Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
SEGUNDA PARTE: EL VIAJE A IXTLÁN<br />
XVIII. EL ANILLO DE PODER DEL BRUJO<br />
EN Mayo <strong>de</strong> 1971, hice a don Juan la última visita <strong>de</strong> mi aprendizaje. Fui a verlo, en aquella ocasión, con<br />
el mismo espíritu que durante <strong>los</strong> diez años <strong>de</strong> nuestra relación; es <strong>de</strong>cir, buscando una vez más la<br />
amenidad <strong>de</strong> su compañía.<br />
Su amigo don Genaro, un brujo mazateco, estaba con él. Yo había visto a ambos durante mi visita<br />
.previa, seis meses antes. Titubeaba en preguntarles si habían estado juntos todo ese tiempo, cuando don<br />
Genaro explicó que el <strong>de</strong>sierto <strong>de</strong>l norte le gustaba tanto que había regresado justo a tiempo <strong>para</strong> verme.<br />
Ambos rieron como si conocieran un secreto.<br />
-Regresé nada más por ti -dijo don Genaro.<br />
-Es cierto -corroboró don Juan.<br />
Recordé a don Genaro que, la vez pasada, sus intentos <strong>de</strong> ayudarme a "<strong>para</strong>r el mundo" me habían<br />
resultado <strong>de</strong>sastrosos. Fue una manera amistosa <strong>de</strong> <strong>de</strong>clarar mi miedo hacia él. Rió inconteniblemente,<br />
sacudiendo el cuerpo y pataleando como niño. Don Juan evitó mirarme y rió también.<br />
-Ya no va usted a tratar <strong>de</strong> ayudarme, ¿verdad, don Genaro? -pregunté.<br />
www.bibliotecaespiritual.com<br />
Mi frase les produjo espasmos <strong>de</strong> risa. Don Genaro rodó por el suelo, entre carcajadas; luego se acostó<br />
bocabajo y empezó a nadar en el piso. Al verlo hacer eso, supe que me hallaba perdido. En ese momento,<br />
<strong>de</strong> algún modo, mi cuerpo cobró conciencia <strong>de</strong> haber llegado al fin. Yo ignoraba cuál era ese fin. Mi<br />
ten<strong>de</strong>ncia personal a la dramatización, y mi experiencia previa con don Genaro, me hicieron creer que<br />
podía ser el fin <strong>de</strong> mi vida.<br />
Durante mi última visita, don Genaro había intentado empujarme al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> "<strong>para</strong>r el mundo". Sus<br />
esfuerzos fueron tan extravagantes y directos que el mismo don Juan tuvo que <strong>de</strong>cirme que me marchara.<br />
Las <strong>de</strong>mostraciones <strong>de</strong> "po<strong>de</strong>r" <strong>de</strong> don Genaro eran tan extraordinarias y <strong>de</strong>sconcertantes que me forzaron<br />
a una total revaluación <strong>de</strong> mí mismo. Fui a casa, revisé las notas tomadas en el principio mismo <strong>de</strong> mi<br />
aprendizaje, y misteriosamente me invadió un sentimiento <strong>de</strong>l todo nuevo, aunque no tuve conciencia<br />
plena <strong>de</strong> él hasta ver a don Genaro nadar en el piso.<br />
El acto <strong>de</strong> nadar en el piso, congruente con otras acciones extrañas y <strong>de</strong>sconcertantes que don Genaro<br />
había ejecutado frente a mis propios ojos, se inició cuando él yacía bocabajo. Al principio reía tan duro que<br />
su cuerpo se sacudía como convulsionado; luego empezó a patalear; finalmente, el movimiento <strong>de</strong> las<br />
piernas se coordinó con un movimiento <strong>de</strong> remar con las manos, y don Genaro comenzó á <strong>de</strong>slizarse por el<br />
suelo como si estuviera acostado en una tabla con ruedas. Cambió <strong>de</strong> dirección varias veces y cubrió todo<br />
el espacio frente a la casa, maniobrando en torno a mí y a don Juan.<br />
Don Genaro había payaseado antes en mi presencia, y en cada una <strong>de</strong> tales ocasiones don Juan afirmó<br />
que yo había estado a punto <strong>de</strong> "ver". No lo lograba a causa <strong>de</strong> mi insistencia en tratar <strong>de</strong> explicar cada<br />
acción <strong>de</strong> don Genaro <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una perspectiva racional. Esta vez me hallaba en guardia, y cuando se puso a<br />
nadar no intenté explicar ni enten<strong>de</strong>r el hecho. Me limité a observar. Pero no pu<strong>de</strong> evitar la sensación <strong>de</strong><br />
hallarme atónito. Don Genaro se <strong>de</strong>slizaba realmente sobre el estómago y el pecho. Al observarlo, empecé<br />
a bizquear. Sentí un empellón <strong>de</strong> recelo. Estaba convencido <strong>de</strong> que, si no explicaba lo que tenía lugar,<br />
"vería", y la i<strong>de</strong>a me llenaba <strong>de</strong> una angustia inusitada. Mi anticipación nerviosa era tanta que en algún<br />
sentido me encontraba <strong>de</strong> vuelta en el mismo punto: encerrado una vez más en alguna empresa <strong>de</strong><br />
raciocinio.<br />
Don Juan <strong>de</strong>be haber estado observándome. Me tocó <strong>de</strong> pronto; automáticamente me volví a encararlo,<br />
y por un instante aparté la vista <strong>de</strong> don Genaro. Cuando lo miré <strong>de</strong> nuevo, estaba <strong>para</strong>do junto a mí<br />
con la cabeza levemente inclinada y la barbilla casi apoyada en mi hombro <strong>de</strong>recho. Tuve un sobresalto<br />
retardado. Lo miré un segundo y <strong>de</strong>spués salté hacia atrás.<br />
130