como si una mano me aferrara. Grité<br />

involuntariamente. Don Juan susurró que en esos <strong>para</strong>jes había tanto po<strong>de</strong>r que me sería muy fácil usar "la<br />

marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r".<br />

Trotamos durante horas. Me caí cinco veces. Don Juan contaba en voz alta cada vez que yo perdía el<br />

equilibrio. Luego se <strong>de</strong>tuvo.<br />

-Siéntate, acurrúcate contra las rocas, y cúbrete la barriga con las manos -me susurró al oído.<br />

Domingo, abril 15, 1962<br />

www.bibliotecaespiritual.com<br />

En la mañana, apenas hubo luz suficiente, echamos a andar. Don Juan me guió al sitio don<strong>de</strong> <strong>de</strong>jé mi<br />

coche. Yo tenía hambre, pero por lo <strong>de</strong>más me sentía <strong>de</strong>scansado y lleno <strong>de</strong> vigor.<br />

Comimos galletas y bebimos agua mineral embotellada que yo traía. en el coche. Quise hacerle unas<br />

preguntas que me presionaban con violencia, pero él se llevó el índice a <strong>los</strong> labios.<br />

A media tar<strong>de</strong> nos hallamos en el pueblo fronterizo don<strong>de</strong> él <strong>de</strong>seaba quedarse. Fuimos a comer a un<br />

restaurante. Estaba <strong>de</strong>sierto; ocupamos una mesa junto a una ventana que miraba el ajetreo <strong>de</strong> la calle<br />

principal, y or<strong>de</strong>namos nuestra comida.<br />

Don Juan parecía tranquilo; en sus ojos brillaba un reflejo malicioso. Me sentí propiciado e inicié un<br />

bombar<strong>de</strong>o <strong>de</strong> preguntas. Más que nada, inquirí sobre su disfraz.<br />

-Les enseñé un poquito mi no-hacer -dijo, y sus ojos parecían brasas.<br />

-Pero ninguno vio el mismo disfraz -dije-. ¿Cómo le hizo usted?<br />

-Muy sencillo -replicó-. Eran sólo disfraces, pues todo lo que hacemos es, en cierto sentido, un simple<br />

disfraz. Todo cuanto hacemos, como ya te dije, es asunto <strong>de</strong> hacer. Un hombre <strong>de</strong> conocimiento pue<strong>de</strong> así<br />

engancharse con el hacer <strong>de</strong> todo el mundo y salir con cosas extrañas. Pero no son realmente ni tanto. Son<br />

extrañas sólo <strong>para</strong> quienes están atrapados en el hacer.<br />

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