Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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-Ahora no -respondió-. Eres <strong>de</strong>masiado sólido.<br />
-¿Perdón?<br />
Echó a reír, y por alguna razón <strong>de</strong>sconocida su risa ya no era ofensiva e insidiosa, como anteriormente.<br />
No pensé que fuera distinta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> su timbre, su volumen, o el espíritu que la animaba;<br />
el nuevo elemento era mi propio humor. En vista <strong>de</strong> mi muerte inminente, <strong>los</strong> miedos y la irritación eran<br />
tonterías.<br />
-Entonces déjame hablar con las plantas -dije.<br />
Rió a más no po<strong>de</strong>r.<br />
-Ahora eres <strong>de</strong>masiado bueno -dijo, aún entre risas-. Te vas <strong>de</strong> un extremo al otro. Apacíguate. No hay<br />
necesidad <strong>de</strong> hablar con las plantas a menos que quieras conocer sus secretos, y <strong>para</strong> eso necesitas el más<br />
recio <strong>de</strong> <strong>los</strong> empeños. Conque guárdate tus buenos <strong>de</strong>seos. Tampoco hay necesidad <strong>de</strong> ver a tu muerte.<br />
Basta con que sientas su presencia cerca <strong>de</strong> ti.<br />
Martes, abril 11, 1961<br />
V. HACERSE RESPONSABLE<br />
Llegué a casa <strong>de</strong> don Juan temprano en la mañana <strong>de</strong>l domingo 9 <strong>de</strong> abril.<br />
-Buenos días, don Juan -dije-. ¡Qué gusto me da verlo!<br />
ÉL me miró y echó a reír suavemente. Se había acercado a mi coche cuando yo lo estacionaba, y mantuvo<br />
la puerta abierta mientras yo reunía unos paquetes <strong>de</strong> comida que le llevaba.<br />
Caminamos hasta la casa y nos sentamos junto a la puerta.<br />
Ésta era la primera vez que yo tenía verda<strong>de</strong>ra conciencia <strong>de</strong> lo que hacía allí. Durante tres meses había<br />
aguardado con impaciencia el retorno al "campo". Fue como si una bomba <strong>de</strong> tiempo puesta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí<br />
hubiera estallado, y <strong>de</strong> pronto recordé algo que me era trascen<strong>de</strong>nte. Recordé que una vez en mi vida<br />
había sido muy paciente y eficaz.<br />
Antes <strong>de</strong> que don Juan pudiese <strong>de</strong>cir algo, le hice la pregunta que pesaba sobre mi mente. Llevaba tres<br />
meses obsesionado por la imagen <strong>de</strong>l halcón albino. ¿Cómo supo él <strong>de</strong> eso, cuando yo mismo lo había<br />
olvidado?<br />
Rió sin respon<strong>de</strong>r. imploré que me contestara.<br />
-No fue nada -dijo con su convicción <strong>de</strong> costumbre-. Cualquiera pue<strong>de</strong> darse cuenta <strong>de</strong> que eres<br />
extraño. Estás adormilado, eso es todo.<br />
Sentí que nuevamente estaba minando mis <strong>de</strong>fensas y empujándome a un rincón don<strong>de</strong> yo no tenía <strong>de</strong>seos<br />
<strong>de</strong> hallarme.<br />
-¿Es posible ver nuestra muerte? -pregunté, en un intento por seguir <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l tema.<br />
-Claro -dijo riendo-. Está aquí con nosotros.<br />
-¿Cómo lo sabe usted?<br />
-Soy viejo; con la edad uno apren<strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> cosas.<br />
-Yo conozco mucha gente vieja, pero jamás ha aprendido esto. ¿Por qué usted sí?<br />
-Bueno, digamos que conozco toda clase <strong>de</strong> cosas porque no tengo historia personal, y porque no me<br />
siento más importante que ninguna otra cosa, y porque mi muerte está sentada aquí conmigo.<br />
Extendió el brazo izquierdo y movió <strong>los</strong> <strong>de</strong>dos como si en verdad acariciara algo.<br />
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