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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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-Un guerrero es impecable cuando confía en su po<strong>de</strong>r personal sin importar que sea pequeño o<br />

enorme.<br />

Tras una breve espera me preguntó si estaba bien. Asentí y se perdió velozmente <strong>de</strong> vista casi sin un<br />

sonido.<br />

Traté <strong>de</strong> mirar en torno. Parecía hallarme en una zona <strong>de</strong> vegetación tupida. Sólo podía discernir la<br />

masa oscura <strong>de</strong> unos arbustos, o acaso árboles pequeños. Concentré mi atención en <strong>los</strong> sonidos, pero ninguno<br />

resaltaba. El silbar <strong>de</strong>l viento sofocaba todos <strong>los</strong> otros ruidos, excepto el esporádico grito penetrante<br />

<strong>de</strong> buhos gran<strong>de</strong>s y el trinar <strong>de</strong> otras aves.<br />

Aguardé un rato en un estado <strong>de</strong> atención extrema. Y entonces llegó el canto rasposo y prolongado <strong>de</strong><br />

un buho pequeño. No dudé que fuera don Juan. Se oyó en un sitio a mis espaldas. Di la vuelta y eché a<br />

andar en esa dirección. Me movía <strong>de</strong>spacio porque me sentía inextricablemente estorbado por las tinieblas.<br />

Anduve unos diez minutos. De pronto, una masa oscura saltó frente a mí. Di un grito y caí hacia atrás,<br />

<strong>de</strong> nalgas. Mis oídos empezaron a zumbar. El susto fue tan gran<strong>de</strong> que me cortó el aliento. Tuve que abrir la<br />

boca <strong>para</strong> respirar.<br />

-Párate -dijo don Juan suavemente-. No quise asustarte. Nada más vine a tu encuentro.<br />

Dijo que había estado observando mi absurda forma <strong>de</strong> andar, y que al moverme en la oscuridad parecía<br />

yo una viejita lisiada queriendo caminar <strong>de</strong> puntitas entre charcos <strong>de</strong> lodo. La imagen le hizo gracia y<br />

rió fuerte.<br />

Procedió luego a mostrarme una forma especial <strong>de</strong> caminar en la oscuridad, una forma que llamaba "la<br />

marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r". Se agachó frente a mí y me hizo pasar las manos sobre su espalda y sus rodillas, con el<br />

fin <strong>de</strong> darme una i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la posición <strong>de</strong> su cuerpo. El tronco <strong>de</strong> don Juan estaba ligeramente inclinado hacia<br />

a<strong>de</strong>lante, pero su espina se hallaba <strong>de</strong>recha. También sus rodillas estaban un poco dobladas.<br />

Caminó <strong>de</strong>spacio frente a mí <strong>para</strong> hacerme notar que alzaba las rodillas casi hasta el pecho cada vez<br />

que daba un paso. Y luego echó a correr perdiéndose <strong>de</strong> vista y regresó <strong>de</strong> nuevo. Yo no concebía cómo<br />

podía correr en la oscuridad total.<br />

-La marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r es <strong>para</strong> correr <strong>de</strong> noche -me susurró al oído.<br />

Me instó a hacer la prueba. Le dije que sin duda me rompería las piernas al caer en una grieta o contra<br />

una roca. Don Juan dijo con mucha calma que la marcha <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r era completamente segura.<br />

Le señalé que la única manera en que yo podía compren<strong>de</strong>r sus actos era suponiendo que conocía a la<br />

perfección esos montes y así evitaba <strong>los</strong> peligros.<br />

Don Juan tomó mi cabeza entre las manos y susurró con energía:<br />

-¡Ésta es la noche! ¡Y eso es po<strong>de</strong>r!<br />

Me soltó la cabeza y añadió, en voz suave, que <strong>de</strong> noche el mundo era distinto; y que su habilidad <strong>para</strong><br />

correr en lo oscuro no tenía nada que ver con su conocimiento <strong>de</strong> esos cerros. Dijo que la clave era <strong>de</strong>jar al<br />

po<strong>de</strong>r personal fluir libremente, <strong>para</strong> que se mezclara con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la noche; una vez que ese po<strong>de</strong>r<br />

tomaba las riendas no había posibilidad <strong>de</strong> resbalar. Agregó, en un tono <strong>de</strong> seriedad absoluta, que si yo lo<br />

dudaba <strong>de</strong>bía recapacitar por un momento en lo que estaba pasando. Para un hombre <strong>de</strong> su edad, correr<br />

por el monte a esa hora sería suicida si el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la noche no lo estuviera guiando.<br />

-¡Mira! -dijo, y corrió velozmente a<strong>de</strong>ntrándose en la oscuridad y regresó <strong>de</strong> nuevo.<br />

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Su cuerpo se movía en una forma tan extraordinaria que yo no podía creer lo que veía. Corrió sin<br />

avanzar durante un momento. La manera como alzaba las piernas me recordaba <strong>los</strong> ejercicios <strong>de</strong> calentamiento<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> corredores.<br />

Me dijo entonces que lo siguiera. Lo hice, tenso e incómodo en extremo. Con la mayor cautela trataba<br />

<strong>de</strong> ver dón<strong>de</strong> ponía <strong>los</strong> pies, pero era imposible juzgar la distancia. Don Juan regresó y trotó junto a mí.<br />

Susurró que yo <strong>de</strong>bía abandonarme al po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la noche y confiar en el poquito po<strong>de</strong>r personal que tenía,<br />

pues <strong>de</strong> lo contrario nunca podría moverme con libertad, y que la oscuridad me estorbaba sólo porque yo<br />

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